(y la racistadescendencia)

Recordando la afrodescendencia

A veces nos asalta la sorpresa de como algunos pretenden adornar la discriminación, la hipocresía, bien afinada de: En Venezuela no somos racistas, a pesar de que desde que tenemos uso de razón, aquellos que somos un poco mas oscuros que otros, vivimos el acompañamiento de una culpa inesperada e inexplicable. Pero ¡en Venezuela no hay racismo! aunque en las plantas televisivas, incluidas las del gobierno bolivariano, la presencia de blancos y mestizos jalando a europeo, supera con creces la presencia afrodescendiente y ni hablar de los amerindios. En Venezuela no somos racistas, entonces observen la composición del ejecutivo nacional, regional y municipal y respóndanse esta interrogante: ¿Se constata ese 10% de negros, el 67% de mestizos, 21% de blancos y 2% de amerindios en la Asamblea Nacional y en los entes antes mencionados?

Sin lugar a dudas formamos parte de un mundo racista, en el cual lo bello en el físico, pasa por su semejanza o no con lo anglosajón, con esa imagen del Cristo rubio. Somos un grupo social, donde es común la reivindicación de algún lejano descendiente blanco, europeo o rico, en un núcleo familiar negro y pobre, pero nunca lo contrario. Somos una nación donde las cárceles nos dicen, con su población penal de casi 60% de negros, que la discriminación racial funciona, ayudada por una publicidad recordándonos que nuestros hijos son los muchachitos Gerber, las mises parecen griegas y quienes adquieren tarjetas de créditos o van a los bancos son clones de empresarios anglosajones exitosos; así como el plantel de locutores, animadores, retrasados mentales, payasos y presentadores (as) de la televisión, reafirma que la composición racial en las cárceles pertenece a un mundo radicalmente diferente al de “nuestra” televisión. Sin embargo, todo lo antes expuesto es suave, en comparación de esa lata de agua mil veces vertida: ¡es tan linda que parece blanca!; ¡él es mi novio, es muy inteligente!; ¡imagínate, su mamá es una rubia!; ¡tuvo un niño precioso, tiene los ojos azules!

Pero no nos metamos coba, ese racismo esta consustanciado con el sistema económico-social mil veces denunciado –el capitalismo-: el protagonismo mancillado del negro (a) es proporcionalmente igual a la participación de éste (a) en el proceso productivo, es una radiografía del lugar que ocupa y los grados de subyugación y discriminación en que se encuentran el hombre y la mujer negra. Buen ejemplo de lo indicado lo tenemos en la composición de los colegios de médicos, arquitectos, odontólogos, psicólogos y periodistas, entre otros, en los cuales los pocos negros existentes tiritan de blanco. Y ni hablar de instituciones como el Consejo de la Judicatura; la Defensoría del Pueblo; la Fiscalía General de la República; la Contraloría y Procuraduría General de la República o nuestro plantel de Embajadores. El racismo y la discriminación es la constatación de la existencia de una sociedad de clases, de explotadores blancos o trigueños tirando a blancos, de incluidos, preferidos, ayudados, revindicados, alcahueteados por una parte y por la otra; explotados negros o trigueños tirando a negros, marginados, atropellados, sometidos, maltratados, postergados, excluidos tal como exige la lógica del capital y sus adoradores lo practican.
Así, el racismo es un problema económico en primera instancia que luego alcanza expresión en lo estético, ideológico-político y cultural: vuelve el viejo Marx con el ser social determina la conciencia social y, agregamos, el estatus social. Esto es, si eres un sometido económica y socialmente, serás un discriminado ideológica, políticamente y culturalmente. Todo lo cual hace que el racismo se de la mano con el machismo y su prima-hermana la discriminación. Es la misma condicionante ideológica-social, que conduce al líder bolivariano a lavarse desesperadamente las manos luego de abrazar el muchachito pasado de trigueño y de hambre en Petare; gesto similar al practicado por los Salas Romer, Eduardo Fernández o Antonio Ledezma en sus mejores tiempos. El racismo no reconoce patria ni militancia, porque él mismo es uno de los hijos predilectos de la dominación y mucha de la dirigencia reconocida, revolucionaria o no, jala mas hacia el Capital que hacia el Trabajo, es parte del proceso de transito de la revolución bolivariana.

Sin embargo, la excepción hace la norma; váyase con la familia incluida a observar una competencia de béisbol, básquet, atletismo o voleibol y observará como existe una respetable correspondencia entre las cifras estadísticas de la población, según la pigmentación de la piel y la integración de los equipos señalados (casi 70% de mestizos-negros y algo así como 25% de mestizos blancos). Esto no dice, como algunos racistas reincidentes opinan; “es que los negros son más aptos para el deporte”, no, esto lo que indica es que en la medida que exista un mayor respeto por la igualdad de condiciones para la participación, la sana competencia y desarrollo en un oficio o disciplina dada, en esa misma medida se expresará la composición racial de esa sociedad. Sencillo amigos, el deporte en general goza, a diferencia de otros quehaceres de la vida, de un tratamiento económico-financiero “especial”: como quien dice, te interesa que un hombre batee jonrones, no su color de piel; que meta goles no que sea rubio. Parecido al caso del deporte es el de la música y el canto. Observe como la representación de artistas y cantantes, sobre todo populares, en nuestro país, es un fiel reflejo de ese alegre mestizaje que nos caracteriza.

Para finalizar, vea lo tramposo y paradójico del racismo; si usted quiere en esta sociedad de la discriminación, encontrar negros, negras, indias e indios protagonizando procesos vaya a una comunidad afrodescendiente o a un asentamiento indígena y, seguramente, será testigo de como, el negro, la negra, la india o el indio que lidere o que los medios de comunicación locales promuevan, tendrá evidentes rasgos “occidentales” o sea, serán los mas “bonitos” o “bonitas”. Ojo, no apostamos por un endo-racismo, solo reivindicamos la necesaria denuncia que devela el ocultamiento de la fuerza y poder del mestizaje que somos; ocultamiento que también persigue desdibujarnos la realidad del control y posicionamiento de los medios de producción y reproducción de valores y estética en manos de individuos de mentalidad europeístas y pro-imperialistas, además de esa subjetividad contrabandeada, que no perdona grados de pigmentación y que tercamente tiende a blanquearnos. Es tal la complejidad e interiorización de este asunto, que hasta la memoria en su “imparcialidad” es racista y discriminatoria. El recuerdo o no recuerdo es su mejor instrumento: ejercítese ¿cuántos negros o negras recuerda como mejores amigos(as) en el transcurso de su vida?

P.D. Una amiga, luego de leer el borrador de este artículo murmuro: ¡Negro tenías que ser para escribir esas vaínas...! por cierto, a su mamá la llamaban la señora Forro e’urna.

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Luis Villafaña/ M13A-PNA


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