Papel de trabajo presentado en la sede de la
Vice-presidencia de la República Bolivariana
de Venezuela el día martes 21 de junio de
2005 ante diversos funcionarios públicos.
Saludamos todo esfuerzo referido a la superación de obstáculos o retos en la profundización de la revolución bolivariana. Saludamos el gesto de inventariar que supone el proceso de caracterización, diagnóstico, jerarquización, descarte y re-conocimiento de lo real, como consideración previa y necesaria para cualquier esfuerzo trascendental. Así, cuando acordamos que la superación de la corrupción y el ejercicio de la contraloría social (entre otros), son aspectos esenciales, para el despliegue de la democracia bolivariana, no estamos más que valorizando debilidades y fortalezas de un hecho incuestionable: La Democracia Bolivariana entrampada bajo la maraña de códigos, vicios, costumbres, formas y estructuras que sustentaron a la democracia representativa y que hoy limitan el desarrollo de la Democracia Participativa, Popular y Protagónica.
La corrupción es inherente al Estado Capitalista y su apariencia Democrática Representativa porque en la propia lógica de ese sistema, en ese continuo ejercicio de delegatura de representación, de ilimitado abuso del poder sea desde una simple alcabala móvil en cualquier carretera del país, hasta la propia dirección de un Ministerio o Congreso Nacional, el principio de autoridad se disuelve, rigiendo entonces una perversa dinámica según la cercanía que se tenga con los centros de poder o donde se genera poder. Ya no será el título o la experiencia lo que prive en la toma de una decisión, sino el compadrazgo o amiguismo de infancia que delimita el acceso a la dadiva gubernamental o al mismo favor empresarial privado. Ciertamente la invocación a la honestidad era un mal augurio comunicacional y existencial en la Democracia Representativa.
Nuestra Democracia Participativa, Popular y Protagónica poco a poco, en términos de ineficacia, amiguismo y corrupción, se viene pareciendo a la Democracia Representativa “puntofijista”. Riñéndose con la idea de democracia, justicia, equidad o desprendimiento de los actores llamados a ejercer la política; administrar la decisión depositada por sus electores o la propia confianza del Presidente Chávez. Hay una continuación en la Democracia Protagónica de vicios y taras de la cuarta república, tales como: presencia como langostas de familiares, amigos y conocidos de altos jefes “revolucionarios” en la institución dirigida por él; uso y abuso de recursos del Estado para la complacencia de muchachos malcriados o amigos del exterior; cambio radical de modos, gustos, necesidades y estatus social de altos y hasta medios funcionarios públicos; groseras inversiones en el cambio de mobiliario, oficinas, vehículos de altos funcionarios, escoltas (mientras mas abusivas mejor); desempeño en un cargo público con el único objeto de enriquecerse, hacer gala de ello y no resolver los problemas de quienes, teóricamente son los afectados por el despacho en cuestión. Pero no solo en este zafarrancho de corruptela se parecen la cuarta y la quinta república, también son similares en que no existen detenidos o castigos ejemplares para aquellos que abusan en el uso del bien público; que adquieren propiedades (por intermedio de terceros) sin recato ni medida alguna; seres que olvidan, que una simple celebración de cumpleaños a un costo de uno, dos o tres millones de bolívares, para un mesonero que sobrevive con un salario mínimo, es una grosería; individuos premiados luego de una nefasta gestión con un cargo de mayor monta. Esto es, tanto la cuarta como la quinta son respetuosas de la impunidad.
De esta forma, el carácter participativo y protagónico de la actual democracia va quedando solo para su mención en actos conmemorativos, mientras la corrupción e impunidad de antaño se enseñorean y marcan la pauta en términos de seudo-cultura y regla básica para la convivencia entre destacados dirigentes del proceso jóvenes y viejos, industriales, conspiradores, contratistas y empresarios. Detentan pues estos adefesios importante rol en la Venezuela Bolivariana, casi superior al representado en la no tan lejana era del puntofijismo. Rige, como una sagrada tensión; el cuánto hay pa’eso; acuérdate del cámara y no te olvides de los amigos, detrás de iniciativas, actos y políticas, que mientras mas democráticas sean en la intención, mas amorales terminan siendo en la ejecución. Generándose un formidable caldo de cultivo donde el ser corrupto, parecerlo o tener un amigo, jefe o familiar sospechoso de corrupción son gajes de la vida pública y parte del “sacrificio” del funcionario público.
Los estilos y prácticas de la vieja política, de una deficiente comprensión del arte de la política y de un sistema de valores corroídos, han configurado un conglomerado social que tiene acceso al poder; que practica la recomendación y el clientelismo; que ejercita la corrupción y se beneficia de la impunidad. Un grupo de individuos, que independientemente de sus alharacas bolivarianas y revolucionarias, son mas una banda de malhechores que de ciudadanos o compatriotas administrando con honestidad, sacrificios y desprendimientos la riqueza nacional en función de un futuro mejor para el pueblo venezolano. En ese escenario, una desvalida y minusválida Contraloría Social pretende hacerse sentir, mientras el mas abusivo descontrol político, ideológico y social impera en el entorno gubernamental y empresarial.
De manera que, ejercer la Contraloría Social, desalojar la corrupción e ineficacia de las instituciones públicas y practicar la Democracia Participativa, Popular y Protagónica, es imposible si antes no se cumple con un requisito previo: la caracterización del sujeto llamado a ser protagonista de ese proceso y de las instituciones que favorezcan mas la transparencia que la trampa; la eficacia que la ineficacia; el respeto que los padrinazgos. Así, los Retos de la Democracia Bolivariana: la Corrupción y el Papel de la Contraloría Social, es al fin y al cabo el problema del hombre o mujer, su formación y valores, y las estructuras de ejercicio del poder, su lógica y funcionabilidad. No hay fin de la corrupción y vigencia de la contraloría social, si no existen canales, prácticas y reflexiones sobre los valores, el respeto, la dignidad, y a su vez, la instrumentalización de campañas que denuncien las consecuencias perversas de estos males políticos, económicos y sociales. En esta lucha, es importantísimo la generación de una subjetividad, de una cultura del desprendimiento y del rechazo al lucro, al materialismo. Así como, y es lo mas inmediato que podemos realizar, la democratización y ejercicio de la Inteligencia Social, como paso previo para cualquier intento de Contraloría Social, de lo contrario ésta sería una manera mas de engordar, inmunizar y fortalecer la impunidad. Pues, nada extraño sería, que sin la aprehensión necesaria, un día amanezcamos con un Ministerio o Misión de la Contraloría Social conformado por una Pléyada de individuos de conductas nada probas y con un catajarro de diplomas y reconocimiento para destacados depredadores del erario nacional.
La ineficacia, corrupción e impunidad como problema colectivo, social y público, requiere de una respuesta eficaz que solo es posible si se asume como un problema de Estado, que involucre al gobierno, la sociedad, la familia, la mujer y el hombre venezolano; política que impulse medidas de carácter estadal, gubernamental, social e individual, proveyendo a la sociedad de suficientes instrumentos conceptuales que le permita al individuo o grupo social ubicar, inventariar y sistematizar adecuadamente cualquier indicio de enriquecimiento ilícito o corrupción, sus antecedentes, actores y consecuencias, sin que ello signifique la renuncia como Estado y gobierno a jugar el rol que las leyes le otorgan. Es también, la consideración de la conducta y actuación individual como factores fundamentales al momento de valorar las consecuencias y estragos que la mala práctica gerencial o política impone. Así, la lucha contra la corrupción y el ejercicio de la Contraloría Social necesariamente tendrán que alcanzar la estatura de lo integral en el tiempo y en el espacio; en las causas y en las consecuencias; en lo individual y en lo colectivo; desde la dirección del ministerio hasta la condición de usuario; en los medios de comunicación de masas y en el aula de clase; en la fundación o empresa del Estado. En fin, la confrontación a la corrupción, ineficacia e impunidad es la dignificación de la vida expresada en la cotidianidad del trabajo, de la comunidad, del centro de estudio y del lugar de esparcimiento. De donde, todo lo expuesto ha de colocarnos ante la impostergable valoración de aspectos o problemas como:
.- La siembra y posterior cosecha de una nueva cultura política con su correspondiente tabla de valores, incluido la revalorización de la vida pública; redefinición de ideas o conceptos referidos al éxito en la vida, la auto-realización, el ser victorioso, entre otros requiere de años o décadas, que nadie mienta con soluciones inmediatas; Lo cual no impide la implementación de medidas pedagógicas, dignas y hasta de sentido común referidas al poder público, al ingreso y modo de vida de diputados, presidentes de empresas del Estado, además del amplio margen para la recomendación, el abuso de poder y la competencia malsana en el ámbito de lo social.
.- Confrontar cualquier intento por simplificar el problema de la corrupción. Todo ese arsenal según el cual este problema es reflejo de la sicología del español que nos colonizó; que somos flojos o vividores por naturaleza y que todo ello configura una práctica inherente al poder público y al liderazgo; o que la corrupción es una desviación técnica que se resuelve simplemente con un acuerdo o voluntad gerencial, todo lo cual oculta el que este es un problema de magnitudes incalculables y solo se atenuará en la medida que exista una efectiva actitud dirigida a revindicar el respeto y la equidad, alentado por campañas propagandísticas y la difusión de cánones de conductas apegadas al respeto de lo público, la militancia con lo honesto y la reivindicación de una rica vida espiritual en el marco de la mayor sencillez material.
-No olvidar, en una campaña contra la corrupción y por la soberanía nacional, el castigo ejemplar, la represión mas dura e inclemente, sin contemplación alguna por razones de familiaridad, partidistas, amiguismos o servicios prestados en casos ejemplares. El potencial corrupto debe aprender que aquello que no practica por amor, se respeta por temor al prójimo; a la creatividad popular, a esa sabiduría que desmantela al engaño y educa con la sanción.
.- La gobernabilidad y sobre todo, gobernabilidad en transición es un importante ambiente para las prácticas dañinas, que al no estar sujetas a efectiva vigilancia ni presión pública, abre las puertas para lo peor del régimen anterior. Un sencillo ejercicio investigativo podría con toda facilidad mostrarnos como detrás de un alto o medio dirigente del proceso se encuentra un individuo o grupos de individuos que los “adoctrinan” en las mejores prácticas para ser un eficiente burócrata de la revolución. Todo lo cual es factible porque además de la poca práctica administrativa y gubernamental de un buen número de ejecutivos públicos nuevos, existe también un pesado halo de prepotencia, ningún sentido de la auto-evaluación y menos aún el reconocimiento de errores cometido en desmedro de la población.
.- No olvidemos que lo trágico de la corrupción o ineficacia no esta, en la cuantía de recursos que se pierde o roban unos cuantos sujetos, su mayor peligro reside en el ejercito de incrédulos, engañados, impotentes que día a día se descubren a si mismos como burlados, pero que poco a poco, y mas en el marco de esta Democracia Protagónica y Participativa, tienden hacia formas de auto-organización y toma de la justicia por sus propias manos. Debemos evitar que nuestra sociedad toda se convierta en un gran tribunal donde pagan justos e imponen condenas hombres y mujeres sin ningún conocimiento del debido proceso o necesidad de probar la culpabilidad del indiciado.
.- Otro aspecto gravísimo de la corrupción e impunidad es que ellas se ejercitan, en primera instancia, en el propio seno de la familia, luego en el gremio profesional, después en el grupo social o político al cual se pertenezca y por último, cuando la enfermedad a tomado todo el cuerpo y otros sectores igual de corruptos se sienten fuera de juego, la denuncia se hace pública, espectáculo de un día que se disuelve en el despliegue de la cotidianidad.
.- Importa mucho la política formativa, un aula abierta contra la corrupción, un análisis televisivo que descanse en un programa con formato de charlas, entrevistas, documentales de casos de la vida real referidos a las consecuencias de la corrupción y mucho material didáctico, una especie de curso para la formación de ciudadanía como paso previo para la verdadera transformación social. Una forma de instituir nuevos valores es también el reconocimiento a personalidades e instituciones que de forma indiscutible sean pruebas vivientes, por sus obras, de desprendimiento, respeto, sencillez, solidaridad.
negrohereje@hotmail.com
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