El 3 de julio, el presidente de la República anunciaba a la nación y al mundo que acaso la peor de las endemias, aquella que mantiene en la exclusión necesaria a cuantos la padecen: el analfabetismo, había sido derrotada, al fin, en la Venezuela Bolivariana. Semejante conquista, no sólo para el gobierno revolucionario sino para la humanidad, ha sido ignorada por los medios de desinformación masiva. Un crimen auténtico más que se perpetra contra un pueblo que indemne debe ver como cuatro familias, poderosas en dinero cuanto limitadas en ética, les niega, porque tienen un “contrato”, porque esa es su “línea editorial”, una información que debería colmar los titulares con espíritu de júbilo.
Frente a la libertad de expresión, de suyo individual, puesto que debe ser ejercida con responsabilidad particular, y junto a ella, está en la Constitución Nacional, el derecho a la información oportuna y veraz, un derecho colectivo que cuando se vulnera convierte en víctima a todo el pueblo. Cuanta organización de mampara existe en el mundo ha recibido la permanente denuncia de supuestas violaciones a una libertad de expresión qué, paradójicamente, quienes la denuncian, las presentan por todos los medios a su alcance, que son muchos. No hay una sola denuncia en las mismas instancias que mencione la permanente violación al derecho a la información de todos, groseramente violado por estas mismas “víctimas”.
De ningún modo escribo esto extrañado o sorprendido. El problema no es de ética, ni siquiera fruto de una visión particular de determinados dueños de medios. El asunto se corresponde al cumplimiento, al pie de la letra, de un libreto emanado y pagado por la nación para la que estos medios trabajan: los Estados Unidos. Es sólo una tarea, un trabajito y nada más. Cuando Estados Unidos se propone la extirpación de un ejemplo de dignidad, -la historia está allí con profusión de ejemplos- empieza una guerra propagandística en el ámbito nacional e internacional cuyo objetivo consiste en invisibilizar cualquier logro de la víctima y, por el contrario, hacer presente cuanta pendejada les haga posible destruir y distorsionar su imagen.
En la mañana de hoy, (4 de julio de 2005), las grandes noticias, la realidad del país, según estos medios, es la falta de unos bombillos en el viaducto de la autopista Caracas-La Guaira, la campaña de Tripartito Petkoff, la marcha marchita, -ruidosa y bien amplificada, pero escualídisima- de la histérica Papo y el “cabezón” Pérez, pidiendo la renuncia del Fiscal General, y cuatro zoquetadas más. Ninguna mención de la declaratoria de esta bendita tierra como territorio libre del analfabetismo, o el éxito de las macro ruedas de negocios, o las más de 75 mil cooperativas populares gozando de buena salud, o la marcha exitosa de la Misión Barrio Adentro II y sus centros de atención médica dotados de la última tecnología y totalmente gratuitos, o el control de la inflación en el mes de junio (0.6%), nada de eso es noticia, nada de eso tiene derecho a ser conocido por el pueblo porque unos cuantos mercachifles de la desinformación tienen un “contrato” bien remunerado con el imperio enemigo de la patria en la cual nacieron por más que su corazoncito y sus reales estén en los USA.
Lamentablemente tienen un público cautivo, un sector de venezolanos adicto a sus mentiras, sus apagones informativos y sus gritos estridentes. El resto pareciera cansado de tantas y tan burdas maniobras. La mayoría del pueblo venezolano resiste estoicamente esta agresión diaria. La ha descubierto y se ha inmunizado. De no ser así, no tendría explicación que ese mismo pueblo se conduzca, terca y tenazmente, justo de la forma contraria que estos medios les proponen, elección tras elección. Si en vez de una conspiración contra la propia patria fuera un producto lo que con tanta pasión venden, salvo sus compradores cautivos, aquellos que consumen por acto reflejo, estaríamos ante un pueblo que va y consume exactamente la competencia de cuanto anuncian. ¡Un desastre!
Más bien, lo que llama la atención, es que esta batalla la libra el pueblo venezolano ante el silencio, por lo menos sospechoso, de quienes deberían acompañarlo en esta lucha. Aquellos que tienen la obligación constitucional de hacerlo. Esos que están donde están, gozando de buenas prebendas, porque ese pueblo los puso allí, por las buenas, mediante el voto, y por la suicida, echándose a la calle para reponerlos en sus cargos. Se me ocurre pensar en la Fiscalía General de la República que debe velar por el cumplimiento de la Constitución. CONATEL, que debe velar por el comportamiento de la Radio y la Televisión. La Defensoría del Pueblo… en fin… y ahora…¿Quién podrá defenderme? Lo sabemos, ese Chapulín Colorado que nunca falla, el glorioso pueblo venezolano. ¿Quién más?
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