Resulta natural que se identifique al enemigo por su imagen visible. De este modo, cuanto proceso de justicia y soberanía se ha producido en nuestra América ha recibido el ataque del poder imperial estadounidense materializado en su gobierno y agencias del terror. De igual forma, en Venezuela tendemos a centrar nuestra atención en los factores más visibles: Medios de desinformación, periodistas palangreros o lidercillos políticos urgidos de dinero y figuración. Lo cierto es qué, detrás de estos payasos por encargo están, invisibles, los verdaderos amos del circo.
Los dueños del guiñol, los manipuladores de los hilos, logran mantenerse a salvo de miradas comprometedoras. No rinden cuenta a nadie por sus desaguisados. Mal que bien, tanto el gobierno de los EE.UU., en la forma de responsabilidad pública y comparecencia ante sus electores, como los medios en Venezuela pagando el alto precio de la incredulidad y el desprestigio, pagan por sus desenfrenos. Los empresarios, esos dueños de las grandes empresas transnacionales, esa plutocracia todopoderosa, no asumen ninguna responsabilidad por los crímenes que sus mandaderos ejecutan por instrucciones suyas.
Es fácil ver, detrás del genocidio y culturicidio ejecutado en Iraq la mano del loco, integrista y fanático de Mr. Bush. Sin embargo, la invasión a Iraq, la destrucción de toda su infraestructura y su posterior reconstrucción no fue planificada en la Casa Blanca, realmente esos planes se forjaron en las oficinas ejecutivas de grandes compañías trasnacionales. Del mismo modo que ya se ha planificado el futuro de destrucción y reconstrucción de al menos 25 países del mundo. Igual ocurre con la conspiración mediática en Venezuela. Tendemos a centrar la atención en personajillos como Miguel Enrique Otero, Andrés Mata, Alberto Federico Ravell, Marcel Granier o los chocarreros tercerones como Leopoldo Castillo o Miguel Ángel Rodríguez. Detrás de ellos están los verdaderos inspiradores, los financistas, los generosos mecenas, los que pagan con pautas publicitarias la permanencia de estos espacios vivos, sólo qué, hasta ahora, no son identificados claramente, no han sido denunciados y puestos en evidencia ante el pueblo.
El descaro de esta plutocracia es tal, que resulta familiar verlos en ruedas de negocios o transmisiones desde Miraflores recibiendo felicitaciones y oportunidades de negocio del mismo gobierno que se empeñan en derrocar. Allí estaban en la reunión con los banqueros, Escotet o Mezherane, el uno, primera pauta publicitaria y el otro máximo accionista de Globoterror. Igual hemos visto algunos de estos industriales y comerciantes haciendo negocios con PDVSA, la misma contra la que financian el ataque más brutal desde los medios y programas sostenidos por sus pautas publicitarias.
Bush, la CIA y todos los demás sólo fueron mandaderos de ocasión y cierto privilegio en la destrucción de Iraq. Hoy lo son, en primera escala, en la conspiración contra la Revolución Bolivariana. Algunos de los grandes empresarios criollos lo son por delegación. Medios, periodistas, políticos y expertos en cuanta cosa se les ocurra lo son, de tercera o cuarta categoría de los dueños del juego en la pretendida destrucción de la soberanía venezolana. Reconocerlos, exponerlos a la sanción pública, denunciarlos ante el pueblo hasta hacerlos sentir que se están haciendo visibles es una tarea de urgencia. Fijarnos más en los anunciantes de estos programas televisivos, radiales, o pasquines, nos será más útil para identificar al verdadero enemigo y cerrarle el paso. Al menos, para despojarlos del manto de invisibilidad bajo el cual planifican, manipulan y engañan. Estoy persuadido de qué, tan acomodados a la impunidad total, el reconocimiento les haría sino reflexionar, al menos pensarlo mejor. A la luz se ven mejor las caras y las intenciones
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