La nanotecnología del ácido desoxirribonucleico (ADN) ha permitido la construcción de estructuras tridimensionales sofisticadas de tamaño molecular, constituidas exclusivamente de cadenas de ácidos nucleicos, en las cuales sus bases nitrogenadas se unen a cadenas de aminoácidos, en substitución de los fosfato de monosacáridos normales. Estas nanoestructuras (nano = millonésima parte de un milímetro), llamadas péptidos de ácidos nucleicos (PAN), adquieren una serie de nuevas propiedades eléctricas y magnéticas, si se les enlaza iones metálicos en determinadas posiciones de sus hélices. Esto permite construir instrumentos a escala molecular, que serían réplicas de componentes de circuitos electrónicos, tales como filamentos conductores, diodos y transistores.
El ADN es un componente fundamental de todas las células existentes y se encuentra principalmente en el núcleo celular. Es responsable de las características de los seres vivos y de la transmisión de las mismas a la descendencia. Existe en su bien conocida estructura de doble hélice, descubierta hace unos 50 años por Watson y Crick, lo que les valió en su momento el Premio Nóbel. Cada cadena de la hélice contiene bases purínicas y pirimídicas dirigidas hacia el centro de la hélice, que se unen con las bases específicas de la cadena complementaria. Las dos cadenas se enrollan una sobre la otra en la misma forma que lo hace una escalera de caracol.
Los PAN, por su parte, son fabricados con el propósito de lograr estructuras de mucha mayor estabilidad y sus cadenas helicoidales son sólo parcialmente complementarias, lo que permite la utilización de la parte no complementaria, para la fabricación de estructuras más grandes, con propiedades útiles adicionales. Otras modificaciones tecnológicas del ADN incluyen la substitución de una o varias de sus bases nitrogenadas, a saber: adenina, timina, citosina y guanina, por bases distintas artificialmente elaboradas. Se ha logrado con estas nuevas bases que la molécula resultante haga copias de sí misma durante varias generaciones, lo que abre la posibilidad de crear organismos vivos desconocidos e inexistentes hasta el momento de su creación. Organismos que, con manipulaciones específicas de sus genomas, pueden ser capaces de desarrollar propiedades y funciones particulares, que serán utilizadas en una mayor acumulación de capitales y en la consolidación del orden económico y militar actual.
Este tipo de desarrollo, en manos exclusivas de los países desarrollados, se convertirá en un azote para nuestros pueblos subdesarrollados, acentuando nuestra dependencia y favoreciendo la dominación imperial. Enfrentar esta realidad sólo es posible con desarrollo científico y tecnológico propio en estas áreas de punta del conocimiento. No es con aldeas universitarias inexistentes, ni con la incorporación de estudiantes pobres a programas “tapa amarilla”, carentes de aulas, laboratorios, bibliotecas y profesores, como prepararemos los profesionales necesarios, para enfrentar retos futuros tan difíciles como los planteados por avances científicos y tecnológicos, como los que hemos venido describiendo, en las últimas semanas, en varios medios de comunicación.
No es con un fraude académico gigantesco, que promueve y organiza una educación de segunda para una población de segunda, que alcanzaremos nuestra independencia y soberanía. No es con el financiamiento ordinario otorgado al Ministerio de Ciencia y Tecnología y al FONACIT, que lograremos dar el salto cualitativo necesario. O se incorpora entre las prioridades del Gobierno la independencia científica y tecnológica, lo que significaría recursos adicionales importantes de PDVSA para estos fines, o sufriremos más temprano que tarde las devastadoras consecuencias de esta criminal omisión.
He propuesto públicamente la creación de la “Misión Independencia Científica”, que se podría bautizar con el nombre de Francisco De Venanzi, para acometer esta deuda social que se tiene con el país. Durante casi un siglo, la explotación petrolera ha comprado toda la ciencia y la tecnología requeridas en el exterior, impulsando el desarrollo científico en otras latitudes, mientras en Venezuela sólo limosnas se han recibido. PDVSA, desde su creación y aún hoy, ha actuado en la misma forma, por lo que tiene una deuda social con el desarrollo científico y tecnológico del país. Esa deuda social es tan importante como las ya asumidas por el Gobierno con las misiones. Constituye por lo tanto una obligación del presidente Chávez asumirla de una vez por todas con la Misión Independencia Científica “Francisco De Venanzi”.
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