No soy de los que suelen pensar en la muerte y opino que lo mismo ocurre con muchas personas, pero hay una realidad calculada: la vida promedio del venezolano oscila entre 70 y 73 años, según las estadísticas más optimistas.
Los expertos dicen que con las misiones y todas esas medidas adoptadas por el presidente Hugo Chávez, se incrementará este promedio, pero de todas maneras, querámoslo o no, vamos a morir, esa es la ley de la vida.
Y aunque ustedes no lo crean, esa también es la preocupación más grande de un grueso número de políticos, cuyas ambiciones fueron truncadas por el “Huracán” Hugo Chávez Frías.
Antes de Primero Justicia y algunas otras organizaciones surgidas de las divisiones y cambios políticos producidas en Venezuela, las personalidades llamadas a asumir las riendas del país, eran de esos hombres acerca de quienes canta Vicente Fernández: “su pelo ya pintaba algunas canas”.
Y la edad, a estas alturas de la política venezolana, conspira contra esa gente que en la IV República tenían aspiraciones presidenciales.
Pienso que la gente de Primero Justicia está equivocada, pero hasta cierto punto se les permite equivocarse, porque todavía les queda juventud para rectificar y darse cuenta que Venezuela atraviesa por un proceso revolucionario irreversible.
Claro está, deberían hacerlo a tiempo, antes de sufrir las consecuencias de ese contingente de políticos que erró durante 40 años y actualmente ni rectificando les queda edad para tener un chancecito a la presidencia.
Para infortuna de esos dirigentes - por su puesto- el fenómeno político venezolano es un proceso sembrado en el corazón del pueblo. Convertido en un sentimiento que, como el amor puro y sincero, brota y sale a cantaros del alma buena.
Planteado de otra forma, esos hombres de 50 años o más que siguen con esas pretensiones, no les alcanzará lo que les resta de existencia, para ver el desgaste –hipotéticamente hablando- de un proceso que despegó y su carrera ascendente no tiene límites cuando de integración y participación ciudadana se trata.
Muchos de los dirigentes que derrocaron a Pérez Jiménez tuvieron edad para vivir ese proceso “democrático” que le vendió Venezuela a los gringos, porque estaban recién salidos de la adolescencia.
Pero de acuerdo con nuestro promedio de vida, quienes rondaban el medio siglo cuando nació el proceso revolucionario que lidera Chávez, obviamente ya cuenta con muy pocas hojitas en su almanaque para siquiera pensar en el debilitamiento de un proceso arraigado en el corazón del venezolano.
Por eso, cuando analizo esta situación no puedo dejar de pensar en el cantautor colombiano Diomedes Díaz, gran exponente de la música vallenata, quien hace algún tiempo puso de moda: “Mí primera cana”, en alusión evidente a los primeros signos de su vejez.
“El Cacique de la Junta”, como se le conoce popularmente, hizo esta composición y celebró y celebra con sus seguidores este episodio de su vida, ahora inmortal a través de esa canción.
Al contrario del despecho y el dolor que se palpa en esos dirigentes acabados y resistentes al cambio. Hasta los imagino denigrando de sus cabelleras algodonadas frente al espejo...Pero ojalá entiendan y se integren al proceso para que se sientan orgullosos y gocen como Diómedes, esas hebras blancas que les adorna su cuerpo y dejen esa amargura que les brota hasta por los poros cada vez que salen en la televisión.
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