Resulta difícil convencer y convencerse de que la responsabilidad del ayuntamiento, de todo ayuntamiento (y este nuestro es herencia directa de los conquistadores), de las alcaldesas y de los alcaldes, es proponerse realizar un gobierno del vecindario.
Ahora cuando se aproximan las elecciones para las jefaturas en la estructura de las alcaldías, uno sigue sintiendo la preocupación porque los gobiernos más próximos sigan siendo tan distantes como aquellos en los que las o los elegidos, gobiernan desde sus oficinas, sus palacios, sus casas de gobiernos y sus parafernalias con carrozas y escoltas que marcan profundas fronteras entre electoras, electores y elegidas o elegidos.
Prácticamente comienza la campaña electoral, no decretada, y ya se desata la publicidad abierta o encubierta que comienza a ofrecer “productos perfectos” gracias al precioso empaque que les envuelven.
Mientras no se estremezca, en esta instancia de representatividad y decisiones, el supuesto significado del gobierno de los pares, de los más cercanos, de los oídos respuestas y acciones, muy poco se podrá construir un verdadera espacio para el poder popular.
En el ejercicio de los gobiernos de la Revolución Bolivariana se ha hablado mucho de las comunas y de su gobierno como espacio más cercano para compartir poder y acciones en beneficio de los logros más próximos, más cotidianos y más radicales de las comunidades, especialmente de las organizadas. Sin embargo, el inmenso vacío entre esa voluntad y el ejercicio gubernamental, no todavía desde las comunas, sino desde las alcaldías, sigue sembrando desalientos para la participación.
Los altos riesgos de abstención, ya evidenciados en todas las elecciones que no sean las presidenciales, confirman que no se ha comprendido lo que significa el proceso comicial que debería elegir a los panas, a los vecinos, a los voceros que saben hacer y gritar para conquistar, victorias y futuros.
Los alcaldes y las alcaldesas escogidos hasta el presente, han terminado convirtiéndose en figuras distantes, confundidos con inaccesibles figuras de poder que, muy poco o nada contribuyen a liberar a los pueblos desde el rigor de sus entrañas.
En diciembre son las elecciones y, a tan pocos meses de ese 8 electoral, todas las aproximaciones al tema no hacen sino reproducir el espasmo y las limitaciones de una elección que no puede representar definitivamente nada. Pareciera que siguen lloviendo alcaldes desde el Olimpo. Es tiempo de revisar, de rectificar y de avanzar o el poder popular terminará siendo una bonita letra muerta.