En Colombia, las secuelas de Katrina le están apretando las tuercas al presidente Uribe. Ha llegado al año agónico de su mandato y no sólo no ha derrotado la guerrilla, como fuera su promesa electoral, sino que la guerrilla cumplido el tiempo de repliegue táctico, ahora arremete en todos los frentes y en todo el territorio nacional. De nuevo hay voladura de puentes, torres de energía, ataque a bases militares y paro de actividades en extensas zonas.
Un tornillo flojo que Katrina le aprieta a Uribe es el de su inapelable política de paz con la guerrilla hasta tanto no renuncien a la guerra. De llegar a ocurrir tan ilusa pretensión ¿para qué conversaciones de paz? Si se habla de paz es porque hay guerra:. verdad de Perogrullo. De improviso Uribe invita al ELN y a las FARC a conversar del conflicto -que vuelve a ser “guerra”- con los “señores” guerrilleros -que dejan de ser “bandidos”- ¡0h! el convencionalismo de las palabras. Con este acto Uribe. pierde la iniciativa y se coloca a la defensiva, a la espera de que la guerrilla imponga las condiciones para conversar. De la noche a la mañana su política se derrumba ante la presión internacional que rechaza “La Ley de Justicia y Paz” firmada con los paramilitares y por la cual le otorga amnistía a sus crímenes horrendos.
Con esta Ley los jefes paramilitares quedan convertidos en mansos corderos que se trasladarán a las ciudades a disfrutar de sus rapiñas, de sus negocios ilícitos y cumplir, en forma soterrada, la misma función que cumplían en las zonas rurales, por cuanto las luchas sociales se agudizan por el ejemplo de Bolivia, Perú, Ecuador y la Revolución Bolivariana. La oligarquía acorralada como nunca antes, aislada del contesto latinoamericano como aliada del imperio, mueve su ejército de paramilitares hacia nuevas posiciones para acentuar el asesinato de dirigentes políticos, sindicales, estudiantiles y comunitarios.
En Colombia como en Irak, Katrina deja sentir sus secuelas sobre un problema crucial, el financiamiento de la guerra.
¿Podrá el gobierno de EE.UU. continuar financiando la guerra en Colombia?
¿Será ésta la tuerca que se le aflojó a Uribe y lo obliga a hablar de paz; o será ésta una trapisonda más en el camino a la reelección? Con reelección o sin ella ¿cómo financiar la guerra y mantener un contingente militar de casi 400 mil efectivos en armas? ¿Puede el Estado colombiano hacer frente a un gasto militar de tal magnitud, y al mismo tiempo enderezar su quebrada economía con un déficit del cuatrillón de pesos? Las realidades son tercas.
A Bush, el embuste de las inexistentes “armas de destrucción masiva”, ya le ha costado, del dinero de los contribuyentes, 200 mil millones de dólares, en dos años de guerra en Irak y con sólo 140.000 efectivos militares; más los 200 mil millones de la reconstrucción de Nueva Orleáns; más el gasto en 700 bases militares en los cuatro confines del planeta. Más el creciente rechazo en el propio EE.UU. como en el resto del mundo, a su política de guerra.
Tovar, octubre del 2005
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