La mentira es una enfermedad i el mentiroso un enfermo

Se dice que el Sida es la enfermedad más terrible de nuestros tiempos i conocemos bien todos los aspectos negativos que tiene. Sin embargo podemos decir que es relativamente reciente, porque fue en la década de los 70, cuando realmente se diagnosticó por primera vez i entonces se asoció a otras patologías, algunas derivadas como un tipo especial de cáncer. Sin embargo quiero compararla con otra “noxa” que es un sida social de toda la existencia del hombre, desde la prehistoria hasta el presente, pero más acentuada i establecida desde que hablamos de vida civilizada. Es enfermedad, grave, contagiosa, deformadora no del físico sino del espíritu o de lo que algunos llaman el alma; de modo tal vez desde el exterior, a veces es imposible, o casi siempre no es posible, ver los signos de la enfermedad, la cual se manifiesta en síntomas, que son subjetivos i por ello fáciles de ocultar. Mas, igual que la corrupción i el robo de altos quilates (no el raterismo que es como una erupción i se percibe) no se ve el signo de la mano que roba, pero se percata uno de la mano que gasta, que es la exteriorización de los síntomas o lo subjetivo hasta ese momento. Aunque a veces, respetando a la Ciencia Política o la Política (no la politiquería barata que es su depravación), decir como Voltaire que “no es otra cosa que el arte de mentir a propósito” es un tanto exagerado; pero ello resulta de la impreparación i falta de estudios de muchos de los que se dedican a ella simplemente para escalar posiciones o detentar el poder, para exclusivo beneficio propio. “Estoi un tiempo en un cargo jugoso” (recuerdan que los adecos decían “no me den, póngame donde conjugando el verbo según la gramática de Alfaro Ucero” i luego aunque lo pierda porque me cambien, ya llené la cuenta bancaria con no poco. Por ello, el politiquero, estaba hecho para llenarse i mentir olímpicamente, acorralando a los escasos políticos que terminaban por corromperse o apartarse de la vida pública. I ¿cuál el arma más eficiente para lograr disfrutar del poder? Una sola: la mentira. Empero, eso no es solamente aquí; es universal.

Veamos, entonces, cómo la utilizan los todopoderosos de los países “superdearrollados” como el caso de los Estados Unidos, ahora pescado in fraganti en sus más connotadas mentiras, con el huracán Katrina. Lo primero es ver cómo ha venido mintiendo todos los días de su mandato i desde las campañas electorales, el señor vaquero George W. Bush, i los más notables de su gobierno i tren ejecutivo. Ocuparse de las pequeñas o medianas mentiras, sería imposible. Desde los tiempos de Mateo Alemán i la novela picaresca española con su obra Guzmán de Alfarache, este concluyó que “Quien quiere mentir, engaña, y el que quiere engañar, miente”. Podría decirse que es una tautología, de manera que podríamos decir que Mr. Bush i su gabinete de secretarios, más su vice-petrolero-vice-presidente Chaney, son mentiros tautológicos. Por ejemplo, su secretaria de estado Condolezza Arroz (que no ha asomado la cara para defender a los pobres de su raza, mientras vive preocupada por Chávez i Venezuela) es una especie de grabadora política para difundir mentiras medianas (según piensan los blancos “a una negra no se le puede dar mucho poder”, así esté en el gobierno) i lo mejor que puede hacer, son viajes sembrándolas aquí i allá. Las grandes mentiras son para hombres como el “enrazado” Power (que se retiró cansado de mentir, de lo cual ahora asquedo, dice estar arrepentido).

Pero quedó el Vice-presidente como cancerbero del petróleo i el cínico mentiroso de Rumsfeld, para aparecer diciendo no explicarse (como no se explicaron por qué no hallaron armas de destrucción masiva o depósitos de uranio en Irak), el porqué se tardaron tanto en llamar en ayuda el super poderoso ejército de los Estados Unidos. Quizá fue porque no querían perturbar esa loable labor que hacen en Irak, para restablecer la democracia, establecer una Constitución i finalmente llenar de dicha i sana alegría a ese amado pueblo o no interrumpir las cortas vacaciones presidenciales; el secretario de defensa, no acató en principio a saber a cual pueblo amaba más, i por eso tardó la ayuda; o quizá el racismo comprobado de ese catirito vaquero, de fina nariz, cabellos casi rubios con canas i ojos azules, estaba dando tiempo para salir de un poco o de muchos de esos negros feos i sucios, como los consideran las grandes élites de la sociedad aristocrática, con ideas tan filosóficas i humanitarias, como la de aquel candidato presidencial, Welles, quien quedó en silla de rueda por las “injusticias” de la vida, i agregaba que los quería tanto (a los negros) que siempre aconsejaba que cada familia comprase uno. Por esto ahora, tal parece que muchos hombres del gobierno i el ejército, hicieron lo que señalaba Mark Twain, el cantor del Missisipí i sus riberas, señalaba lo que resolvía el embustero: “Conoce primero los hechos y luego distorsiónalos cuanto quieras”. Por eso el presidente apareció cinco días después abrazando gente, dando triviales explicaciones, lo mismo que el repugnante cínico de Rumsfeld que ha podido hasta situar frente a las costas del sitio de la tragedia, el portaviones lleno de helicópteros que estaba en maniobras de entrenamiento en el Caribe, i luego descansando su tripulación en Curaçao, con la vana intención de amedentrar o amenazar a Venezuela con el poderío de su armada. Con ese portaviones i todos sus helicópteros, ha podido salvar de la muerte o de la desesperación, el hambre i las enfermedades, a miles de ciudadanos estadounidenses. Ahora distorsionan todo, incluyendo aquello de resolver salvar negocios antes que seres humanos. Además, esta más que entrenados en distorsionar a nivel mundial, todos los logros de lo que acontece en Venezuela, mientras mienten descaradamente como en las justificaciones del genocidio en Afganistán e Irak; i el que tienen ya preparado para Irán i Venezuela, con la eficiente colaboración de tan patriótica i justa oposición. O recuerden lo que dijo el “cristiano” Robertson: matamos o secuestramos (a Chávez) i después arreglaremos o justificaremos todo. Eso se llama poner la mentira al servicio de la Humanidad. Por eso allá tienen a Robertson para recibir, interpretar i exponer los dictados de Dios; i aquí un trío casi bendito (cámbiese por ) que son Castillo Lara, Baltasar Porras i el soberbio Freites, que tienen ya aplicado el dicho aristotélico: “El castigo del embustero es no ser creído, aun cuando diga la verdad”. Ahora, un reciente artículo en APORREA, nos demuestra que hai otra variedad de embustero i antiético en las profesiones: el embustero profesional en la medicina, como lo es el psiquiatra Franzel Delgado Senior, quien violando normas deontológicas i sin acudir a un Institución Académica, diagnostica de enajenado mental al presidente Chávez. Sería interesante conocer su currículo profesional, años de estudio, posición política, i porqué la sabiduría en su especialidad no había diagnosticado la insania mental de la gran mayoría de la oposición, donde abunda el loco declarado i confeso; i cabría preguntarle ¿Cómo diagnostica a Bush? O para que entiendan algunos que leen sin entender el castigo para la mentira: el cuentecito infantil del pastorcito que anunciaba a gritos un lobo sin presencia alguna del depredador. Lo cierto es que la mentira es una enfermedad, i el embustero un enfermo. Para tener una esperanza de curación, hai que seguir estudiando el Genoma Humano e identificar los genes que deberá eliminar la Ingeniería Genética, i no ninguna alternativa pirata o comercial.

Sin embargo, fuera de ese castigo aplicable a los niños, a los tarados i a los politiqueros, hai un castigo o repudio ético para los que mienten a conciencia de que mienten; tal como los hombres del Imperio i los siervos del mismo: los jerarcas de la iglesia i este profesional de la medicina. Ellos piensan que al final de la vida que pasa tan aceleradamente, cuando confiesen sus pecados i les den la absolución comiéndose a Cristo, les serán personados sus pecados i irán derechitos al cielo. Lamentablemente, para ellos, se irán a la nada, i las mentiras i las maldades que hicieron, las repudiarán las siguientes generaciones i quedarán en la historia. ¡Por eso se engañan, mintiéndose ellos mismos!









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Roberto Jiménez Maggiolo


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