08 sep. 05
Definitivamente, hasta dentro de los *defensores del bolívar*, de su justa apreciación, surgen dudas con apariencia de racionalidad, y quienes más las albergan son aquellos que leen nuestros modestos argumentos, nuestros soportes, que, por cierto, todos estos adolecen del desamparo del tren burocrático en funciones de gobierno, lo que obviamente crea un prejuicio de malos entendidos porque la tendencia es creerle más al gobierno que a quien lo critique por bienintencionadas que sean las observaciones que se le formulen al chofer de la nave. Y como el miedo es libre, sin estar contemplado el la Constitución.
Efectivamente, no ha habido todavía ningún ministro del gabinete económico, ni autoridad alguna del Banco Central, que haya tenido la valentía ni la suficiencia tecnoprofesional, para defender la devaluación ni para condenarla con soportes convincentes y populares. Sus actuaciones han sido pasivas, de mutis, de seguimiento ciego a la Presidencia ora por temor al despido y con ello al jugoso cargo, ora porque no se sienten seguros de sí, de su cargo ni de su capacidad profesional, o porque no tienen la libertad para enfrentar las repetitivas defensas del Ministro Nóbrega y de su agente de la Asamblea Nacional, Rodrigo Cabezas, otro burócrata quien demostró poca suficiencia y moralidad profesional sobre estos temas aunque le hayan dado un cargo de materia financiera, a tal punto que todavía no reconoce públicamente que cuando aprobó el Proyecto de Presupuesto 2005, no había entendido aún el importante significado el Artículo 313 de la CRBV.
Echemos un cuentico retrospectivo: Todas estas devaluaciones han sido inducidas o impuestas por los gobiernos venezolanos en estricta obediencia a los intereses de los poderosos comerciantes e industriales de la producción y las finanzas privadas, quienes pretenden resolver los problemas económicos desde el estrecho recinto del mercado, desde los tiempos de Luis Herrera Campíns a quien se le fue su período presidencial dando demostraciones de buen paremiólogo, aunque también tuvo en su favor algunas dosis de moralidad ciudadana con la prohibición de ciertas cuñas deformantes de la personalidad infantil y juvenil, las de la caña y el tabaco, que fueron siempre los mejores filones en materia de publicidad de los buenosparanada medios venezolanos privados.
Entonces, Luis Herrera C. no sólo revalorizó el dólar sino que ya los venezolanos pobres nos habíamos quedado sin plata (Ag) y sin oro (Au) gracias a su predecesor Raúl Leoni, quien, sin que nadie chistara, le cambió espejitos por plata y oro a nuestros asalariados: reemplazó nuestras monedas de plata por monedas de Níquel en una paridad 1/1, y el oro fue recogido a nivel nacional debido a la crisis y pérdida del poder adquisitivo que tal engaño y restricción salarial supuso. Todos los pobres salieron hasta de sus recuerdos de bautizo de sus seres queridos.
Con esa dos primeras devaluaciones, inducidas por el gobierno, arrancó en Venezuela el fenómeno de la inflación de la que no se ha salvado ni el gato. Las presiones que hoy por hoy ejercen los comerciantes e industriales para que continúen las devaluaciones del bolívar provienen de su insaciable sed para que sus ahorros en dólares crezcan más a prisa que la inflación que paradójica y viciosamente genera cualquier devaluación inducida.
Durante la segunda mitad del año pasado, 2004, la Asamblea Nacional tuvo en sus manos un proyecto de presupuesto de Ingresos y Gastos donde claramente el gobierno demostraba tener un preeminente interés en burlar los controles presupuestarios de parte de la Asamblea y de su brazo ejecutor, la Contraloría Nacional. Y lo logró: hoy dispone de un Presupuesto paralelo, tan voluminoso como el oficial, que administra a su arbitrio sin control alguno popular, sino de los cogollos políticos y empresariales actuales que se reparten el poder económico nacional, gracias a la violación expresa que la Asamblea Nacional hizo de la Constitución, cuando soslayó la interpretación de su Art. 313.
Fue así como el Ejecutivo Nacional, a sabiendas de que los precios del petróleo subirían en espiral (la guerra contra Irak ya había arrancado hacía muchos meses), estimó en 23 dólares el barril de petróleo, y esta subestima fue tan desaguisada que el propio Presidente Chávez, *imprudentemente*, reconoció de viva voz que el precio rondaría los 30 dólares fácilmente, pero fue mandado a callar (recordemos que él no manda en el sentido estricto de la palabra, que forma parte de un equipo político de mil colores e intereses, además de imperio que sabe disponer de sus influyentes consejeros adecuadamente ubicados en cargos claves el Poder Ejecutivo, militar, mediático, universitario y académico)
Por eso, quienes sugerimos que no se siga revalorizando el dólar y empoderando a sus tenedores, estamos indirectamente pidiendo una revalorización del poder adquisitivo del bolívar, que cese la inflación, que cesen las presiones devaluacionistas de parte de los manipuladores del dólar, pero sobre todo, estamos pidiendo que el Ejecutivo Nacional y la Asamblea Nacional respeten el artículo 313 y justiprecien y revaloricen el precio del barril del petróleo, porque, de no ser así, volverán las excusas presupuestarias para futuras devaluaciones, mayores inflaciones, y así, mientras los salarios del trabajador cada vez se achican más, a pesar de que en bolívares absolutos parezcan crecer. Un bolívar de ahorita, de esos con los que se paga el salario mínimo, equivale a 60 céntimos del bolívar en los tiempos de Luis Herrera, pero además, como la inflación sigue allí, posiblemente el gobierno siga con complacencias devaluacionistas para con los dueños del dólar, que no son precisamente los asalariados.
Súmese a esto, que no estamos aún entrando en el gran reclamo y la gran defensa del bolívar, esto es: la mejor remuneración del asalariado y empleado público por parte del tradicional explotador burgués que, por el contrario, más se enriquece con cada devaluación. Que no estamos planteando para nada el exterminio de la propiedad privada, el gran semillero de todas estas injusticias.
Recordemos que las mejoras salariales para el empleado público chocan contra las disponibilidades financieras de los pseudopatronos que , no conformes con exprimir a sus trabajadores, siguen saqueando el patrimonio nacional fungiendo de empresarios interesados en el progreso nacional, y con presidentes que les prestan oídos.
Entonces, defender el bolívar contra más devaluaciones es darle un parao a los presupuestos amañados que impuso la IV republica, que la V R. ha estado emulando 100 %. No hay más vueltas, no hay mayores análisis al respecto. Es muy fácil subestimar los ingresos petroleros, de donde deriva el Seniat sus propias recaudaciones en bolívares, para inducir un déficit que impone una devaluación y un mayor endeudamiento público, una devaluación que trae nuevas inflaciones de las que comenzaron cuando Leoni decidió quitarnos la plata y el oro para entregársela a los dueños internacionales de este país. Las ínfulas libertarias, soberanas e independentistas de nuestros gobiernos siguen siendo quijotescas, utópicas y decimonónicas.