El pañuelo blanco en el asta ya no se mueve al compás del viento universal. Las súbitas sacudidas pasaron, ahora, a la inmovilidad, maquillada por la caída de su esplendor. Pizcas de sangre amenazan con manchar su pureza, pese a la negativa de que esto se prolongue.
Hoy se conmemora el Día Internacional de la Paz, paradójicamente cuando los ruidos de sables suenan en los cuarteles de las grandes potencias, mientras millones de dólares parecen ingresar a las arcas patrimoniales del consorcio armamentista trasnacional.
Diariamente el sonido de las metrallas acaba con vidas inocentes en el Medio Oriente. Las bombas, con precisión milimétrica, se desvían hacia objetivos civiles en Irak y Afganistán, mutilando la esperanza de miles de almas que claman por el cese del fuego invasor.
La paz se vende... ¿pero quién la compra?
El presidente de los Estados Unidos, Barack Obama, es el principal impulsor de una acción bélica contra el pueblo de Siria, aun cuando fue galardonado con el Premio Nobel de la Paz en el año 2009 por “apostar a un mundo sin armas nucleares”.
El jurado calificador valoró “los esfuerzos de Obama en favor de la paz” en todo el planeta, bajo un “clima nuevo” para la política internacional.
“Gracias a él, la diplomacia multilateral ha recuperado su posición central y ha devuelto a las Naciones Unidas y otras instituciones internacionales su papel protagonista”, argumentaron el veredicto final.
Obama, ante las críticas que se desataron en todo el globo terráqueo, sostuvo, el 10 de diciembre de 2009, que consideraba que “otras personas merecían más el premio”, aunque se autocalificó como un “firme defensor de la paz”, muy “consciente” del costo de las guerras.
“Soy el Comandante en Jefe de una nación que está en medio de dos guerras: Una se está terminando (Irak) y la otra no la buscó”, manifestó ante un posible conflicto con Irán que, probablemente, desataría la Tercera Guerra Mundial, como han asegurado algunos analistas de todas las latitudes.
Uno de éstos fue el líder de la Revolución Cubana, Fidel Castro, quien comparó a Obama con su antecesor, George Bush, por su afán de continuar con la guerra en algunos países árabes.
“¿Por qué Obama aceptó el Premio Nobel de la Paz cuando ya tenía decidido llevar la guerra en Afganistán hasta las últimas consecuencias? No estaba obligado a un acto cínico”, expuso en su reflexión de nombre “Las campanas están doblando por el dólar”, elaborada el 9 de octubre de 2009.
“Por primera vez asistimos a un merecimiento sin que el postulado haya hecho nada por merecerlo: premiar a alguien por un anhelo que está muy lejos de hacerse una realidad”, escribió, en ese mismo tono, el Comandante Supremo, Hugo Chávez Frías, en su columna dominical, titulada “¡Viva el Che!”, publicada dos días despúes del artículo de Castro.
“¿Qué ha hecho Obama para merecer este galardón? El jurado valoró, como rasgo determinante, su deseo por un mundo sin armas nucleares, olvidando su empeño por perpetuar sus batallones en Irak y Afganistán, y su decisión de instalar nuevas bases militares en Colombia”, argumentó Chávez, quien rechazó la entrega del distintivo hacia uno de los hombres más violentos que ha llegado a la Casa Blanca.
Siria, entre fuego y diálogo
“Cuando lo recibí dejé en claro que no lo merecía”, manifestó Obama, al ser consultado recientemente por una periodista sueca, quien refirió la contradicción entre ser un hombre premiado por sus labores en pro de la solución pacífica de los conflictos y apostar, paralelamente, por acciones guerreristas contra Siria.
“Me preguntaba: ¿Podría describir el dilema de ser un ganador del premio Nobel de la Paz y prepararse para atacar a Siria?”, fue la interrogante que formuló la reportera.
Obama, con evidentes signos de incomodidad, trató de responder en una rueda de prensa en Estocolmo, en busca de respaldo internacional de sus aliados.
“Mi credibilidad no está en juego. La credibilidad de la comunidad internacional está en juego. La credibilidad de Estados Unidos y del Congreso está en juego, porque defendemos de la boca para afuera la noción de que estas normas internacionales son importantes”, agregó, en abierta incoherencia con lo que estaba planteando.
En vista de las incongruencias presentadas, Obama trató de “enmendar el capote”, pese a que su mismo enemigo parece estar en sí mismo.
“Cuando veo que 400 niños son sometidos al gas, o que mil 400 civiles inocentes mueren sin sentido en un contexto en el que ya han muerto, y tenemos la oportunidad de tomar decisiones que tienen relevancia, incluso aunque no solucionen el problema entero, pero que pueden mitigar este problema particular, entonces la decisión moral no es quedarse quieto y no hacer nada”, planteó ante los periodistas presentes, quienes se preparaban para continuar con este tema, pero que él mismo finalizó, alegando lo siguiente:
“Fui elegido para acabar guerras, no para iniciarlas (…) Tengo una reputación bien ganada de examinar muy en serio cualquier acción militar”, expresó, ya retirándose inmediatamente del lugar donde se hallaba acompañado del primer Ministro sueco, Fredrik Reinfeldt.
El actual inquilino de la Casa Blanca se impuso sobre 205 aspirantes en el mundo, de los cuales resaltan el exmandatario estadounidense, Bill Clinton y los otrora jefes de Estado de Francia, Nicolás Sarkozy y el italiano, Silvio Berlusconi. Estos últimos, junto a Obama, dirigieron las operaciones militares en Libia que condujeron al magnicidio de Muammar Gaddafi el 20 de octubre de 2011.
Dos años después, en lugar de recurrir al diálogo, Obama amenaza con ocupar militarmente el territorio sirio bajo el pretexto de acabar con el régimen dictatorial de Bashar al Assad.
Sólo los pueblos unidos podrán elevar la voz de protesta mundial contra quienes, amparados en la lucha contra el terrorismo, tiñen sangre los caminos de un ave blanca que vuela hacia un horizonte de paz con una rama de olivo aferrada a su pico.
@OswaldoJLopez
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