Pueblo, religión i política (IV)

IV

“¿Qué es la política, si no es el
arte de mentir a propósito?”
Voltaire “No es cierto que el poder corrompa,
es que hay políticos que corrompen
al poder”
George Bernard Shaw
“Mi ideal político es el democrático.
Cada uno debe ser respetado como
persona y nadie debe ser divinizado”
Albert Einstein

Nuestro pueblo, cristiano por fiera imposición de los conquistadores i los frailes, como hemos dicho tenía espíritu sumiso ente los que dominaban o detentaban el poder, a nombre de un lejano rei que, jamás conoció ni llegó a entender estos lugares i a estas gente. Por eso, cuando empiezan en esta pobre capitanía, los primeros resplandores de rebeldía i libertad, responde poco a los llamados, aunque van germinando inquietudes i descontentos que motivados un poco más en grande, con la conspiración de Gual i España, i visto los “remedios represivos” que se usaban, fue tomando conciencia de su situación precaria durante más de trescientos años; aquellos años que señaló el futuro Libertador, exclamando ¡Es que trescientos años no bastan! I cuando aparecieron los pioneros de ese estado de conciencia ya distinto, expresado un 19 de abril de 1810 i luego, reafirmado como una decisión libertaria definitiva un 5 de julio de 1811, hubo por lo menos una gran parte de ese pueblo sometido que se consideraron patriotas; pero que en principio tuvieron que luchar contra muchos de ellos mismos, sumados a las tropas del imperio español. I de todos modos, aunque durante la lucha de más de catorce años, hubo reacomodos en sus filas para terminar todos siendo hombres libres de América, los secretos de la genética dejan marcas que siempre van conformado en los siglos, personalidades singulares i distintas. Miranda no tuvo oportunidad de “conocer” esa idiosincrasia del criollo i por eso fracasó; sus voces o llamados no tuvieron ecos, mientras que Bolívar i aquellos grandes que completaron sobre todo una trilogía genial, Bolívar, Urdaneta i Sucre, si supieron meterse en la mente i corazón de muchos de los que regaron el suelo patrio con su sangre i levantaron himnos al heroísmo i a la gloria. Empero, era en mayoría un pueblo que no había tenido instrucción ni educación durante el período colonial i Bolívar tenía conciencia de ese peligro, pues bien había expresado que un pueblo sin educación, era instrumento ciego de su propia destrucción. Al lado de la guerra de independencia, resultaba difícil la tarea educativa i de instrucción i hasta grandes hombres de letras, como eran Bello o Simón Rodríguez se habían marchado hacia Europa, el primero para no regresar jamás, sino después de unos veinte años en el viejo continente, irse a Chile para realizar su monumental obra en el mundo de las letras i de la justicia. Finalizada la independencia, esa labor educativa i de conciencia de vida ciudadana, civilizada, orientadas a metas de superación, fue poco el aporte que tuvo; presidentes títeres, dictadores, guerras civiles, etc., hicieron de la vida venezolana realmente un calvario durante el siglo XIX i hasta bien entrado el siglo XX; pequeños avances como la guerra federal, se perdieron prácticamente; o tiranías un tanto inspiradas en ideales europeos, como el gobierno de Guzmán Blanco, dentro de todo lo malo, al menos inició algunas obras arquitectónicas de relativo valor, su “afrancesamiento” fue apenas un disfraz, pero por lo menos consolidó los signos patria, bandera, himno, moneda, etc., para caer siempre en una vida estática, adormecida i reprimida, hasta la caída de Juan Vicente Gómez. Pese al ejemplo que Caracas i algunas otras ciudades o regiones del país, dieron cuando la independencia, el pueblo venezolano era mantenido relegado, olvidado, carente de todo, mientras las oligarquía i los grupos de poder, se iban posesionando del suelo i sus riquezas. Incluso, caído Gómez, cuando sus riquezas quedaron todas en el propio país i con pocos habitantes al menos nos servíamos a nosotros mismos, por lo menos en ciertos aspectos alimenticios, o por ejemplo, el Estado Táchira solamente, producía café para todo el país i para exportar, la aparición de los llamamos el inicio de nuevos tiempos i el alba de la democracia –como ya señalé con López Contreras i Medina Angarita- el inicio de los llamados “gobiernos democráticos” después de un golpe cívico-militar que llamaron la “revolución” de octubre, fue realmente una pseudo democracia representativa, pero fundamentalmente presidencialista que, casi del comienzo he combatido en mis escritos i llamé al país, “la Venezuela falsificada”, la Venezuela del Puntofijismo, la Venezuela de la dictadura de los partidos políticos, fanáticos, sectarios i finalmente corruptos que despilfarraron en cuatro décadas, aproximadamente 15 “planes Marshall”. Así, este pueblo venezolano, aunque pasando unas etapas señaladas en la historia, pero en progreso casi imperceptibles para él, hasta el año 1998 estuvo olvidado, marginado, empobrecido i engañado, por una oligarquía del dinero que creció como un monstruo gigantesco, a partir de la aparición del Petróleo a finales de la dictadura gomecista, cuando como cuervos hambrientos nos asaltaron i “recolonizaron” las compañías petroleras transnacionales. Entonces aparecieron los “empresarios”, los “grandes comerciantes”, “los banqueros”, los “accionistas” i multitud de nuevos profesionales en eso de hacer dinero, i hasta “los filátropos”. Surgió una poderosa o vigorosa oligarquía que, un adeco marginado siempre en su partido, como lo ha sido siempre Domingo Alberto Rangel, la describiera magistralmente en su libro LA OLIGARQUÍA DEL DINERO, obra de la cual parece ahora, aborrecer, igual que su ideología de izquierda. I se produjo de nuevo, una versión más “refinada” de lo que ya habían hecho los dictadores: no es cierto que el poder corrompa, sino que los políticos corrompen el poder, como nos dice Bernard Show. Así empezó la corrupción democrática venezolana, disimulada de mil maneras aunque si no se veía la mano que robaba, se veía la mano que gastaba, hasta que al final, desaparecidos ciertos líderes en los que se podía creer en su honestidad, como Andrés Eloy Blanco i Luis Beltrán Prieto (uno muerto; el otro “barrido” internamente cuando Betancourt destruyó o mancilló la democracia interna de su partido) las mediocridades que siguieron los caminos “sin hacer camino al andar”, nos hicieron llegar al más nefasto, corrupto i execrable de todos los políticos venezolanos, desde la Colonia hasta el siglo XX: Carlos Andrés Pérez, quien institucionalizó la corrupción. De milagro no instituyó un Premio al Corrupto del Año (que hubiese tenido aspirantes al por mayor). El gran ejemplo fue desconocer que en convenios previos i de muchos años atrás, para el año 83 las compañía petroleras deberían pasar al estado Venezolano toda la Industria Petrolera; mas, el corrupto por excelencia, prefirió hacer una parodia de “nacionalización chucuta i fingida” que le hizo multimillonario para toda la vida i poderse ir al exterior a vivir cómodamente, con los intereses del gran robo del siglo; pero no conforme con el daño que hizo, todavía ganta dinero en desestabilizar a su patria i proponer, igual que Pat Robertson, el payaso mediocre de Orlando Urdaneta i todos los que cada día “Súmate” a la misma opinión “cristiana”, de asesinar al presidente Chávez, o salir de él a como diere lugar. Por cierto que la disculpa del “pastor” cristiano, dice que no quiso decir matarlo, sino tal vez, secuestrarlo. Realmente la paranoia de algunos, auténticos “locos razonadores” además de enfermedad mental, es estupidez de mil quilates. Afortunadamente ha ocurrido un fenómeno prodigioso que ha puesto en ascuas a los malandros de la política nacional i mundial: el pueblo venezolanos es absolutamente otro; a cambiado radicalmente i merece en próximos artículos demostrarlo, puesto que tal parece que la providencia o el azar, propiciaron una prueba de ello; i esa prueba maravillosa, monumental, ejemplarizante para el mundo, se dio en el golpe del 11 de abril del 2002. Revivió la historia de aquel pueblo del 19 de abril i del 5 de julio, para mostrar al continente americano i al mundo, que hai que seguir el ejemplo que Caracas dio. (Continuará)



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Roberto Jiménez Maggiolo


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