Los movimientos que Estados Unidos y sus aliados ejecutan cada día conducen inexorablemente hacia un mundo controlado en todos sus aspectos por ellos. Reformas como las que se adelantan en la ONU así lo indica. La conversión de la ONU en un foro legitimador de las acciones que sobre una lista de 25 países, -por ahora- ya clasificados en tres grandes categorías: Estados forajidos, estados violadores de los derechos humanos y estados desestabilizadores, significa la amenaza más cierta para la eliminación del principio de soberanía nacional y el establecimiento de un totalitarismo hegemónico en nombre de la democracia y la libertad.
Librar una lucha contra el hegemonismo unipolar es hoy, poco menos, que una lucha por la sobre vivencia de nuestras naciones. Si los planes diseñados por Washington se imponen, las conquistas independentistas del siglo XIX en nuestra América habrán llegado a su fin. Estados Unidos se propone impedir que surja cualquier otro polo de poder en el mundo que pueda hacerle frente en el ámbito económico y militar. En este propósito se inscribe la tarea desmanteladora de la gran nación rusa; el confinamiento de Europa a su propio continente, como socio de piedra, sin peso militar: la lucha tecnológica y comercial contra los polos emergentes asiáticos y la abierta agresión para el rediseño de un nuevo mapa político en el Medio Oriente y América Latina.
En enero de 2002, Estados Unidos redefinió su política de seguridad y defensa estableciendo 6 grandes objetivos:
a) Protección del territorio nacional y sus bases en el exterior.
b) Proyección hacia teatros de operaciones lejanos para el control de materias primas fundamentales (petróleo, agua, etc.,)
c) Destrucción de santuarios enemigos y/o potencialmente desestabilizadores.
d) Control, seguridad y desarrollo de los sistemas de información y comunicación.
e) Aseguramiento y protección del acceso al espacio.
Contando con la complicidad de la mayoría de las burguesías nacionales los planes establecidos en la agenda imperial se enfilan hacia el logro de sus objetivos. Sólo la conformación de un bloque unitario y sin fisuras de nuestras dispersas nacionalidades podría resistir este embate. A lo largo del tiempo, desde el mismo nacimiento de nuestras naciones, Estados Unidos ha estado involucrado en todos los fracasos por la unidad, en invasiones, golpes de estado y desestabilizaciones en nuestra América. Ha sido también infaltable en casi todas las guerras en cualquier rincón del planeta. Esta omnipresencia no es casual, cada intervención ha tenido su porqué: Expansión, hegemonía y control.
Allí están como ejemplo inocultable la invasión a Afganistán e Irak, o la guerra sorda desestabilizadora que durante seis años ha desarrollado contra la República Bolivariana de Venezuela. El objetivo está en la agenda claramente expresado: controlar las fuentes y suministros de petróleo y gas. Ahora, por cierto, con un nuevo objetivo en el corazón mismo de la antigua Unión Soviética: las reservas energéticas de la cuenca del mar Caspio, donde han invertido 3.500 millones de dólares en oleoductos. Estados Unidos tiene el propósito firme de controlar todas las reservas mundiales de energía fundamentales para sus proyectos hegemónicos. En este propósito Estados Unidos cada día se aleja más de la simulación o las formas. Poco o nada le importa la legalidad internacional. Con el 90% de la población mundial y de la ONU, en contra de las políticas bélicas de Mr. Bush, este continúa imponiendo su criterio de nuevo dictador del mundo.
En el menú, nuestra América Latina es más que una joya apetecible…es “su” joya. En los planes de este imperialismo agresivo y voraz, América Latina, sin importar cuantas banderitas sugieran nacionalidades independientes, es parte de “su” territorio. El Acuerdo de Libre Comercio para las Américas (ALCA), posicionado, poco a poco, sobre nuestras propias miserias en el continente, es un instrumento para apalancar el control hegemónico de Estado Unidos y apropiarse de las fuentes excedentes de las materias primas latinoamericanas. Convertirnos en eternos productores de materias primas y consecuentes consumidores de sus productos.
La combinación del ALCA y los teatros de operaciones militares tienen como fin institucionalizar los instrumentos de control en la región; acentuar el saqueo de los recursos naturales; extender el libre flujo de capitales, pero impidiendo el flujo del mercado laboral; destruir la incipiente estructura industrial productiva de la región, privatizar el petróleo, el agua y la biodiversidad; mantener el control de la inversión científica; ofrecer a las compañías multinacionales y la banca estadounidense acceso incontrolado a los mercados, las materias primas y la mano de obra, mientras se limita la penetración europea, japonesa y china. En definitiva, un asalto en toda regla a las economías y los estados nacionales de América Latina.
Lamentablemente los compromisos que muchos de los gobiernos en América Latina tienen con los EE.UU., y con sus piezas claves en la economía, como el Fondo Monetario Internacional o el Banco Mundial hace que, de ordinario, sigan servilmente las directrices del imperio tanto en economía como en los foros internacionales, proporcionando fuerzas nominales para sus acciones intervencionistas, y con ello, una cobertura de legalidad para lo que en realidad son acciones unilaterales. El feroz ataque que ha sufrido, hasta rendirlo, el Secretario General de la ONU, Mr. Koffi Annan, es una prueba de qué, quien disienta de las posiciones del imperio debe atenerse a las consecuencias. La mayoría de nuestras economías tienen tan alto grado de dependencia que no se atreven a molestar al gigante por temor a las represalias.
El ALCA mismo es una iniciativa unilateral de los Estado Unidos a la cual se “invitó” a los regímenes subordinados de la región. El espectáculo reciente de los 6 presidentes centroamericanos, más el de República Dominicana, en la puerta de la Casa Blanca, con el emperador al frente dirigiendo la orquesta, y los gestos de asentimiento orgásmico de los seis payasos fue doloroso y triste para cualquier observador con medio gramo de dignidad. La rueda de prensa ofrecida por los “seis de la vergüenza” evidenció como sus pueblos no habían sido consultados, llegando a admitir que la consulta podría verse “perturbada” por las condiciones sociales explosivas en la región y propiciar el renacimiento de alternativas nacionalistas y socialistas. Es decir, o se acepta lo que propone el amo, o se será víctima de la doctrina económica y militar de Washington, con sus amenazas de intervenciones violentas, su presencia militar y las demandas de pago y ajustes del FMI o el Banco Mundial.
Para enfrentar esta amenaza cierta nuestros pueblos tienen como alternativa la unión. A pesar de su inmenso poderío, Estado Unidos no tiene aliados fuertes o incondicionales. La invasión a Irak lo puso en evidencia. Hay que forzarlos a no elegir la víctima bajo la indiferencia cómplice de los vecinos. Deben verse obligados a actuar contra un bloque unido. No será fácil, pero… ¿Quién dijo que las grandes acciones son fáciles? Debemos explotar las propias contradicciones del imperio neoliberal. La aplicación pacífica y suave del neoliberalismo a escala planetaria ha fracasado, de allí que Estado Unidos se haya visto obligado a adelantar políticas unilaterales violentas, aunque esto haya significado enfrentarse a antiguos aliados o violar el derecho internacional que siempre dijo defender. Hoy por hoy, y cada vez más, Estado Unidos es una potencia que ha perdido las banderas que le permitieron exhibirse ante el mundo como el defensor de la democracia o la libertad, especialmente después de desaparecida la Unión Soviética y con ella el campo socialista del este europeo. Hoy, más que nunca antes, Estado Unidos es un imperio inmoral.
Lo que está sucediendo en el continente euroasiático es de enorme importancia para la construcción de un bloque de poder latinoamericano. Allí los Estado Unidos se están viendo obligados a intervenir en franca competencia con aliados como la Unión Europea. Otra contradicción que debe obrar en nuestro beneficio. A esta competencia se añade el hecho de que el grado de control de la superpotencia en los asuntos internos de los gigantes de la región es prácticamente nulo. China, Rusia, India e Irán les resultan difíciles a sus penetraciones, por más que hayan obtenido algunos éxitos parciales. El recrudecimiento de las contradicciones en esta región no permitirá que pueda concentrarse en su “patio trasero” con la tranquilidad que demandaría una respuesta unitaria de la región.
La administración Bush y su grupo de halcones, representantes de la industria militar y petrolera se plantea un conflicto de larga duración hasta alcanzar, -al menos eso pretende- la aceptación de su presencia militar en cualquier región del mundo. Para hacerlo ya ha mostrado el fondo de su estrategia. Por ejemplo, en la guerra fruto de los acontecimientos del 11 de septiembre, primero removieron el avispero de los Balcanes euroasiáticos bombardeando Afganistán, consiguieron actos de rebelión de los musulmanes vecinos y al final se presentaron como los únicos capaces de mantener la estabilidad. En otras palabras, enferman al paciente y luego se aparecen con el hospital de campaña.
Estados Unidos ya demostró la eficacia de estas estrategias algo antes en Kosovo. También allí se fabricó un conflicto y después se tomaron los atajos más convenientes para hacerse presente en zonas que de ordinario estarían fuera de su área de acción. El temor a esta política de los Estados Unidos podría hacer de Europa un potencial aliado, al menos en el ámbito de los organismos internacionales, en las luchas por un polo de poder y respeto para América Latina. La imposición de una hegemonía estadounidense por décadas, impuesta sobre la fuerza militar representa una fuerte contradicción entre Estados Unidos y sus actuales socios.
En nuestra unión y el aprovechamiento de las contradicciones de Estados Unidos está nuestra posibilidad de éxito. Estados Unidos sigue siendo un inmenso poder. Un poder que hoy le está costando mantener en ese estadio de supremacía. Existen en el mundo nuevos bloques que progresivamente toman fuerza y qué, con seguridad entrarán progresivamente en confrontación con las pretensiones de hegemonía permanente de los Estado Unidos. En ese tablero de ajedrez mundial es que el proyecto de la Patria Grande debe jugar su baza. No es exagerado decir que la ocasión la pintan calva, que es ahora o quizás nunca.
O nos abrimos paso con voz y fuerzas propias en este concierto o el siglo XXI no será el de nuestro hundimiento sino el de nuestra desaparición como naciones independientes. Estados Unidos seguirá siendo por unos años más un poder hegemónico, su decadencia será posible sólo si el resto de los países se unen para independizarse de él. Vivimos una crisis histórica sin precedentes con desempleo, pobreza crónica, conflictos regionales políticos, militares y sociales, destrucción del ecosistema, etc., todo bajo la égida del neoliberalismo y el mundo del libre comercio. Hemos arribado a un mundo en guerra permanente. Un mundo en el cual los únicos ganadores han sido los mega-monopolios mediáticos, una reducida plutocracia universal y los perros de la guerra. Damos el paso adelante por reivindicar un lugar de dignidad en este planeta o lo perdemos todo.
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