Nueva Orleans: de Mississipi en llamas a Mississipi en aguas

1. ¿Recuerdas aquella gran película, “Mississippi en llamas”, filmada y rodada a mediados de los años sesenta, que con gran crudeza enseña la persecución y los asesinatos de negros por esclavistas blancos en Mississippi? ¿Te has olvidado acaso que fueron los apoyadores de los Kennedy, los Johnson, los Nixon los Reagan, los Bush y sus parientes, los que se cubrían todo el cuerpo con una túnica blanca, haciéndose llamar Ku kux klanes? ¿Viste en la cinta dirigida por Alan Parker en 1964 las muy buenas actuaciones de Gene Hackman y Willem Dafoe como agentes del FBI? Entonces ya podrás entender la tragedia de las inundaciones de Nueva Orleáns, donde predomina la población negra y miserable, que el gobierno ku klux klan yanqui –hoy encabezado por Bush- no ha atendido humanitariamente por estar dedicado a masacrar al pueblo irakí. Es una muestra evidente de odio y racismo.

2. Pero antes de condenar a Bush el guerrerista, ¿por qué no reconocemos que quien eligió y reeligió a Bush en la presidencia fue el mismo pueblo norteamericano educado en el racismo, el individualismo, y que ha apoyado las invasiones y los saqueos de su gobierno? Con la gloriosa excepción de una minoría de izquierda democrática y progresista, que conoce el significado y ha protestado contra las guerras de intervención y los saqueos que su gobierno realiza en el mundo, el pueblo norteamericano vive totalmente enajenado por los medios de información, trabajando con mucha productividad y disciplina para conquistar mayores comodidades y bienestar. Le importa un bledo a ese pueblo si el imperio y la riqueza yanqui han sido construidos mediante invasiones, saqueos, muertes de habitantes de otros países. Por eso no entiende el motivo de las amenazas de Al Qaeda.

3. Desde su origen el territorio norteamericano ha estado habitado por europeos, asiáticos, africanos, latinoamericanos. No porque sea un territorio abierto, libre y justo como dice la propaganda, sino porque desde antes de constituirse como nación libre después de su independencia en 1776, era un territorio semi desierto que reclamó ser poblado y porque años después requirió de millones de esclavos negros, asiáticos y latinoamericanos. Sin embargo el racismo de sus primeros pobladores, de los que se apropiaron de las más grandes y mejores tierras, de los que se adueñaron en los primeros años del gobierno, del comercio, de la industria y la banca, es sádico. Durante 200 años los trabajadores negros fueron perseguidos y asesinados con más saña que los animales y hoy, en pleno siglo XXI, los gobiernos yanquis y sus poderosos empresarios no han cambiado nada.

4. Nueva Orleáns, atravesado por el río Mississippi (río sólo superado en longitud por el Nilo y el Amazonas) es parte de Luisiana, pero está más ligado a los estados de Mississippi, Alabama y Georgia. Esta región –esencialmente de trabajadores negros explotados y miserables- nos recuerda la gran lucha en campos y ciudades de los Estados Unidos de Martín Luther King, asesinado en 1968, cuyo mayor éxito fue lograr la promulgación de la Ley de los Derechos Civiles en 1964; al “Poder Negro”que afirmó el orgullo de la negritud y rechazó la integración; a Malcom X, asesinado en 1965, que formó la organización paramilitar Unidad AfroAmericana; a las Panteras Negras de postulados marxistas revolucionarios o a los Estudiantes no violentos encabezados por Stockely Carmichael. Después de la década de los sesenta los negros han tenido que seguir luchando.

5. ¿Por qué debe importarle al presidente Bush la tragedia provocada por el huracán Katrin, que casi hizo desaparecer a Nueva Orleáns, si esta ciudad es pequeñita en el mapa norteamericano, si su producción económica es baja, si sus votos no cuentan mucho y sólo es un punto en el mapa mundial? ¿Cómo puede aceptar Bush las “críticas siempre con mala intención de sus enemigos”, tanto en EEUU como en el mundo, si como él dice está atendiendo tareas más importantes en beneficio del su propio país? La realidad es que el ejército, los bombarderos, trasatlánticos, aviones y helicópteros llevan más de dos y medio años invadiendo Irak y el gobierno de Bush está preocupado por estar perdiendo la guerra frente al pueblo de aquel país. ¿Para qué preocuparse por Nueva Orleáns si en Irak se está jugando el futuro del mundo, en particular de los EEUU y su presidente?

6. Sin embargo el presidente Fox, actuando como instrumento servil hacia el gobierno de Bush, sin consultar con nadie ni pedir autorización alguna al Legislativo, despachó decenas de helicópteros, motores, enormes camiones y trailers, cientos de soldados, para prestar ayuda humanitaria a un gobierno que, como el de Bush, usa miles de millones de dólares para invadir y asesinar a pueblos del mundo y tiene de más, mucho más, para atender a su pueblo si quisiera. ¿Cuándo se ha visto en México que de manera inmediata y en cantidades enormes de vehículos de mar, tierra y aire, se trasladen a los pueblos de México para otorgar una solidaridad directa en casos trágicos? Fox, el presidente más ignorante e incapaz que ha tenido México, busca desesperadamente alguna señal de Bush, alguna concesión yanqui que le permita levantar aunque sea un centímetro su gobierno.

7. En Nueva Orleáns al parecer, como siempre, los que más sufrieron fueron y han sido los pobres y los negros. Quienes tienen el poder económico y políticos deciden sobre las ayudas solidarias de acuerdo a su ideología e intereses. Pero así será por mucho tiempo más. La discriminación racial y social en EEUU y en el mundo es claramente manifiesta y es histórica y cultural; es una herencia larga que se inicia al mismo tiempo que la propiedad privada y el surgimiento del poder. Aunque desde los años sesenta –con los negros, las mujeres, los jóvenes y los marginados sociales- surgen las grandes batallas liberacionistas, en pleno siglo XXI seguimos arrastrando esa enorme discriminación social por raza, color, sexo, que puede resumirse en discriminación económica y política, en discriminación de clase. Al parecer sólo desaparecerá al extirpar las clases sociales y sus funestos intereses.


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Pedro Echeverría V.


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