La educación, constituye el arte que emprende el proceso pedagógico de despertar las pulsiones constructivas en los seres humanos, con el propósito de, impulsar las acciones transformadoras de la realidad en favor del bien común.
Con respecto a esto, en el orden histórico en medio de su heroica gesta independentista pronunciaba el Libertador Simón Bolívar lo siguiente: “ las naciones marchan hacia el término de su grandeza, con el mismo paso que camina su educación”, de acuerdo con esto, si nos sumergimos en las instancias psíquicas y genialidad del Libertador, sin duda que podemos deducir, que la batalla por el tan preciado bien de la independencia no sólo requiere de nuevas leyes y armas, sino que en profundidad reclama de una gran estrategia, que apunte a la emancipación cultural y propagación de las luces capaces de “irradiar las mentes y corazones de nuestras mujeres y hombres”.
En este sentido, vale la pena mencionar el proceso histórico, en que nuestros pueblos se han venido incorporando a la dinámica de internacionalización, mundialización y globalización del capital, en la cual, el intercambio desigual de mercancías y la exportación de capitales, de los centros hegemónicos hacia los países periféricos, han traído consigo no sólo la apropiación de materias primas, sino que este proceso de explotación también se acompaña de una sistemática dominación cultural, que impone falsas representaciones que desdibujan la identidad y los procesos pedagógicos de aprehensión de nuestras realidades.
Por tal razón, el camino que conduce hacia la autodeterminación de nuestros pueblos, conlleva de manera dialéctica a un conjunto de antagonismos que forjan la batalla de las ideas entre la hegemonía y la emancipación, situación en la que la globalización, en su afán de reducir al mínimo la capacidad de acción de nuestros Estados, propicia escenarios no convencionales, con la finalidad de imponer su modelo cultural orientado al consumo y a la sumisión del pensamiento.
En síntesis, la batalla para reconstruir las fibras morales de nuestros pueblos, sólo es posible en el proceso pedagógico que implica el arte de despertar las pulsiones constructivas de la nación, pues no olvidemos que el proceso de globalización trabaja con sus medios de dominación sobre las mentes de nuestras mujeres y hombres, por ello, nuestra gran estrategia se debe apoyar en el ejemplo histórico de nuestro Libertador y nuestros próceres, y no olvidar en esta transición al Maestro Simón Rodríguez cuando anunciaba que: “ La fuerza material está en la masa, y la fuerza moral está en el movimiento”.