Uno de los momentos más indescriptibles de la oposición fue cuando Juan Carlos de Borbón, despertando de su aburrimiento en una cumbre iberoamericana, le espetó a nuestro Presidente, el comandante Hugo Chávez, su soberano: “¿Por qué no te callas?” Dicho esto, siguió dormitando, ajeno e indiferente a lo que decían los jefes de Estado de sus antiguas colonias. Desde ese día no supimos más del Rey de España hasta que apareció de safari, rifle terciado, al lado de un elefante muerto, víctima de su elogiada puntería ante un blanco de cuatro toneladas.
Fue un día sublime, paroxístico, para la “alternativa democrática” venezolana. El monarca la vengaba de tantas derrotas electorales, militares y “cívicas”, como el sabotaje petrolero, a manos del “teniente coronel”, del “zambo”, del “impresentable”, del, etcétera, pues. Dos siglos retrocedieron en segundos para que el Rey volviera a sentir las lamidas mimosas del mantuanaje. ¡Y viva España!, se dejaba oír en las caravanas que salieron a celebrar al Este del Este.
Sería ocioso hacer la lista de los titulares de prensa y noticieros de radio y televisión. Los articulistas opositores estuvieron escribiendo sobre el tema (y exprimiéndolo) durante año y medio. La frase real “¿por qué no te callas?” se convirtió en consigna electoral. El infalible tirador de elefantes era visto por los aindiados oligarcas criollos como un Fernando II. Una pure sifrina que trotaba por Cumbres de Curumo exclamó sublimada: ¡Deberían canonizarlo en vida!
La fiesta se les terminó cuando Hugo Chávez los hizo morder el polvo de la derrota en la siguiente elección. Como para ese entonces nadie los instigó a “drenar su arrechera”, la pagaron con el Rey de España y lo olvidaron. No imaginaban que unos años después, al monarca y al resto de la vieja Europa los mandaría a callar su antigua colonia, ahora convertida en imperio. A raíz del caso Snowden, el viejo continente "reclamó" a Estados Unidos por espiarlo, escanearlo, grabarlo y copiarlo y le exigió, sí señor, “explicación”.
Los gringos guardaron silencio. Luego les dijeron: “El espía está en Moscú, sabemos que no saldrá en el avión de ninguno de los jefes de Estados allí reunidos, pero nos disgustaría si algún país europeo les permite aterrizar en su suelo; tienen ustedes una oportunidad de oro para demostrar su buena conducta”. Un temblor recorrió los Alpes, de signo contrario al de aquel fantasma decimonónico y rojo. Así respondía el imperio yanqui a la solicitud de “explicación” que, por puro aguaje, pedía Europa, trémula.
Francia, España, Italia y Portugal le impidieron al presidente de Bolivia cruzar su espacio aéreo. “Disculpe, Presidente, pero órdenes son órdenes”. La solidaridad de Latinoamérica con Evo Morales no se hizo esperar, pero los ciudadanos europeos no han reaccionado, no salen de su humillación, avergonzados de sus gobiernos.
La oposición venezolana también está en shock. Suele ir al Departamento de Estado a rogar golpes y atentados contra Venezuela. Pero igual se lo piden a la vieja Europa. El lacayismo es bígamo y cornudo, pero fiel.