La Guerra de todo el Pueblo (IV Parte)

“El enemigo es fuerte en sus posiciones pero es débil en sus movimientos” Nguyen Giap.


Proseguimos en la tarea de profundizar en los diversos aspectos del tema de la Guerra de todo el Pueblo con el fin de aportar a este debate que algunos quisieran relegar a un segundo plano, algo completamente inadmisible dados los enormes desafíos que tiene planteada la revolución bolivariana, según se desprende del llamado hecho por el evangelista de ultraderecha Pat Robertson al gobierno de Estados Unidos para asesinar al Presidente Hugo Chávez.'Tenemos la capacidad de eliminarlo y creo que llegó el momento de ejercer esa capacidad', comentó el tele-evangelista, quien realizó una intensa campaña a favor de la reelección del presidente George W. Bush. Quedarse quieto frente a semejantes locos es un suicidio.

En el campo de la guerra el asunto de las relaciones de ésta con la política ha sido y es objeto de una amplia controversia. Para las clases populares y el movimiento revolucionario, este es un asunto principal porque se trata de conservar la racionalidad política de la lucha de clases, eludiendo todo tipo de malformación militarista, tanto ideológica como practica.

Si bien es cierto que la guerra, al decir de Clausewitz, es la continuación de la política por otros medios, tal afirmación no sugiere la evaporación de las reglas y principios de la política a favor de las leyes de la guerra. La política tiene la primacía aun en circunstancias en que la guerra satura el escenario social –pongo por caso el de Irak-. Justamente es la omisión de la racionalidad política –por fortuna- lo que explica el desastre militar norteamericano en Irak y el auge de la resistencia con un contenido antiimperialista cada vez más notorio.

En su arrogancia, Bush y su camarilla, olvidaron que una guerra como la declarada por ellos contra la nación árabe, es el fruto de una decisión política, de una decisión de las clases petroleras dominantes, de una decisión de Estado. Curiosa omisión que ahora la impopularidad de la guerra entre el pueblo americano pone en evidencia. Con acierto Clausewitz dice que la “guerra de una comunidad –guerra de naciones enteras y particularmente civilizadas- surge siempre de una circunstancia política, y se pone de manifiesto por un motivo político. Por lo tanto, es un acto político (De la Guerra Pág. 57).

Hago las anteriores consideraciones porque alguien de pronto quisiera sugerir que estamos haciendo la apología de la guerra y promoviendo un discurso militarista.

La Guerra de todo el Pueblo, como estrategia nacional para defender la revolución bolivariana, esta incrustada en el corazón mismo del proyecto de cambios que lidera el Presidente Hugo Chávez.

Frente a la agresión imperialista que, por supuesto, incluirá, mas temprano que tarde, la agresión militar, nuestro pueblo no tendrá más alternativa que el recurso de las armas, organizado en un proyecto como el de la Guerra de todo el Pueblo.

Proyecto que como lo hemos señalado posee su propia racionalidad. Mao decía que: “la guerra tiene sus características peculiares, y en este sentido, no es igual a la política en general….Cuando la política llega a cierta etapa de su desarrollo mas allá de la cual ya no puede proseguir por los medios habituales, estalla la guerra para barrer los obstáculos en el camino de la política….Por consiguiente, se puede decir que la política es guerra sin derramamiento de sangre, en tanto que la guerra es política con derramamiento de sangre (Selección de Escritos Militares Pág. 252).

“La guerra no es simplemente un acto político, sino un verdadero instrumento político, una continuación de la actividad política, una realización de la misma por otros medios (Clausewitz, De la Guerra, Pág. 58). Es decir, la guerra es un medio para alcanzar los objetivos políticos; se entiende entonces que la guerra no es un fin en si mismo sino un medio para someter a otros a los propios designios; la idea de que la “guerra es absoluta”, que pretende separa la guerra (un medio) de la política (los fines) es completamente disparatada.

De lo anterior se colige que una guerra que no tenga claridad en los objetivos políticos que persigue, que no posee un programa político que justifique tal guerra no tiene posibilidades de triunfar. Asimismo, de la radicalidad de tal programa depende la radicalidad de la guerra y la perseverancia de los jefes militares en ella.

Con todo y eso, es necesario saber que en la lucha de clases, verdadera locomotora del desarrollo histórico, es claro que solo en ciertas circunstancias de agravamiento de las contradicciones sociales, ella adquiere connotaciones violentas, y únicamente adquiere la forma de guerra abierta en algunos periodos donde se exacerban excepcionalmente las contradicciones en la sociedad. Lo que significa que la guerra nunca estalla por sorpresa y ello se explica porque necesita que maduren determinadas condiciones; por un lado, la fuerza de la voluntad para llevar la acción hasta las ultimas consecuencias, y por otro, la capacidad de resistencia del adversario. La guerra civil o el choque entre estados, por tanto, no se manifiesta como tal hasta tanto las clases oprimidas o las naciones subyugadas no adquieran la fuerza de voluntad para derribar a las clases o estados imperialistas dominantes y hayan previsto la forma de quebrantar su capacidad de resistencia.

Las múltiples formas de movilización que anteceden a la solución de las contradicciones sociales por la vía violenta son preparatorias de la misma y ella, la guerra, no es más que un salto de calidad en la confrontación, es solo su forma superior.

Pero de tal consideración no podemos deducir que las fuerzas políticas revolucionarias no deban ocuparse del tema de la guerra en todo momento. Incluso en circunstancias que aparentan ser muy tranquilas y pacificas. No es exactamente lo que hacen las clases explotadoras. Ellas viven en un estado de guerra permanente. Preparan la guerra a cada minuto como lo confirman sus descomunales presupuestos públicos, su cada vez mas sofisticada infraestructura de guerra, sus permanente ejercicios militares en todos los espacios, sus simulaciones bélicas y sus agresiones a Irak y Afganistán, por solo citar dos casos.

El movimiento revolucionario no tiene otra alternativa que prepararse para la guerra. En nuestro caso, tenemos que organizar de manera constante a nuestro pueblo para desarrollar la guerra revolucionaria como forma superior de la lucha, la forma mas elevada de la confrontación cuyo fin expreso es aniquilar el adversario, privarlo de sus medios de defensa y someterlo. "La guerra, es la forma más alta de lucha para solucionar las contradicciones entre las clases, naciones, estados o grupos políticos, cuando estas contradicciones han llegado a una determinada etapa de su desarrollo (Mao)


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Horacio Benitez


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