El Ministro de Planificación Giordani acaba de anunciar un ajuste de la política cambiaria que se traduce en pasar a una banda fija de 6,30 Bs por dólar cuando anteriormente estaba en 4,30 Bs por dólar.
Es una devaluación en toda la línea. ¿Perdió el gobierno esta batalla económica? Desde enero del año 2003, cuando se instaló el control de cambios, a 1,60 Bs. por dólar, para desafiar la libre convertibilidad y la fuga de dólares al exterior, cuyo objetivo fundamental era enfrentar uno de los flancos de ataque de la oligarquía criolla y del gran capitalismo internacional, esto abrió un escenario de lucha social, donde se enfrentaron dos mercados cambiarios: el mercado dirigido por el gobierno, y el mercado “negro” del dólar paralelo dirigido por los enemigos de la revolución.
El primero, orientado, para defender una paridad monetaria frente al dólar, en favor del pueblo, dada la masa de importaciones que se dirige a cubrir las necesidades básicas de alimentos, ropa, calzado, vivienda, transporte, electrodomésticos, comunicaciones, de un pueblo que ha desarrollado cada vez más conocimiento, dominio y participación de los avances tecnológicos de la humanidad, pero que aún se encuentra lejos de producirlos y por tanto debe comprarlos en el mercado internacional, dominado por la economía norteamericana y su patrón dólar, porque a diferencia de otros países, Venezuela tiene capacidad energética para exportar a ese mundo sediento de petróleo y por tanto, gran poder de compra.
El segundo, orientado por los intereses del capital internacional, presentes en Venezuela a través de una oligarquía corrupta y parásita, que a través de sus poderosos medios de comunicación estimula el consumismo de un arsenal de mercancías que no producimos, para ser la intermediaria de los productos y fetiches de moda; oligarquía neoliberal que transita hoy por lo que dicen muchos en su etapa terminal, puesta de manifiesto en la gravísima crisis que agobia a los pueblos de los países desarrollados y que de manera demoníaca llega a los términos patéticamente expresados por el primer ministro de Japón al exhortar a los adultos mayores de ese país a morirse anticipadamente, para aliviar el enorme déficit fiscal que origina el estallido consumista mundial.
Inmediatamente después de anunciada la medida los medios de comunicación se hacen eco de algunos consejos que pudieran atentar contra la economía domestica. La llamada devaluación no debería en el corto plazo ser un mecanismo para subir precios de productos originados en el país o importados. Esta aseveración se hace conociendo cuales eran los mecanismos para que los pequeños y medianos comerciantes pudieran recibir cupos de dólares “oficiales” para importar. Unos mecanismos que en muchos casos han tenido retrasos de seis a ocho meses y son reconocidos por las mismas medidas que se anunciaron posteriormente al mensaje del ajuste del tipo de cambio.
Aquellos dólares solicitados hasta con seis meses de antelación van a ser liquidados a 4,30. El comerciante al que le sean liquidados esos dólares a 4,30, no puede pretender vender las cosas importadas hasta varias veces su valor en el mercado exterior. Ya lo vemos en los vehículos, repuestos, incluso, alimentos.
El gobierno Venezolano tiene que haber sopesado con mucho cuidado en una balanza el equilibrio fiscal que se debe obtener entre los dólares que ingresan al país producto de las exportaciones y el gasto ordinario y de inversión producto del presupuesto anual y de los grandes proyectos como la Misión Vivienda Venezuela. El gobierno venezolano es el gran importador, los pequeños y medianos industriales y comerciantes de electrodomésticos, materias primas y vehículos siempre han tenido que recurrir a otros mecanismos para obtener dólares como el SITME o el llamado mercado no oficial por lo que la economía domestica ya debe haberse ajustado a esta nueva paridad Bs/dólar. Sobretodo cuando vemos como ese mercado “no oficial” es manejado con tanta especulación y que ha puesto incluso el valor de dicha paridad hasta en una cuantía que alcanza tres veces el nuevo valor oficial.
Tenemos que sincerarnos todos, no podemos dejar que la ola especuladora se trague los avances que ha tenido el Estado como el crecimiento económico del año que recién finalizo. Eso se tradujo en un significativo avance del poder adquisitivo, no podemos permitir que un pequeño grupo de personas aprovechándose del manejo mal intencionado de la información nos vengan a asaltar con la excusa del anuncio del gobierno nacional.
Si nuestra economía viene creciendo en los términos que todos reconocemos, ¿porque se apeló a la devaluación? ¿porque no revaluar? Y así darle el golpe definitivo a los especuladores cuyos dólares, ya en el exterior, provienen del saqueo a través de los bancos privados y la corrupción, como es el caso de las “remesas”
En economías como la europea o la norteamericana ambas en crisis, todos los días se ve una devaluación del Euro y del Dólar. El Euro por ejemplo pasó de un precio referencial en 2011 de 1,52 Dolar/Euro a 1,28 Dolar/Euro en tanto que en la actualidad, analistas norteamericanos observan la devaluación de su propia divisa en la capacidad de compra que tenía un “buck” (one dólar) hace 20 años y ese dólar hoy. Los medios norteamericanos hablaban de la fortaleza de su economía con el valor de su alimento más popular, la hamburguesa Mac Donald, la cual triplicó su valor al de los años 90. Su poder adquisitivo se hizo trizas, al punto de que su déficit fiscal, supera en 120% su producto interno bruto, auxiliando a la maltrecha industria y agricultura.
Esas economías son abiertas porque dependen del esfuerzo de terceros para apalancar sus propios Productos Internos Brutos. La economía Venezolana se comporta de una manera totalmente diferenciada, el PIB producido en el país esta apalancado en su gran mayoría por ingresos provenientes de las exportaciones del petróleo y sus derivados, por lo que es necesario controlar de alguna manera el uso y disfrute de esa bendición.
No dejemos que nos tomen por idiotas. Defendamos la estabilidad de nuestro signo monetario, hagamos juntos una lucha para evitar que los especuladores hagan su agosto en febrero.
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Profesor Universitario