¿Cómo llamar a quien de manera premeditada haga daño a su familia, amigos o vecinos; a quien decida infringirse algún daño para dañar a otros; a quien decida castigarse por un capricho individual; a quien traicione a los suyos? Seguro cada lector pensó en más de un calificativo, quizás hasta procaz.
Eso y más hicieron quienes hace 10 años participaron del sabotaje político apalancado por el cierre patronal, por la complicidad del comercio privado y por la parálisis de la industria petrolera, esta última una puñalada directa al corazón económico nacional por parte de quienes fueron capaces de hacer lo imposible por hundir al barco llamado Venezuela con todos nosotros a bordo, sólo por odiar al capitán.
10 años del haberse perdido vidas porque un vehículo no tenía gasolina para llevar algún paciente a un centro hospitalario, para luego decir que “el régimen” no respeta los derechos humanos; 10 años del cocinar a leña en fogatas improvisadas por el bloqueo en el suministro de gas, para luego decir que “el tirano” no es capaz de garantizar servicios públicos de manera eficientes; 10 años del sufrir lo indecible por encontrar la medicina que necesitaban nuestros enfermos, para luego decir que “la falsa democracia” no garantiza el acceso a la salud; 10 años del bombardeo más atroz que han cometido los medios de comunicación privados en la historia, envenenando la mente de niños, jóvenes y adultos, para luego decir que “el autoritarismo” no respeta la libertad de expresión; 10 años del robo de decenas de miles de dólares entre la paralización de la venta de hidrocarburos y el destrozo premeditado de maquinaria indispensable para la industria, para luego decir que “la dictadura” regala nuestro petróleo a otros países; 10 años de los incontables sufrimientos promovidos por los traidores y entreguistas de ayer, que con muy pocas variaciones son los mismos de hoy, está prohibido olvidarlo. Quiero seguir, pero me quedo sin espacio.
Hace 10 años los saboteadores menospreciaron al Pueblo creyendo que lo iban a doblegar. La historia les reservó el título de traidores y apátridas, al Pueblo, el de nobleza y gloria. Con gallardía, salimos fortalecidos de la crisis y hoy sabemos que somos más fuertes que las miserias de algunos. A ellos, la permanente advertencia: no se equivoquen de nuevo.
¡Gloria al Bravo Pueblo!
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