¿Por qué Cuba no quiere recibir ayuda humanitaria?

Los medios de comunicación europeos están escandalizados con la afirmación
del presidente cubano Fidel Castro de renunciar a la oferta de ayuda
humanitaria procedente de Estados Unidos y Europa tras el paso del ciclón
Dennis. Ningún medio ni analista ha explicado algunos detalles que hay que
conocer sobre ese tipo de ayuda.

Comencemos recordando que a finales de junio del año 2003, la UE decidió
suprimir o disminuir al mínimo lo que calificaban de "ayuda humanitaria" a
Cuba a iniciativa de José María Aznar. Anteriormente había disminuido de los
3'6 millones de dólares del año 2000 a 0'6 del año 2002. La media, antes de
la suspensión, en el periodo 2000-2003 era de 4'2 millones al año. Hay que
recordar también que entre noviembre del 2001 y octubre del 2002 Cuba sufrió
el impacto de tres huracanes que afectaron el país en 2.500 millones de
dólares, a los que se unieron los efectos devastadores de la caída del
turismo a causa del 11-S. A todo ello, se contabiliza en 82.000 millones el
coste del bloqueo económico impuesto por los gobiernos de Estados Unidos
durante más de cuatro décadas. Frente a ese bloqueo y a pesar de su carácter
ilegal por su extraterritorialidad, incrementada por la Ley Helms-Burton,
que afectaba los propios intereses económicos de la Unión Europea, ésta se
comprometió a no apoyar a sus empresarios cuando hicieran negocios con Cuba
a cambio de vagas promesas de que no aplicarían esa ley a sus inversiones en
Estados Unidos.

Además, los subsidios al azúcar de los países de la Unión Europea han
afectado en miles de millones de dólares a los ingresos de Cuba a lo largo
de todo el tiempo que ha durado el bloqueo norteamericano. En cuanto a las
relaciones comerciales de la UE con Cuba, el promedio anual es de
importaciones cubanas por valor de 1.500 millones de dólares frente a unas
importaciones europeas de 571 millones. Parece lógico calcular que el 33 %
de lo facturado de venta a Cuba, quinientos millones de dólares, sea
ganancia a distribuir entre beneficio empresarial, gastos aduaneros,
impuestos, etc... Parece que el dinero cubano suele acabar en esta parte del
mundo.

Tampoco se suele decir que la famosa ayuda humanitaria suele ir ligada a
determinadas condiciones económicas como por ejemplo crear fondos de
contravalor en moneda nacional. Esto quiere decir que si la Comisión Europea
entrega un millón de dólares, pretendía que la parte cubana pagara, por ese
millón, una cantidad equivalente en moneda cubana al mismo tiempo que el
donante condicionaba el destino del proyecto. Es decir, el cooperante era
quien decidía el destino del dinero europeo y del dinero cubano. Un dinero
europeo que, según las autoridades cubanas, suele arrastrar unos retrasos de
varios años. En junio del años 2003, Fidel Castro recordaba en un acto
público que no había llegado ni un solo céntimo de los aprobados por la
Comisión Europea entre octubre del año 2000 y diciembre del 2002.

A esa "ayuda" la Comisión Europea y los países miembros descuentan los
llamados costos indirectos, tales como pasaje en sus propias líneas aéreas,
hospedaje, salarios y lujos a niveles de Primer Mundo de quienes van a
"inspeccionar" y "asesorar" in situ. El presidente cubano ha denunciado en
varias ocasiones que "la presunta ayuda desembolsada que incide directamente
en el proyecto se ve menguada por estos gastos, que al final no constituyen
un beneficio para el país, pero que con fines claramente publicitarios la
computan como parte de su "generosidad"".

Las autoridades cubanas han recordado que, en cambio, sí tienen importantes
líneas de cooperación con la sociedad civil europea, desde organizaciones de
solidaridad a ayuntamientos y otras administraciones locales.

La ayuda ofrecida ahora para Cuba por Estados Unidos era de 50.000 dólares.
Cincuenta mil dólares para paliar un desastre natural que ha provocado
pérdidas de 1.400 millones. El automóvil del representante de la Sección de
Intereses de Estados Unidos en Cuba vale más dinero.

Respecto a Estados Unidos, hay que recordar que la Administración Bush el 30
de julio del pasado año limitó el envío de dinero que un familiar directo
puede mandar a Cuba a cien dólares mensuales y trescientos si viaja a la
isla. Pero sólo lo pueden hacer los familiares de primer grado de
consanguineidad y también se han limitado la frecuencia de viajes familiares
a cada tres años bajo autorización previa. Cualquier norteamericano irá a
prisión si envía dinero a Cuba o intenta viajar. Es decir, si ahora se
anuncia en los medios que Fidel Castro dice que no acepta ayuda
gubernamental de Estados Unidos, también habrá que decir que Bush encarcela
a quien envíe ayuda humanitaria a la isla o más de cien dólares en un mes a
sus padres o hermanos afectados por el huracán.

Otra de las condiciones establecidas por la administración norteamericana
era el envío de "inspectores" para valorar los daños. Todos sabemos lo que
está sucediendo en el último país en el que han estado "inspectores" de
Estados Unidos y que tipo de "inspectores" eran.

La renuncia del presidente cubano a aceptar esa supuesta "ayuda humanitaria"
supone denunciar la hipocresía de los países ricos que lavan su conciencia
enviando migajas al último país que protagoniza las páginas de sucesos de
los informativos. Lo que esos países necesitan es una política internacional
justa, incluso sin salirse de los términos de la economía de mercado. No
deja de ser cínico que muchas economías de países pobres se hundan por no
poder vender sus productos a precios competitivos porque los países ricos
subvencionan esos mismos productos en sus países pagando el doble de lo que
cuesta producirlos.

Existe otro tipo de solidaridad que la ofrecida ahora por Estados Unidos y
la Unión Europea a Cuba. La de graduar gratuitamente a cuarenta mil jóvenes
de más de cien países del Tercer Mundo como profesionales universitarios y
técnicos cualificados sin costo alguno, treinta mil de ellos procedentes de
África. Es lo que ha hecho en los últimos cuarenta años Cuba sin pretender
que esos profesionales se quedasen luego en la Isla. En estos momentos el
gobierno cubano está formando gratuitamente como médicos a más de diez mil
jóvenes de todo el mundo procedentes de familias humildes o grupos étnicos
marginados. De los 28.071 estudiantes de medicina que hay en Cuba, 10.403
son extranjeros en esta situación, de ellos, 9.024 son del continente
americano y el resto del Caribe y Africa. Cada año se matriculan mil
quinientos alumnos.

También otro ejemplo de solidaridad son los 23.964 cooperantes de la salud,
que la Isla tiene en la actualidad distribuidos por 76 países, de ellos
17.013 son médicos.

Por ejemplo, en el año 2002, año todavía difícil para la economía cubana,
había más de dieciseis mil jóvenes del Tercer Mundo cursando estudios
superiores gratuitamente en la Isla, entre ellos más de ocho mil que se
formaban como médicos. Si se hace un cálculo de lo que tendrían que pagar en
Estados Unidos y Europa, equivale a una donación de más de 450 millones de
dólares cada año. Si se consideran los médicos que prestan servicios en el
exterior en los sitios más apartados y difíciles, habría que añadir casi 200
millones más si se toma como base el costo del salario que paga la OMS por
un médico anualmente. En conjunto, un valor aproximado de 700 millones de
dólares.

Y todavía hay más ejemplos. Mientras algunos países europeos se enriquecían
comeciando con el régimen de apartheid sudafricano y se beneficiaban del
trabajo semiesclavo y barato de los negros del país, Cuba enviaba jóvenes
soldados a luchar contra ese sistema racista.

Se trata, sin duda, de otro modo de entender la cooperación. Diferente al de
ofrecer cincuenta mil dólares cuando un ciclón ocupa los informativos del día.


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Pascual Serrano, Rebelión


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