Aproximación al Comandante Chávez

“Para captarlo en su dimensión humana debemos acercarnos a él sin esquemas preestablecidos; colocándonos en situación de duda universal; dejando que los hechos y las palabras hablen por ellos mismos; sin forzar correlaciones: que su imagen fluya espontánea, absteniéndonos del menor esfuerzo por encauzarla. Debemos recoger todas las opiniones y observaciones emitidas sobre él por seguidores y adversarios, para luego someterlas al tamiz del desarrollo lógico y de la verificación experimental. Algunas opiniones serán universalmente coincidentes; otras por constelaciones de apasionados testigos; unas, aceptadas y otras negadas; y algunas, nos sorprenderán por inusitadas, lo que no quiere decir que sean necesariamente falsas”.

La mayor parte de los hombres reflejan en su carácter los impactos de su cultura y peculiar circunstancia. Si es tiempo de reír, ellos ríen, si es tiempo de protesta, sacuden los puños retaliativos de la misma forma que pueden acudir santurrones a ver quemar a los “herejes”. Son mudos efectores de su ambiente, que nacen y mueren cuando deben hacerlo, y entre tanto viven una existencia sin aristas o degradada. Hay hombres, por lo contrario, que vienen a sacudir al mundo de su ruin suceder predecible. Cuando este sacudimiento se traduce en cambios definitivos y favorables para los pueblos, se dice que el apóstata es un arquetipo. Este es el caso del Comandante Hugo Chávez Frías, de quien dice agudamente el pueblo venezolano: “Antes de él Venezuela era realmente diferente”.

El Comandante Chávez, como todos los hombres, es consecuencia de su herencia, destino y voluntad de escribir su propia historia lo mejor posible.

La herencia es la materia prima donde se apoya el genio que nace y no se hace. La superdotación intelectual de Chávez, lo mismo que su extraña sensibilidad humana es obra de su constelación genética. Sobre ese legado biológico actuaron la educación, la tradición, los sucesos biográficos. El segundo factor al que llamamos destino.

Chávez nació en un pueblo de Barinas, el 28 de julio de 1954. En ese entonces Barinas era la capital provincial de una región yuxtapuesta que jamás renunció a la lucha por la libertad, pero que gracias al sistema político impuesto por los gobiernos de la 4-R, borraba del mundo externo toda sensación de malestar, protesta o disconformidad.

Era un mundo “estable” donde todo estaba previsto, sin sobresaltos ni contratiempos. Era esta inmensa sensación de “seguridad” la característica de la media burguesía donde habría de nacer el Comandante Chávez. Seguridad fundamentada en un sistema político y un catolicismo a ultranza que nada sabía de dudas pues temía a la cavilación. Disimulo, doblez, horror al escándalo, temor a la palabra y a la misma fantasía es la clave del mundo social que cobijó a Chávez en sus primeros años, lo que contrapuesto al régimen de inmoralidad, corrupción administrativa y decadencia real de Venezuela, creaba un tremendo medio de contraste para una naturaleza como la de Chávez, que amaba la libertad y la verdad con obsesión dolorosa. Todo el sistema 4º republicano reflejaba esta situación. De un lado la lujuria en contraposición con el disimulo hipócrita que, como la del resto del país, gemía bajo la tiranía formal de la llamada moral de la “democracia adeco-copeyana”.

Este sentirse venezolano es típico de Chávez, que nutrió su pensamiento en los vertederos profundos del Libertador Simón Bolívar, como se palpa a todo lo largo de su obra.

Chávez sintió, y con razón, una profunda identificación con Bolívar, el otro Coloso del pensamiento venezolano, pues, como aquel, sintió y padeció esa extraña y dolorosa simbiosis que envuelve al genio cuando tiene un pie en la creación de un pueblo y otro en la Historia. Si hay algún rasgo característico de la genialidad de Chávez, es este de la doble participación que se proyecta en sus obras donde, además de percibirse al hombre que observa con método y verifica sus ocurrencias, con rasgos de recio y grande político, donde además de exponer sus ideas con claridad y brillantez, tiene el extraño don de motivar el conocimiento con la voracidad e interés del que recorre un libro de aventuras.

Chávez nos explicó a Cristo y mató creencias, lo que no fue indiferente a un pueblo, que para bien o para mal lo tenía como centro de su existencia. Chávez produjo una inversión de valores, quizás la de más reciedumbre que conozcamos en estos dos últimos siglos. El duro materialismo, el develamiento brutal de ciertas creencias y la destrucción implacable de otras, tuvo necesariamente un corolario: la vida como fuente de placer, la necesidad de escanciar hasta el final, pues ya nada había que temer, ni que esperar.

Una tiranía de cuarenta años ejercida por los gobernantes más incapaces nos ha conducido a todos al borde del abismo. El Comandante Hugo Chávez nos descubrió un mundo desolado donde daba miedo seguir viviendo, olvidándonos de un adagio de cinco siglos.

“El Comandante Chávez fue asesinado, y sus hijos políticos deambulan en la incertidumbre de continuar su Legado, de evolución, de cumplir su mandato”.

¡Gringos Go Home! ¡Libertad para los cuatro antiterroristas cubanos héroes de la Humanidad!

¡Chávez Vive, la Lucha sigue!

¡Hasta la Victoria Siempre, Comandante Chávez!

¡Viviremos y Venceremos!


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Manuel Taibo


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