Elba Escobar, la excelente actriz escénica venezolana, fue invitada participar en lo que llamaron “Pregón de Navidad”, un acto cuasi oficial, en el cual, es lo que he entendido, se celebraba el inicio de la navidad y se tenía como objetivo fundamental y digno de elogio, llamar a los venezolanos a la unidad y hasta concordia; para hacer prevalecer la hermandad, el humanismo y el afecto por encima de rencores y mezquindades. Una manera de decir con una frase usado en otras circunstancias, “aquí cabemos todos y podemos convivir con amor”. Incluso un acto contra la violencia, esa que golpeó a la Escobar, quien fue asaltada por delincuentes y azota a todos sin excepción.
Elba Escobar, al alimón con Juan Manuel La Guardia, conocido como “full chola”, leerían y, en efecto, leyeron un poema de Gustavo Pereira, el cual comienza diciendo, esa noche en la voz de aquélla:
“Hoy amaneció la eternidad
trajeada de revelaciones,
vino a traernos buenas nuevas,
a restablecer la cordura.”
Uno, con unos cuantos años encima, sabiendo en cierto modo, hasta por oriental, como se bate el chocolate, no duda que este acto y la invitación a la distinguida y muy conocida artista, no fue producto del azar ni una ingeniosa y contingente decisión de esa misma tarde, del ministro Barbarito o de quienes organizaron aquel espectáculo y la misma invitada. Pienso que esa invitación y concreción, lo que incluye la aceptación de la actriz, debió ser algo más lento, menos fortuito y más delicadamente trabajado que como solemos hacer cuando de repente le damos rienda suelta a la improvisación.
También, por elemental, al revisar el video, percibo a la declamadora y artista escénica, mostrando el placer que le embarga de estar allí, por las motivaciones del acto, al cual se atrevió por encima de sus temores y como dijo ella misma, al leer un poema que en gran medida recoge y refleja sus preocupaciones.
Pero al día siguiente la actriz escribió lo siguiente: “Hoy amanecí tratando de poner orden dentro de mí, lo que afuera parece una abrumadora tormenta de miedo.”
Casualmente la Escobar, como “inspirada” en Gustavo Pereira, o en el poema que leyó, usó una frase parecida con el verbo amanecer. Como ella misma cuenta, refiriéndose a su participación en ese acto, “Eso fue el comienzo de esta avalancha de 24 horas en las que he sido víctima, heroína y traidora sin transiciones”, y agrega, “una avalancha a la que no he podido responder. No sólo agresiones e insultos, como también solidaridad.”
El Poema de Pereira es un llamado a la paz, la cordura y el amor por encima de las diferencias. Una incitación contra el miedo del cual habló con preocupación y énfasis la Escobar. Eso lo supo de antemano y se sintió ganada para participar en un acto bajo el signo de aquel poema que recoge lo que ella misma siente, tal como deja dicho en la carta o comunicado publicado hoy, y aspira para los venezolanos. Por eso estuvo allí.
Pero como ella mismo dijo, por haber estado en aquel acto de fe, amor al compatriota, al hombre, la mujer, a venezolanos todos, donde leyó un bello poema que no excluye ni cree que el amor y la cordura sean propiedad de alguien, se le vino encima una avalancha de insultos y agresiones.
Pero descubrió algo que ella no dice, pero uno lo intuye en sus palabras, el miedo paraliza. Impide en veces que seamos nosotros y o nos atrevamos a tenderle la mano al amigo, el individuo que dice cosas en las que uno puede o no creer, pero que están en sus derechos. Como también nos impide decir a pleno voz lo que deseo, siento y hasta amo. Debo fingir y hasta ocultarme para ser aceptado.
El poema de Gustavo Pereira, una muestra de cómo quienes estamos de este lado tenemos alma y bellos sueños, y la avalancha que se le vino encima a la Escobar, incluyendo la de solidaridad, le muestran la intolerancia puede rodearnos, pero sólo la percibimos cuando nos atrevemos, como ella lo hizo, a mostrar un bello gesto de independencia y sensatez. Apenas sólo eso.