En el argot beibolístico cuando un equipo es prácticamente imposible derrotarlo, decimos que está en su mejor momento, las piezas que componen el equipo están engranadas y aceitadas para obtener el triunfo.
Un país que presenta resultados positivos en sus cuentas nacionales, un crecimiento sostenido, la inflación contenida y signos de aminorar su efecto pernicioso sobre los precios, tasas de interés normalizadas, crecimiento del empleo, una cantidad cada vez mayor de población atendida por una política alimentaria de gran penetración y efecto, el desarrollo de nuevos paradigmas en el campo de la salud, un proceso educativo extra formal como lo constituye la asistencia directa a la población, un proceso de justicia y equidad en el campo venezolano, la atención debida a la planta industrial abandonada bajo preceptos de cogestión, la formulación y puesta en práctica del desarrollo endógeno, el incremento sustantivo de las inversiones locales y foráneas, el crecimiento del PIB no petrolero, incremento del consumo y del ahorro nacionales, ese país se llama Venezuela y sin exageración podemos afirmar que está sumergido en el camino del bienestar y justicia social, nunca antes vísto.
El país en el cual nacimos o escogimos para pasar los años de vida o buena parte de ellos, está aunque algunos aún lo duden, en su mejor momento.
Veamos el porque de esta afirmación. Si retrocedemos unos 15 años, digamos a 1990 y logramos extrapolar la situación de entonces, con el momento actual, inclusive salvando diferencias fundamentales como densidad poblacional, calidad de vida, ingreso, empleo, consumo, ventas, etc, podemos concluir que desde el punto estrictamente económico y considerando las variables e indicadores más importantes, el país presenta hoy día, una situación económica más próspera y rentable.
Pero tambien, fuera de la esfera económica el país demuestra que en lo social, que apenas se está comenzando a evaluar estadísticamente en su impacto económico, presenta avances importantes. Los programas sociales y misiones que no existían para 1990 y subsiguientes tienen en el seno de la economía y el entorno familiar una incidencia tal que aún sin haberse medido totalmente en forma cuantitativa bajo la creación de nuevas variables, podemos afirmar que el poder de penetración y bienestar producido rompen las expectativas acerca de su impacto en factores primordiales para cualquier país y su economía, como los son salud, educación y una mejor alimentación.
Más aún, si vemos la situación desde el punto de vista contable, con el permiso de los profesionales del área, haciendo uso de los conceptos de costos variables y fijo y homologándolos al salario real y nominal, siendo que a los primeros le agregaríamos entonces la incidencia de los beneficios sociales alcanzados, que aún no han incorporados por la no pertinencia a las variables tradicionales, cuyo origen, estudio y evaluación se hace a partir solo del Ingreso individual y/o familiar.
En razón de lo expuesto anteriormente, podemos afirmar que lo social gradualmente tiene su aporte e impacto en lo económico, rompiendo paradigmas inimaginables en los años 90 y además tirando por la borda, los preceptos y enunciados capitalistas de nuevo signo incluyendo por supuesto el neoliberalismo y el cual sustentaban en que a partir del desarrollo y crecimiento económico podría vislumbrarse la afectación en los social.
Se está demostrando cualitativa y cuantitativamente que una economía como la nuestra crece y se desarrolla cuando se coloca al ser humano por delante, es decir, que la gente y no el mercado es quien define su propio bienestar. Es por ello, que nuevamente reflexionamos sobre la actual situación económica y social en el país y podemos ratificar que el país está en su mejor momento, no sin antes entender, que el protagonismo de la gente y la voluntad férrea del Estado y su brazo ejecutor el gobierno, son la garantía de que esta situación se mantenga para alcanzar la mayor suma de felicidad posible