4 de Febrero de 1992: el día que comenzó 162 años atrás (I)

Ya estaba todo consumado, la semana pasada El Libertador presentó su renuncia ante el Congreso Constituyente. Hoy 8 de Mayo, en medio de la neblina bogotana, salimos buscando la costa colombiana, acompañando a El Libertador. Bolívar va a caballo, siete mulas disponen de sus cosas personales y nosotros, al igual que nuestro Líder vamos sumidos en una gran tristeza, unos a pie, otros en bestias, convencidos de la certeza de sus propuestas, así vamos en el comienzo de este día que no sabemos, ni como, ni cuando terminará. Algunos dignatarios, notables, funcionarios municipales y militares salen a despedirse, pero Bolívar, unimismado como si estuviera envuelto en la letanía de un Yaravì, no les presta atención, su mente y su alma están ocupadas con las preocupaciones sobre el destino de su obra y de la integración NuestraAmericana, por los peligros que acechan desde el norte. Cambia de postura por un instante ante el llamado de una anciana que viste de luto, lo ha reconocido y desde la orilla le grita y en el grito se le va el alma “Bolívar, cuatro hijos parí y los cuatro se fueron tras de ti, si volviera a parir te los volvería a entregar Libertador”. Llegamos a la sabana abierta buscando el Río Magdalena. ¿Cómo terminará este día?

Los Heraldos Negros golpean al séquito en Cartagena con la noticia de la muerte del Mariscal Sucre, una herida mas para el alma y el espíritu de Nuestro Padre Libertador “han matado a Abel...” exclama, mirando al cielo, como buscando explicaciones, y nos preguntamos ¿Cómo terminará este día?.

Después del 17 de diciembre en San Pedro Alejandrino, nos desperdigamos, iniciamos la héjira, errantes, con las alforjas llenas del pensamiento bolivariano, recorrimos sabanas, esteros, cumbres, sierras y soledades. Cuando, de repente nos encontramos cabalgando tras el General Zamora, fuimos a Santa Inés, que día! en estado febril recordábamos las glorias de Carabobo, Pantano de Vargas, Junín, Bolívar cabalgaba con nosotros, soñábamos de nuevo con la justicia social, hacíamos planes, la tertulia fue interrumpida por el movimiento de tropas hacia el centro del país, vamos a Caracas, Navidad y Año Nuevo en los Llanos, enero del año 60 en San Carlos y el 10, temprano en la mañana, un estruendo, un disparo, corremos hacia La Plaza y mi General Zamora está herido de muerte y la revolución esperanza de los humildes y desposeídos agonizante.

Con los ojos cundidos de lágrimas, en un patio, enterramos al Catire, ¡Qué dolor, qué tristeza! De nuevo San Pedro Alejandrino ante nosotros ¡Qué infinita soledad! ¡Qué desgarro tan profundo! Nos reconocemos en la mirada pérdida, mirada que abarca toda la extensión del llano y el monte allá en el horizonte, donde se juntan cielo y tierra. Comprendimos que deberíamos continuar la marcha y continuamos, vagando por la Patria, tratando de reencontrarnos con Bolívar, miramos a lo lejos a los héroes de la Guerra Federal repartirse las tierras, las mejores haciendas, como botín de los vencedores, haciendo añicos los sueños de Zamora, la avaricia endeuda hasta lo imposible al País, uno de ellos firmó el Pacto de Coche con la oligarquía Conservadora, se enriquecía, era difícil ubicarlo en Caracas, porque cada noche dormía en una de las 224 casas que poseía solo en la capital, se dedicaron al delirio de la riqueza, la fastuosidad, las oropéndolas, Paris era un fiesta, mientras entregaban el país a pedazos, así perdimos el Arauca, la Alta Guajira, y el carbón de El Cerrejón. Cuentan que en aquellos tiempos llegó un viajero a Caracas y sin buscar ni siquiera hospedaje se dirigió a la plaza Bolívar, a llorar junto al recuerdo imperecedero del Sol de América, nos enteramos de la noticia, supimos que era uno de los nuestros, pero no pudimos articular, nosotros seguíamos errantes tratando de reagruparnos, deseosos de que Bolívar regresara, lo necesitábamos.


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Jesús Borges


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