¿El país o el mundo dividido?

Uno de los elementos que la derecha ha manejado en contra de nuestra Revolución y que utilizan permanentemente los medios venezolanos y de los que se hacen eco los extranjeros es la supuesta división del país. Según ese argumento, la llegada de Hugo Chávez supuso una división entre chavistas y no chavistas que se ha profundizado en los años de gobierno.

Reiteradamente, en entrevistas radiales y en reuniones con gente supuestamente informada se nos insiste en ese tema y hasta se nos plantea la posibilidad de “acercamientos” con la oposición para evitar la fractura definitiva del país.

No basta que repitamos hasta el cansancio que Venezuela ha estado dividida siempre. Que desde la Colonia nos clasificaban en castas y que aquellos que tenían más se convirtieron en los amos del valle y el resto fue simplemente eso: el resto.

Que con la llegada de los sucesivos gobiernos se fue consolidando la división entre un 10% que administraba y disfrutaba de las rentas petroleras frente a un 90% que recibía las migajas y que lo que el Presidente Chávez comenzó fue la batalla para que todos y todas vivamos mejor en un país lo más inclusivo e igualitario posible. Claro que eso le molesta a alguna gente, aquélla que se sigue creyendo mantuana y se acostumbró a sentirse un poquito más arriba. La misma que repudió y criticó el lenguaje claro y fuerte de nuestro Presidente Eterno y que ahora no acepta, no tolera y se niega a reconocer que nuestro nuevo Presidente sea un obrero ni mucho menos que haya empoderamiento popular.

Fíjense si no en la actitud de Lorenzo Mendoza. Su posición no es la de un empresario cuyas ideas económicas no coinciden con la del Gobierno actual, lo cual puede ser comprensible. Su actitud es la del amo colonial que pretende desconocer la majestad del cargo presidencial y tratar al Presidente Nicolás Maduro como a un “empleado” que no le obedece ni se ciñe a sus exigencias. Y, peor aún, se atreve a desafiarlo. Dígame usted si eso no es una expresión de la guerra de clases. Y esa guerra existe desde que el país se dividió entre nobles y plebeyos y fueran aquéllos quienes tuvieran la hegemonía política, económica y social.

Guerra de clases aparte -que, como dije, ha existido siempre- lo que divide a nuestro país es lo mismo que divide a buena parte del mundo: La necesidad de decidir entre el poder financiero y político que gobierna con su sistema capitalista y su nueva visión neoliberal y salvaje, imponiendo sus leyes y sus dogmas, sus valores individualistas y de supervivencia del más apto, generando injusticia, exclusión, desempleo y pobreza globalizada frente a una manera diferente de gobernar, una propuesta de socialismo moderno, humanista, en el que las leyes económicas se rijan por valores de altruismo, solidaridad, complementariedad e inclusión. Una propuesta que permite nuevas formas de producción, de trabajo, de relación, basadas en valores solidarios, en el respeto a los derechos humanos y los de las comunidades. Ésa es la dicotomía existente.

Dicho así, pareciera inaudito suponer que casi la mitad de los votantes venezolanos en el último proceso electoral se decantara en esa disyuntiva por la fórmula salvaje y negadora de todo sentimiento humanista. Y en realidad no fue así. Podemos decir sin temor a equivocarnos que hay un importante grupo de esos venezolanos que no comulgan en lo absoluto con las tesis neoliberales, aun cuando hayan votado por el candidato perdedor. Sólo que para esas elecciones el Imperio –defensor a ultranza del Pensamiento Único- se está jugando su supervivencia y lanzó esta partida con todas las cartas marcadas. Supusieron que la muerte del Presidente Chávez les allanaba “el camino” y decidieron poner a su servicio todas las argucias y mecanismos perversos que el capitalismo tiene, para impedirnos continuar nuestra revolución. Y dentro de esas argucias, claro está, se incluye la técnica depurada de confundir y de envenenar conciencias.

No consiguieron su objetivo ulterior, a pesar de ello, pero insisten en seguir utilizando todas las marramucias posibles. El golpe suave. Las guarimbas. El acaparamiento y la especulación. El dólar paralelo. La guerra mediática. El debilitamiento de las instituciones. La diplomacia negativa. El desprestigio impuesto. Todo con el propósito de que Venezuela retroceda y pierda la batalla contra el Pensamiento Único, y deje de ser un referente mundial para quienes siguen creyendo que frente al neoliberalismo sí hay alternativa. Sí hay otra economía. Sí hay otra forma de vida. Sí hay buen vivir.

Es cierto que la esperanza de mucha gente en el mundo está puesta en los países que hemos emprendido la senda de la liberación. Y tenemos la responsabilidad de no defraudarlos. Mucho menos a nuestro Presidente Eterno que desde donde está nos empuja a seguir batallando. Nos toca, pues, educar, educar, educar. Cargar de verdadero contenido ideológico esta lucha. Fortalecer la conciencia de la clase trabajadora. Erradicar definitivamente la cultura rentista y reivindicar los valores del trabajo, del esfuerzo, de la ética y de la solidaridad. Nos toca consolidar y defender los logros obtenidos y demostrar que frente al individualismo, al consumismo desenfrenado, a la corrupción, a la avaricia y al falso progreso podemos oponer resultados concretos del trabajo bien hecho, de altruismo, de calidad de vida, de poder popular y la utopía realizable de un modelo productivo soberano, una democracia verdadera y participativa y una seguridad y una justicia social sustentable.

yolandarojasurbina@hotmail.com


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Yolanda Rojas Urbina


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