“Tenemos tanto tiempo delante de nosotros, que se confunde casi el horizonte sensible de la existencia individual con el infinito de la eternidad. No solamente olvidamos nuestra propia muerte, sino la muerte de todos los camaradas que nos rodean; aunque el monstruo vive hiriendo, devorando y rumiando, eternamente suspendido sobre nuestras cabezas. Lo que más extraña es la continuación de nuestra vida, después de la desaparición de aquella vida sin la cual creíamos imposible respirar. Pero si no morimos de pronto en esas horas supremas de las separaciones eternas, comenzamos a morir”.
Esa savia de juventud y de genio de nuestro Líder Eterno brotaba en sus escritos y discursos. Él en todos los discursos y oraciones, mantuvo la causa justa por excelencia, la causa de los oprimidos. Jamás la palabra humana, ese don de los dones, podrá tener empleo tan glorioso como el de consagrarse a la defensa del pueblo. Así, muestra que no hay música comparable a la música de la palabra, cada una de cuyas notas es una idea, o cada una de las ideas la semilla de un mundo. Mancharla con el sofisma, es un error; pero mancharla con la adulación, es un crimen. Chávez tenía todas las facultades del orador, todas: sensibilidad, imaginación, idea, voz flexible, respondiendo a los varios tonos del pensamiento, palabra abundosa, claras nociones de Justicia. Su genio inquieto le llevaba a otras cimas donde su sobresaliente individualidad pudiera desarrollarse en todas direcciones sin ningún obstáculo. Necesitaba volar. Su alma se creía prisionera, demasiado cerca de la tierra.
Ha exprimido su corazón como una esponja sobre nuestra frente, y nos ha bautizado con su sangre. No hay ningún hijo de este mundo, ninguno, que si examina detenidamente su ser, no encuentre allá en el fondo oscuro de la conciencia algunas gotas de hiel de la duda y allá en el fondo destrozado del corazón algún estremecimiento de desesperación. No hay ninguno pues, que no lleve algún recuerdo de nuestro Comandante Eterno en la conciencia. Nuestro dolor nace de la desproporción del ideal que llevamos en el alma con las fuerzas y el tiempo que tenemos para realizarlo. Y tenemos por vida un minuto. ¡He aquí la grandeza del Comandante Chávez!
Tenemos un culto por todos los calvarios donde hemos sufrido. Y al fin de la vida amamos hasta nuestra corona de espinas y las llagas que la idea ha abierto en nuestras sienes, como las llagas que el sentimiento ha abierto en nuestro corazón. La alabanza, el aplauso, la gloria, suenan gratísimamente al oído. Por algunos momentos cree el cándido corazón que todas aquellas muestras de entusiasmo han de ser eternas, que todas aquellas flores nunca han de marchitarse. Olvidamos que hay en el fondo de la burguesía el aguijón del mal para impulsar la vida, espoleándola, hiriéndola. Y el goce eterno para las almas grandes, es la contemplación estática de una idea; y el trabajo, el combate diario por realizarlo. Pero en Chávez las ideas eran llamas vacilantes que ardían o se apagaban al viento de sus pasiones.
No es posible decir cuánto la burguesía se soliviantó contra el Comandante Chávez. La historia no guarda ejemplo de cóleras semejantes. Todas las “reputaciones” que se sentían heridas, todas las envidias que ha sembrado con su genio, todas las costumbres viejas que había ridiculizado con su sátira, todos los privilegios que había combatido con su elocuencia, los obispos de la Conferencia Episcopal, “la aristocracia”, las sociedades particulares, los politiqueros de turno, la clase media tan fácil de engañar. Todas las preocupaciones burguesas se levantaron contra nuestro Líder Eterno como víboras. Las puertas se cerraron para él. Los que antes le adulaban, se retiraron de su contacto, como si temieran quemarse con algún virus. Los medios de comunicación de la burguesía le inmolaban en caricaturas horribles. Era, a sus ojos, un satán iluminado por el genio para mostrar mejor que no tenía ni corazón ni conciencia.
No hubo remedio, para evitar el golpe de estado de aquel 11 de abril 2002. No hubo remedio, después de haber perdido el hogar, la familia, casi pierde la Patria y la vida; fue secuestrado y sin gloria, mártir sin corona, infeliz entre todos los infelices del mundo, ángel escupido y despreciado por una clase social embriagada de odio. Pero no se puede emprender esta empresa titánica sin destrozarse en ella completamente.
¡Gringos Go Home! ¡Libertad para los cuatro antiterroristas cubanos héroes de la Humanidad!