Maduro ganó las elecciones con el 51% de los votos. El PSUV (y el Gran Polo Patriótico), le sacó apenas a los representates del proyecto neoliberal, (¿a quién le cabe alguna duda?) la MUD, Mesa de la Unidad Democrática, con el apoyo confeso de los Estados Unidos y el aparato de adoctrinamiento, llamado informativo y de comunicación, sólo un 1% y alguito.
¿Cómo se entiende todo esto? ¿Es que acaso hay 49 % de burgueses en Venezuela? ¿Cómo a pesar de los 14 años de Revolución bolivariana, con profundas transformaciones en la distribución de la renta en favor de los sectores medios y bajos de la población venezolana, haya en la competencia eleccionaria, un margen tan estrecho?
¿Existe una alta correlación estadística entre una justa distribución de la renta y un cambio en el imaginario colectivo de los sectores populares en pos de priorizar valores de justicia social e igualdad, compromiso político, empoderamiento, conciencia de clase?
Más allá de la alegría del triunfo de las fuerzas populares en Venezuela, hay un dejo de amargura en muchos de nosotros, y es sano que la haya, de lo contrario estaríamos negando que algo muy serio está pasando.
No vivo en Venezuela, tampoco soy venezolano, sólo me une a ese país el amor que le tengo a los pueblos desde el Río Bravo hasta la Patagonia, a su historia y a sus héroes y mártires, el más reciente, Chávez.
No cabe duda que los aparatos de adoctrinamiento de la burguesía venezolana están más engrasados que el aparato político e ideológico del campo nacional, popular y revolucionario de ese país.
El 49% que votó a Capriles no está conformado por 7 millones de burgueses ( si entendemos por ellos a los que conforman la clase que vive de una renta, fruto de una plusvalia industrial, agropecuaria o comercial). Entre esos 7 millones de votos que prefirieron la opción de Capriles, hay una inmensa mayoría que fue beneficiada de alguna u otra forma por el nuevo modelo de distribución de la renta implantado por Chávez desde 1999, y una microscópica minoría que fue afectada por las mismas medidas.
En difinitiva, votaron en contra de sus propios intereses.
La burguesía no reproduce solamente un modelo de producción de bienes materiales, de relaciones de trabajo, de división social del mismo, un modelo político, y un modelo económico, sino que para establecerse como clase hegemónica tiene que reproducir en todo el espectro social un modelo cultural, un imaginario de ser, un imaginario de anhelos, de propósitos y hasta un imaginario de sueños, un códice entendible, de fácil decodificación, en definitiva homogenizar y hegemonizar una directriz moral.
Los medianos y grandes propietarios de Venezuela, la clase media alta y alta, fueron toditos a votar, salvo aquellos que estuvieran vacacionando en su paraiso soñado, Miami.
¿Cómo arrastran éstas minorias y sus profesionales orgánicos, con intereses estrictamente sectoriales, a casi la mitad del país, la cual no sólo no es parte de sus intereses y beneficios, sino que los intereses y beneficios de los primeros se contraponen con los intereses y beneficios de los segundos?
Como cualquier fenómeno socio-cultural, creo que el enigma o mejor dicho el dilema, tiene un universo amplio de enfoques, pero quisiera caracterizar dos.
El primero, que lo llamaría de la “conciencia negativa”, estoy tentado en llamarlo de la falsa conciencia, pero no quisiera que se confundiera con el problema de lo ideológico tratado por Gramsci, aunque tiene muchos puntos de contacto.
Llamo “conciencia negativa”, al resultado de la estructura ideológica de nuestro pensamiento político-social-cultural que moldean los aparatos de adoctrinamiento del Estado burgués, - o que la burguesía detenta en un Estado bonapartista popular, en tránsito hacia otra forma de relación post-capitalista, que el mismo Chávez ha llamado Socialismo Bolivariano,- mediante su propagandización en forma orgánica y sistemática.
Tal estructura ideológica tiene como propósito el de mimetizar los intereses sectoriales de las clases dominantes con los intereses de la Nación como un todo. Confundir a los sectores populares con la idea de una sociedad homogénea, con intereses similares y compatibles. Imponer sus paradigmas de progreso y civilización; eficiencia y ahorro; trabajo y modernidad; movimiento social ascendente y cultura; “primer mundo” y desarrollo; competencia y bienestar; educación privada y conocimiento; libertad de prensa e información veraz, balanceada y objetiva; privilegios y esfuerzo personal; derechos sociales y restricción de las libertades individuales; éxito económico individual y finalidad ύltima del ser humano; extranjerización del pensamiento y cosmopolitismo; referentes foráneos y el ser nacional; justicia social y atraso económico; globalización neoliberal e inserción en el mundo; solidaridad e ineficacia; capital extranjero y avance tecnológico; ciencia y educación y “gasto” pύblico; derecho de los pueblos a informarse e informar y ataque a la libertad de expresión; entretenimiento y frivolidad; discriminación social y orden social; modelo de desarrollo agrícola y agro-negocios; memoria, verdad y justicia y anacronismo; cultura popular e ignorancia; comunidad organizada y chusma; gestas emancipatorias y pasado inconexo con nuestro presente; pueblos originarios y atraso social; libertad y libertad de empresa; democracia y democracia formal; Derechos Humanos y privilegios de clase; movimientos sociales y ONG’s; Pueblo y sociedad civil.
Mi segundo enfoque gira en torno de la necesidad por parte del “status quo” de crear el “ser inauténtico” del que hablaba Heidegger. Ese ser que actύa en base a lo que “el mundo” dice, justificándose en el “se dice”. En la vida vivida por el ser inauténtico todo posible descubrimiento lo aterroriza, rehuye de lo nuevo, o lo combate por que se aferra a lo ya establecido. Heidegger dice que el “mundo de lo inauténtico”, el del anonimato está construido por los “Poderes Otros”, por lo tanto quien acepta “ese mundo” está bajo el “Señorío de los Otros”.
¿Quién es el “Señorío de los Otros”, hoy? Sin lugar a dudas y por amplia ventaja, el Señorío de los medios y su inmensa parafernalia de racionalidad instrumental, para llegar a nosotros y sujetarnos.
Michael Foucault dice que “los medios de comunicación, son los medios por los cuales los sujetos son sujetados”.
En definitiva, el “Señorío de los Otros” anula toda posibilidad de vida auténtica. Al ser inauténtico se le anula su capacidad de pensamiento crítico.
Para Heidegger lo más horroroso del mundo inauténtico está centrado en la publicidad y en la avidez por lo novedosomente banal.
Los medios masivos (que son los corporativos) en Venezuela, son la usina generadora de los valores de la “existencia inauténtica” y de la estructura ideológica que reproduce sitemáticamente la “conciencia negativa”. Son operadores ideológicos de un poder tal, que merecen un análisis muy minucioso por parte del bloque histórico nacional, popular y revolucionario, que hoy conforman los que gobiernan, el PSUV, el Gran Polo Patriótico, juntamente con los Movimientos sociales patrióticos y revolucionarios, Consejos Comunales y las Comunas del Poder Popular. Hay experiencias extraordinarias en Venezuela al respecto, por ejemplo, Catia TV, en un barrio populoso de Caracas, donde se invita a los vecinos a que “no vean televisión, háganla”.
Sobre estos temas esenciales en la formación ideológica del bloque histórico revolucionario, que podríamos definir como “el Pueblo”, han hablado y articulizado figuras intelectualmente importantes de ese país, como William Izarra, Luis Britto García, Gonzalo Gómez, Roland Denis, y seguramente muchísimos más.
El presidente Maduro habló de gobernar en las calles, en las comunas, en las ciudades y en los barrios, junto al Pueblo. Cuando ésto decía, habían pasado sólo horas de que hordas fascistas, - conformadas en su inmensísima mayoría por “seres inauténticos” y de “conciencia negativa”, pertenecientes a las clases sociales beneficiadas por el proyecto chavista (nacional, popular y revolucionario) – vandalizaron buena parte del territorio nacional, asesinaron a varios simpatizantes chavistas y pusieron en vilo el orden constitucional del país sudamericano.
Hay que formar Pueblo, ese término que segύn Jorge Alemán, Consejero cultural de la embajada argentina en España, siempre está en disputa. Dice Alemán: “Reservo el término pueblo para designar la emergencia histórica de una subjetividad política que no hace número, no es contabilizable y que, a diferencia de la masa, inventa y construye su discurso en relación con un legado histórico y emancipatorio. Pueblo es el sujeto que le da forma a lo que siempre está por venir: la igualdad y la justicia. Masa es lo que apoya lo que ya hay: opinión, medios, consenso mundial dominante. El pueblo es raro, surge cada tanto, es tan excepcional como el artista popular. En cambio, la masa es permanente como la producción del artista de masas, como la circulación de la mercancía. Se trata de una frontera frágil, sutil, que divide a cada uno, pero siempre posible de establecer. El pueblo transforma a la historia, la masa hace que vuelva lo de siempre”.
Tal vez una de las palancas que hay que fortalecer para formar más Pueblo, pase por la creación de la Gran Misión Comunicación Popular, dirigida por los cuadros más dinamizadores y menos burocráticos del PSUV, el Gran Polo Patriótico, los Movimientos sociales, los Consejos Comunales y las Comunas del Poder Popular, para comenzar a formar ya, los futuros formadores de seres auténticos y propagadores de conciencia popular, nacional y revolucionaria.