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Chávez: ¿Caudillo megalómano o lider? Ustedes tienen la palabra

El ataque sostenido contra la imagen del presidente Hugo Chávez evoca el ataque que las pirañas ejecutan, enloquecidas, contra una presa. Un ataque desde todos los flancos accionado por todas las “pirañas” y un solo objetivo: Devorar hasta el hueso a la presa. No resulta sencillo distinguir cual es flanco del ataque: dictador, caudillo populista, comunista, asesino, corrupto, incapaz, psicópata, megalómano, zambo, mono, inculto, brutal, manipulador, vendedor de ilusiones, incluyendo desviaciones sexo-afectivas. El resto de sus colaboradores parecieran más claramente precisados: ¡corruptos!. Probablemente porque en muchos casos, a diferencia del presidente, dan motivos.



En los últimos días las pirañas se han concentrado en dos flancos: ir trabajando una matriz de opinión que permita convertir, con el tiempo y el dale que dale, a Hugo Chávez en Manuel Antonio Noriega, al dirigente social radical y fundamentalista en protector de narcotraficantes por obra y gracia de una bien orquestada cadena de ollas periodísticas y en el desarrollo de una campaña propagandística, con el apoyo de expertos, psicólogos, psiquiatras, historiadores, “animadores” de radio y televisión, etc., que convenza a la gente de las desviaciones megalómanas, del culto a la personalidad, del mesianismo de Chávez.



De este modo, los esfuerzos integracionistas de Chávez, sus intentos por despertar la conciencia de los pueblos, son ridiculizados, despreciados, banalizados, trivializados hasta el cansancio para convertirlos, hábilmente mezclados con noticias sobre dolorosos problemas con damnificados, viviendas destruidas, carreteras con mega-huecos, etc., en el paseo de un enloquecido reyezuelo comprando para sí un papel en la historia. La relación del alma de Chávez con la mayoría de su pueblo es presentada como la obra de un magistral manipulador, de un caudillo genial. Hoy queremos abordar la criminal campaña para sacar del corazón del pueblo al Comandante. La substitución, a mentira limpia, del líder, por el caudillo megalómano y botarate.



Sobre caudillo y caudillismo hay mucho escrito, muchas definiciones. Todas, o casi todas, coincidentes. Hace tiempo, cuando cursaba secundaria, tuve uno de esos maestros que dejan huella perenne que nos resolvía el asunto con un par de trazos en la pizarra. Dibujaba un círculo, colocaba una estrella al centro y muchas flechas centrípetas, todas dirigidas al punto central. De igual modo, dibujaba unas rectas convergentes, similares la figura que forma una bandada de pájaros en vuelo en un atardecer cualquiera. Decía…¡muchachos…sencillo…aquí lo tienen!. El círculo del primer dibujo es el caudillo, se coloca en el centro, todas las fuerzas del pueblo en los bordes lo nutren, están a su servicio. El segundo esquema es el del líder. Va adelante, marca el rumbo, asume los peligros, va de primero al lugar donde llegará el resto de la bandada. Ese es el líder. Espero, queridos lectores y amigos, que la lección del viejo maestro siga teniendo vigencia y eficacia entre ustedes como la tuvo conmigo. Bastará esta idea para desmontar las falacias que sobre Chávez tejen historiadores, psicólogos, psiquiatras, expertos y payasos.



Veamos: a todas luces la figura del caudillo es incompatible con el ideal de una sociedad formada por hombres libres. El concepto de caudillo y caudillismo en la mayoría de autores presenta notables coincidencias en aspectos como: lo negativo de su presencia en los diversos escenarios donde se manifiesta, como un elemento pernicioso cuya presencia entorpece el proceso de maduración ciudadana. Maduración, que debe llevar al pueblo a cambios que le hagan protagonista de primer orden, haciéndose responsable de sus conquistas mediante una participación activa en los asuntos que le conciernen, propios de una sociedad democrática que toma en sus manos la solución de sus problemas. En ese sentido, caudillismo y participación popular son excluyentes.



La coincidencia también se produce al obtener conclusiones sobre los rasgos característicos del caudillo, al atribuirle unos atributos poco comunes que le llevan a colocarse en el centro neurálgico donde se toman las más importantes decisiones en las que, su carácter autoritario y el culto que recibe del pueblo se unen para identificar los fines propios del caudillo con los de la nación, hasta alcanzar con tan poderosa mezcla que quienes se oponen a sus designios lo hace contra el bienestar y la dignidad del pueblo de manera que, al lograr tal identificación el colectivo queda dividido en leales y traidores.



Esta característica común a los caudillos que alcanzan a detectar el poder y el grado de control que adquieren sobre las personas e instituciones del Estado desemboca, casi inevitablemente, en formas de gobierno dictatoriales.



Sobre las dos premisas anteriormente expuestas bastaría la enumeración de algunas de las acciones de Chávez para demostrar con claridad meridiana que se está en presencia de un líder y no de un caudillo. De un conductor y no de un manipulador de oficio. En primer lugar la característica excluyente entre caudillo y participación. Nadie, a todo lo largo de nuestra historia nacional, y cuidado si en buena parte de la historia universal, ha promovido más la participación y el empoderamiento del pueblo. El primer decreto firmado por Chávez, no más sentarse en su escritorio de Miraflores, consistió en la convocatoria a una Asamblea Constituyente. Misma instancia que elegida por el pueblo parió, dio nacimiento, a la Constitución Bolivariana. La ley de leyes más participativa y protagónica de cuantas se hayan redactado en el planeta. Consultada con todos, aprobada, -como ninguna anterior- por el pueblo en referendo nacional.



Allí, en esa ley de leyes del pueblo venezolano está consagrado el protagonismo popular. De allí manan todas las acciones que posteriormente han ido convirtiendo en algo más que letras el magnífico proyecto que hoy se va sembrando en Venezuela. Allí está el derecho a saber. Ese derecho negado por la sociedad burguesa y conquistado en la práctica con las espléndidas misiones: Robinson I y II, Ribas, Sucre, Cultura. Allí está el derecho al trabajo y la tierra, hoy materializados en las misiones: Vuelvan Caras, Miranda, Zamora, las acciones que han multiplicado por miles las cooperativas, el crédito y la ayuda científica y tecnológica. Allí está el derecho a una vivienda digna y alimentación adecuada en Misión Vivienda o Mercal. Allí está la participación del pueblo en la planificación de sus propios proyectos, en las mesas de agua, comités de tierra urbana, comités de planificación popular. Allí está el derecho a la salud de calidad y gratuita, en Barrio Adentro I y II. ¿Son estas las acciones de un caudillo o las de un líder?



La segunda premisa no soporta el menor análisis. Se desmorona, se cae a pedazos sola. La tendencia a la dictadura por parte del caudillo no pasa de ser una morisqueta a la inteligencia del más distraído visitante, como pudieron evidenciar los miles de jóvenes que nos visitaron hacen pocos días. En un país en el cual el ente rector de los procesos electorales era elegido en los cogollos de un par, apenas, de partidos políticos, el actual y vilipendiado CNE es un poder del Estado, ha debido ser elegido por la Asamblea Nacional, cosa que impidió la oposición golpista y en su defecto lo fue por el Tribunal Supremo de Justicia. Los ascensos militares, por años cosa de conciliábulos y barraganas es hoy materia de un Consejo formado por los mismos mandos militares. En un país que inventó la figura del desaparecido, con el saldo de miles de ellos y miles de muertos más, hoy no hay un solo desaparecido ni asesinado por razones políticas. En un país en el cual se cerraron televisoras, se suspendieron programas de televisión por no tratar con suficiente respeto a la querida de un presidente, se asedió hasta la asfixia a un periódico por cubrir la rueda de prensa de la esposa de un presidente, se le puso a los periódicos censores al mejor estilo de Vitelio Reyes, uno de ellos por cierto, el diputado Pedro Pablo Alcántara, en ese mismo país, bajo el “régimen” de este “dictador”, se le nombra la madre al “dictador”, se le llama asesino, ladrón, alcahuete, se montan programas para demostrar las desviaciones sexo-afectivas del “dictador” con Fidel Castro o para demostrar sus enfermedades mentales, y no hay un medio cerrado, un periodista preso.



Seguiremos abundando en el tema, la embestida es brutal y debemos continuar en la brega. Desmontar, con la razón y las pruebas, esta criminal campaña es tarea de todos y yo la asumo como mía. Chávez, ¿Líder o Caudillo? Ustedes tienen la palabra.


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Martín Guédez


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