La guerra perpetua, la paz de nunca (III)

III
Lo expuesto en artículos anteriores, es únicamente una faceta o una de tantas consecuencias en países particulares, de lo que es un mal universal. Es imposible enumerar las guerras que se sucedieron en el siglo pasado, i mucho más mirar hacia el pasado de la Humanidad. Desde los tiempos históricos, como he dicho, la historia de todos los pueblos del planeta es la guerra, con múltiples testimonios de todo tipo, sin que se excluyan los conflictos de los tiempos pre históricos que, pese a la barbarie propia de esos tiempos, no debieron ser tan crueles como las guerras del mundo “civilizado”. Obviemos ese pasado remoto i trasladémonos a los tiempos de Herodoto i sus contemporáneos., cuando el mundo era “plano i pequeñito” i el Mediterráneo se llama así, por ser el mar central de toda la Tierra. ¿Qué había entonces? Sencillamente ¡guerras! Algunas o mejor todas, nos resultan bárbaras; los motivos siempre, la conquista, el sometimiento de unos pueblos a otros, la ferocidad de ciertos jefes como Gengis Khan, Atila, Alejandro, etc., que al menos tienen en descargo de esas luchas en busca siempre de un “botín de guerra”, que esos jefes iban al frente de sus tropas i muchas veces eran heridos o muertos. Los jefes, eran los primeros en arriesgar la vida, para lograr victorias, i hasta en tiempos más cercanos, Napoleón, Aníbal u otros grandes jefes, estaban al frente en el campo de batalla, igual que nuestros libertadores que, por lo menos estaban allí dirigiendo las batallas. Ahora no. Los jefes, hasta los más crueles como Hitler o Stalin, estaban bien resguardados, mientras otros corrían todos los riesgos. Cuando triunfaban se les condecoraban i llenaban de honores; cuando eran derrotados, se les humillaban i desaparecían. El mundo “civilizado” patentizó este estilo de guerra, como sucedió en la segunda guerra mundial, cuando un presidente estrenaba guayaberas de llamativos colores o se divertía, su orden hizo explotar dos bombas atómicas en Hiroshima i Nagasaki. I finalmente, en el presente, los jefes pueden darse el lujo de estar jugando golf, mientras sus tropas i sus armamentos super poderosos, aplantan pueblos, sin temor de poder considerárseles criminales de guerra. Esto es parte del “progreso” científico i tecnológico de la Humanidad; si lo que los poderosos gastan en armas de guerra i en su planificación i desarrollo, lo invirtieran en el cuido de la civilización i en la elevación de la calidad de vida i la ecología del planeta, ya el Sahara estaría sembrado de grama, con fuentes i riachuelos o lagos. Teniendo una atmósfera que se pretende destruir, en vez de recuperar tierras fértiles, se está estudiando crear una atmósfera en Marte i lograr agua, mientras que no sabemos ni queremos cuidar el planeta en el cual vivimos, donde hasta el agua, será botín de conflictos futuros. Esa tecnología necesita dinero, i el mejor negocio para conseguirlo, a costa de la pobreza o miseria del resto del mundo, es la guerra. La guerra les sirve, además, para vender a los pueblos que desean se maten entre sí, la armas que ya resultan viejas, obsoletas o se están oxidando. Venden aviones, vehículos, barcos i ..submarinos que son reliquias de las grandes guerras i con esa estabilidad mundial, el gran botín del petróleo, es la meta de la política mundial. La savia negra del globo terráqueo, debe ser para ellos. El país que se oponga a malbaratar la riqueza de su subsuelo, deberá ser aplastado, pasando por encima de cuanto organismo internacional, pretenda ser árbitro de la justicia. Lo acabamos de ver con Irak; inventaron el motivo de poseer “armas de destrucción masiva” que más nadie que ellos tienen derecho a poseer, i aunque no encontraron ni potes de insecticidas para chiripas, destruyeron gran parte de una ciudad milenaria como Bagdad, de grandes patrimonios artísticos i al presidente que ganó elecciones fraudulentas, consideró a la Mesopotamia, donde supuestamente el mito religioso, situó el Paraíso Terrenal, solamente un obscuro rincón del mundo. I mientras estas cosas está a la vista de todos i se ha escrito hasta el cansancio sobre esta peligrosa i funesta realidad, en nuestro país, cuando por primera vez se hace respetar la soberanía nacional, abundan los resentidos vende patrias, los que perdieron todo los inmerecidos privilegios durante más de cuatro décadas, deseando de todo corazón una intervención de esa potencia, en los asuntos del país o hasta desearían convertir a la patria del más grande de los Libertadores en la Historia, en un “estaducho” como Puerto Rico, con ciudadanos de tercera o cuarta categoría, pero con algunos traidores pudiendo disfrutar de las migajas. I a esos se ha sumado gran parte del clero, como buenos discípulos de los inquisidores del pasado, sin asombrarse de traiciones, agresiones ni verdaderos crímenes, porque al fin i al cabo, la iglesia universal, igualmente ha sido guerrera i perseguidora de riquezas i privilegios. I cuando han querido rectificar, lo han hecho con un pequeño retraso, como en el célebre caso de Galileo. La iglesia, siempre ha marchado con siglos de retraso i por eso algunos sacerdotes, como Velazco i Porras, les gusta conspirar, aman la guerra i se olvidan de la paz.

Empero, volvamos al tema en general. Cuando hemos tenido oportunidad de estudiar por lo menos, dos grandes guerras mundiales –con suficientes o sobrados testimonios a mano– o muchas otras guerras también importantes (Corea, Vietnam) llegamos a la conclusión de pensar como Russell, respecto a que “el argumento histórico suele ser falaz, cuando se aplica a las condiciones modernas. La guerra es un asunto más serio de lo que solía ser. La guerra puede aún solucionar problemas, pero sólo con una mala solución”. I esa mala solución es porque generalmente es injusta, pese a que muchos, como el Sr. Bush, piensan como Maquiavelo, en el sentido de que, “la guerra justa es necesaria”. Obviamente, cuando un pueblo se defiende o busca la libertad, nos parece absolutamente justo, pero son los antecedentes los que motivan guerras i esos, casi nunca son justos. Sería justa la superioridad defensiva, sobre la superioridad ofensiva, con lo cual, dice el mismo autor, la civilización progresa; pero cuando lo es la ofensiva, los hombres caen en la barbarie. Siguiendo es este autor, pienso que de las causas de la guerra, la primera es la arrogante ambición de los fuertes; en segundo término “el descontento de las naciones menos afortunadas”, aunque agrego que, es igualmente lo que Russell llama “las guerras de prestigio” que no lo es tal, sino el maquillaje de las guerras de negocio, de conquista, de poder por el poder, como las que hemos visto en el Medio Oriente.

(Continuará)




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Roberto Jiménez Maggiolo


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