La saña que causó la herida de la nación

El candidato cínico y sus padrinos (los terrofagos, la burguesía parasitaria, la  élite  de la PDVSA que nunca fue del pueblo,  los tecnócratas  de todo tipo,   los operadores políticos que ya no dan el ancho, la clase imperial y el poder global)  asumieron que pueden anular el hecho de que la saña  que causó la herida  de la nación, puede curarla.

La saña  saca cuentas sobre su próxima derrota. Tienta una violencia interna. Y como saben que la construcción del poder del pueblo no tiene límites, perciben las elecciones del 07 de octubre como una cuestión, que para la derecha es de vida o muerte. Y en toda lucha a muerte está en juego la eficacia política de posiciones extremas.

Y en su exceso, circulan rabiosamente la figura de un candidato  que se presenta como un narrador inocente. El desplazamiento (obligado por la politización de izquierda del pueblo venezolano),  de fiero guarimbero, desmedido  represor en los instantes cuando creyeron  aquello del “mandado está hecho, de Chávez pan comido y hasta aquí llegaron porque con este golpe militar los jodimos” a   capriles radonsky “progresista”,  a “flaquito” lastimero, más que  un asunto de palabras y de las posibilidades de encubrir un discurso de derecha, es ante todo la trama de cómo la saña “monta” la intriga de siempre contra la Patria. 

Entonces, el candidato cínico busca desesperadamente, en su crisis de investidura, el discurso político-electoral imposible para desmontar y descuadrar al pueblo venezolano. Y está negado a reconocer  el dato registrado en la calle,  en las encuestas, en la conversa diaria, que él no es la imagen de la esperanza de la patria del pueblo venezolano. Que él no tiene el tesoro que las venezolanas y los venezolanos queremos y deseamos para la Patria.

La campaña electoral está en “la previa del partido”  y ya capriles radonsky boqueando, exhausto,   busca no un segundo aire, sino aire propiamente dicho.

Todo indica que capriles, derrotado desde ya, no va a decir: está muy bien Chávez, el mandato es vuestro…muy bien pueblo venezolano, has decidido. De otra manera, para el majunche, tal como reza en los manuales de la democracia conservadora:

“Las elecciones no tienen como resultado gobiernos democráticos…las  elecciones en sí mismas no constituyen el logro fundamental de una democracia auténtica…la democracia no hace probable la paz.” 

Poco queda, ya no da el tiempo: y el candidato de la derecha y del orden imperial ni convence ni vence. La saña intenta apurar el paso, y  a pocos días de la fecha en que se decide todo o casi todo, vanamente se moviliza mediáticamente para demostrar que:

Su marketing electoral tiene la clave para movilizar y catalizar el retorno al pasado de ignominia y opresión.

Poseen el “punch”, el alcance, la trampa para despolitizar al pueblo chavista.

Pueden ajustarle las  cuentas al proceso de subjetivación política que todos conocemos como el chavismo.

Exceso de promesas, no de ilusiones. Modos de un operador político  (capriles, fundido por sus fallas y faltas)  inhabilitado para rehacer el credo neoliberal y el dominio ideológico  de la oligarquía criolla,  que en su fallido mimetismo ( nada de izquierda, ni de derecha, la operación clave de los Clinton/Obama, los Blair  y los Hollande, al servicio del “capitalismo benigno” que destruye al planeta Tierra y asola la humanidad), no puede apropiarse de la palabra del otro, de Chávez.

Exceso de desesperación estéril.  Figura social carente de la llama sagrada.

Nada de alucinaciones. Nada de aquello que cualquier parecido con  la realidad es pura coincidencia. La cosa es   la crisis terminal y estructural del capitalismo tardío, la  demasiada desmesura de JJ Rendón, Uribe  y los asesores gringos  que lo tienen “abollao”.

Y la MUD impotente, inhabilitada e incapacitada. Retazos de la frágil alianza opositora volatilizan el campo político de la derecha y la oligarquía criolla:

¡Ay carajo!  En términos electorales poco queda  del anacrónico enunciado  progresista de derecha (el capitalismo popular de Emeterio Gómez y María Corina), que es imposible en los tiempos del capitalismo tardío y sus excesos de crisis,  de dictadura de los amos de las finanzas y los señores de la guerra.

“Abollao en marzo”, dijo colérico el guarimbero de oficio; “me huele que no tiene oficio” precisa su pareja más condolida que rabiosa. “No hay campaña electoral que valga, capriles no es serio”, lacónica sentencia y entre dientes del señor  que vendió las frutas.

“Abollaos” a escasos días del 07 de octubre.  Y por eso peligrosos.

La ficción de las expectativas promovidas por la derecha y su apadrinado, hace crisis: y puede ser que a punta de violencia,  intenten ahogar la verdad de la decisión democrática del pueblo. El payaso, con su máscara, tienta eso del desafío total frente a su derrota total, se enfoca con su odio de clase hacia un objetivo que pueda significar el colapso integral de la oligarquía criolla y sus sucedáneos.

Efectivamente, sobran los hechos y las razones, para el odio y la violencia de quienes se cebaron contra la vida de la Patria. Hechos y razones que son el mismísimo sentido de la Revolución Bolivariana:

La democracia ya no es, en la Venezuela de hoy, el régimen formal oligárquico que gobierna a nombre del pueblo.  Nuestra democracia es un proceso de pensar y hacer orientado al socialismo fundamentado en el poder del pueblo. Proceso  que asume  los actos revolucionarios que superan la lógica del capital y el modo de vida capitalista:

Los chavistas, la izquierda venezolana, el movimiento popular, tienen que hacerse cargo de la sentencia de Walter Benjamín (del  Ángel inolvidable): “Cada ascenso del fascismo da testimonio de una revolución fallida”. Fallo, fracaso que en sentido estricto  es evidencia o demostración del limitado alcance del proyecto o los proyectos de las izquierdas.

De la iniciativa política se trata.   Si la derecha se pasa de la raya, si la derecha asoma la más mínima intención de generar una nueva crisis, entonces hay que ganar la batalla en ese terreno. Es en las crisis, donde se decide todo o casi todo. De aquí al 07 de octubre hay un trayecto de aproximación gradual a un punto crítico (y de inflexión). Entonces, la cuestión es quien decide la prioridad, si resuelve el pueblo chavista o la derecha pasa a la ofensiva. El chavismo no tiene de otra: cualquier envite de fuerza, desde la derecha, es un desafío que debe ser asumido con rigor y coherencia.

La cuestión fundamental  no es, de ningún modo, que el colapso político-electoral de los enemigos del pueblo venezolano pueda dar lugar a una coyuntura signada por la violencia. Esa posible coyuntura tiene por contrapelo, desde el chavismo, no simplemente la derrota de las fuerzas reaccionarias y neofascistas que impida un estado de guerra civil. De lo que se trata es  que tal derrota se articule con la construcción de una hegemonía popular de largo aliento.

La política de la derecha siempre ha dependido de un frágil asidero: su apelación sintomática a un discurso “democrático”. En ello no hay de novedoso: desde siempre la legitimidad del orden del capital  depende de la inconsistente relación capitalismo-democracia.  En el caso del capitalismo tardío, del orden capitalista global, tal relación  ya no tiene el “estatus” de una farsa (la democracia representativa, el mandato liberal burgués), porque ese vínculo está totalmente fracturado. Si la derecha, la saña que causó la herida de la nación,  decide continuar  pasándose  de la raya, si apela a la violencia, ante los resultados del 07 de octubre,  hará implosión su “odio” a la democracia. Y esa implosión del progresismo obligado  de la oligarquía criolla se constituirá en la verdadera crisis. Ya no será verdad esa conseja de ciertas corrientes posmodernas que se dicen de izquierda, según las cuales en la “democracia” los antagonismos sociales pierden toda radicalidad, que la lucha de clases es sometida por el pluralismo democrático. O por el consensual “agonismo político”, tan a gusto de la izquierda que ya no está a la izquierda y que forma parte de las dos derechas.

Y entonces, es otra cuestión cuando la posible violencia de la derecha haga evidente que no  acatan los resultados electorales e impugnen la decisión del pueblo.

En ese caso de fragilidad absoluta para la oligarquía criolla y la elite imperial (ya que en ese campo  se hace evidente que entre política y democracia se ha producido una decisiva ruptura), es demasiado simple pensar y creer que la hegemonía del pueblo, del chavismo es la resultante de un consenso (la objetividad imparcial)  o de una política consensual al estilo de Habermas… esto es de la izquierda que no está a la izquierda. Y menos es cierta esa idea de la ideología en términos de “que no saben lo que hacen”.  Pues la saña de la herida, sabe lo que hace “y aun lo hace”.

En una coyuntura o momento histórico de crisis generalizada del capitalismo tardío (crisis estructural y terminal que en sentido estricto no es lo mismo que crisis del neoliberalismo), de desarticulación violenta y extrema del Estado de bienestar (un conjunto de países europeos constituyen casos emblemáticos),  por el poder capitalista global (del principio de que la ideología de dominación, necesariamente debe integrar “demandas populares”) el candidato cínico y sus padrinos apelan a un discurso político salpicado por  “intereses” “propios” del pueblo, de la mayoría nacional. Ese discurso ya pasó por la prueba del ácido. Ellos lo saben: su desplazamiento de la lucha de clases no es operativo, ni efectivo. Entonces, quizás visualicen con premura que es el momento de la “ultrapolítica”, de la violencia sin tapujos.

Para el chavismo, para   el poder del pueblo, ante la imposibilidad de que la derecha instrumentalice el alma de la nación, el espíritu emancipado del pueblo venezolano, la cuestión es un doble desempeño: articular la derrota política de la derecha (lo que implica aceptar el desafío de la ultrapolítica) con la democracia que asegure la construcción de una consistente mayoría nacional. La coyuntura post 07 de octubre constituye un momento político para reafirmar el radical desacuerdo entre el pueblo y sus enemigos, entre el orden político capitalista/neoliberal y el socialismo del poder del pueblo.

Y en términos de la ineludible referencia democrática, se impone ratificar un profundo y radical desencuentro:

La referencia democrática (la posibilidad efectiva de construir una mayoría nacional patriótica y socialista) no es, de ninguna manera un conflicto entre dos visiones (exactamente dos campos políticos) de la política democrática.  No estamos en un campo imparcial, neutral u objetivo que da lugar o hace efectivas las diferencias en torno a qué entendemos por democracia.  Antes que todo, la cuestión es que cada esquina política-ideológica, el chavismo y la derecha oligárquica,  no  entienden lo mismo por   referencia democrática o por democracia a secas. Se trata de un conflicto específico que emerge cuando no se dice lo mismo con la palabra o el concepto político de democracia.  Valga el ejemplo: no puede ser  lo mismo, la representatividad política en la sociedad del socialismo como el poder del pueblo (donde no existe propiamente una representación sino una encarnación), que la democracia representativa en la sociedad de las coordenadas de la lógica del capital y el liberalismo formal burgués

El chavismo y la derecha no entienden y asumen lo mismo cuando hablan de la cuestión democrática, o si se prefiere cuando postulan el orden democrático. Para evitar atajos confusos, la querella no es solamente una cuestión relacionada con las palabras y los conceptos. Lo decisivo es la querella en torno al orden político-social y la posición política (¿de clase?) que cada esquina política-ideológica asume. 

Va de esta manera: no existe espacio democrático común  entre el pueblo y  los enemigos del pueblo (la saña que causó la herida de la Patria).  No existe un espacio común, entre otras razones, porque la “democracia” de ellos se impone por la violencia, la democracia como poder del pueblo, se construye y se consolida mediante la paz y la vida en paz, fundada en la igualdad, la justicia y la solidaridad. Como sector social violento, agresivo, no pueden ser recibidos. Como venezolanas y venezolanos  que respeten las diferencias y quieran convivir en paz, serán asumidos como parte de la diversidad que caracteriza a las sociedades democráticas.

A contrapelo del candidato cínico, el pueblo venezolano no quiere progreso,  ya que se moviliza y organiza políticamente  y visualiza las relaciones sociales de vivir bien. Vivir bien que nada tiene que ver con el orden del capital y la racionalidad del capitalismo, vinculada con la violencia de la conquista y la colonización. Vivir bien para desmarcarse del saber- hacer tecnocrático  y de las políticas económicas típicas del credo neoliberal tan propia del majunche.



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Francisco Cedeño Lugo


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