La violencia siempre anda detrás de la intolerancia. Pero juntas, como en contubernio, en el cual la primera se dispara cuando la segunda no logra su propósito, al mal argumentar, lo que sucede casi todo el tiempo. Porque el intolerante no dialoga, ni ofrece razones; simplemente demanda u ordena. Se conforma con dar por sentado como razonable todo cuanto dice o piensa. Su palabra o pensamiento, son las medidas de todas las cosas, sus aspiraciones o deseos son verdades y mandatos, al mismo tiempo, que todo el mundo debe acatar sin duda ni vacilaciones. No es asunto de mayorías y democracia, menos de justicia. Infundir miedo es un muy viejo procedimiento para perpetuar la dominación.
La clase dominante en Venezuela, mientras pudo y le convino, convirtió las elecciones en especie de juego y hasta fetiche cuyos dictados todo el mundo debía respetar. La ruleta siempre se detenía justo en el sitio donde ellos esperaban. La decisión, en el caso venezolano, se correspondía con el rango establecido. Se aterrorizaba a quienes pudiesen en duda los resultados electorales aunque ellos fuesen producto de todo tipo de artimaña. Hasta que llegó Chávez.
Claro, antes de eso, hubo excepciones, como las relacionadas con Juan Bosch, en Dominicana y Salvador Allende, en Chile, a quienes defenestraron pese haber ganado limpiamente, con las reglas de la derecha nacional e internacional. Es decir, pese haber jugado con sus barajas.
Soñaron con manejar a Chávez, de eso se ocuparía Miquilena, no pudieron. Intentaron sacarlo por un golpe, lo que incluyó secuestro y tampoco. Más tarde apelaron a la huelga empresarial y sabotaje petrolero y menos. Volvieron a intentar mediante un referendo, huelga empresarial y sabotaje petrolero y nada.
Entonces empezaron a usar los métodos aplicados en Europa del golpe lento que, incluye entre tantas cosas, la repotenciación del odio, secuestrando mente y hasta alma de la gente a la cual puedan acceder. Para eso cuentan con la orquestación de los medios para lavar los cerebros y sembrar las semillas del odio, intolerancia y predisposición a la violencia
Murió Chávez, aunque no sea pertinente así decirlo, y habiéndoles ganado Maduro las elecciones, no aceptan las cosas como son, por los inmensos intereses en juego, empezando por el recurso petrolero, al cual los gringos no renuncian y menos están dispuestos a pagar lo que bien vale; continúan con su propósito de imponer un gobernante manso y “baratillero”. Para lograr eso, en vista de las particulares circunstancias venezolanas, la correlación de fuerzas en todos los espacios, incluyendo el militar, la intolerancia y violencia toman el rol de las elecciones. Por eso mandan a drenar las arrecheras en lugar de aceptar la derrota.
Por ser el intolerante estrecho, se acompaña de la violencia. Es estrecho o se vuelve estrecho porque carece de ideas o razones valederas para la multitud, en un mundo donde estamos obligados a compartir. El intolerante, no duda en sobreponer sus intereses por encima de los demás; hasta el punto que no entiende aquella máxima según la cual, “mis derechos terminan donde comienzan los del otro”. Eso nada les dice. No es pues extraño que los grandes propietarios, rentistas, latifundistas, capitalistas agiotistas e insaciables acumuladores, sean intolerantes. Pues las multitudes carentes de todo, afectadas por las crisis nacionales, como ahora en toda Europa, por ejemplo, no podrían entender que aquellos lejos de afectarse con su tragedia, su hambre y desespero, al contrario se benefician. Y los beneficiados, quienes atesoran en medio de la miseria colectiva, creen aquella injusticia e irracionalidad como pertinente y justa. En Venezuela las misiones por sólo nombrar un ejemplo, de las cuales se benefician millones y lo que demanda una cuantiosa inversión, desatan el odio de quienes piensan en potenciales negocios.
La protesta racional y humana de los explotados y atropellados, es vista por los causantes y aprovechadores de la crisis como acto de desobediencia, intolerable y apelan a la violencia para imponer sus “razones”. Es lo propio del intolerante y egoísta.
Ahora, como el Estado venezolano, por Chávez, no le obedece totalmente, hay síntomas y gestos opuestos a los intereses de los explotadores, intolerantes y violentos, éstos se valen de medios de comunicación para imponer a los sectores que controlan y envenenan su vieja y natural manera de proceder, sus bajas pasiones y mezquinos sentimientos. De eso fueron víctimas Winston Vallenilla y Roque Valero, como antes los “caceroleados” y asesinados de abril. A esos venezolanos, gente como ellos, como el pueblo todo, atrapada por el sonido de la inmensa corneta que concita odio, intolerancia y violencia, se acosó y hasta aterrorizó en Lecherías.
Es una estrategia satánica. Los grandes interesados, el capital internacional y la clase política a su servicio, se vale del pueblo y lo lanza contra su propia gente, inyectándole odio y propósitos que le son extraños.
Gente ajena, distante a los intereses de los históricos explotadores, por un complicado proceso alienante, están sirviendo de agentes de la represión a intolerantes y violentos.
damas.eligio@gmail.com