Hay un sindicato de policías francés que ayer afirmaba que la violencia callejera actual no se presentaba en Francia desde el final de la segunda guerra mundial. Nosotros afirmamos que lo que está ocurriendo en Francia desde hace doce días no tiene precedentes en la historia del capitalismo occidental. Ante los once días de violencia callejera que afectan al territorio francés, violencia que ayer domingo se extendió a Bruselas (Bélgica) y Berlín (Alemania), los acontecimientos de Mayo de 1968 palidecen como pequeños e intrascendentes conflictos ante las dimensiones de lo que estamos conociendo en Francia desde hace casi dos semanas, no muy difundido por cierto a través de los medios de comunicación.
Según las informaciones que se reciben por los medios, casi mil vehículos han sido incendiados en cada noche durante los últimos días en Francia. Las cifras de vehículos quemados ha ido en aumento a medida que pasan los días. Al principio, se afirmaba de 50-100 automóviles incendiados en la noche; luego se pasó a cifras de 200-400 carros quemados, y ahora las informaciones indican que cada noche se destruyen más de mil vehículos en las protestas escenificadas a todo lo largo del territorio francés. Además de los
automóviles, han sido incendiados multitud de edificios públicos, y en la protesta del domingo ya se menciona de ataques coordinados, con armas de fuego y por parte de centenares de jóvenes, en contra de los cuerpos policiales.
Decir que esto es una simple protesta de emigrantes parece no explicar ni de cerca la verdadera realidad que está emergiendo a través de esta violencia que pareciera completamente fuera de lugar, sobre todo si recordamos las recientes frases del propio presidente Chávez: “que bonito es pasear por Barcelona, París y otras ciudades europeas”, habría dicho nuestro comandante al regreso de su último viaje al viejo continente.
Ciertamente es temprano, y estamos muy lejos, para adelantar explicaciones profundas sobre las causas de lo que acontece. Apenas conocemos algunas ciudades españolas, y en cortas visitas que no proporcionan toda la información necesaria para un análisis más
certero. Pero no podemos permanecer serenos ante la magnitud de la conflictividad social que se asoma en el occidente de Europa. Ya el mencionado sindicato de policías está exigiendo al gobierno francés la implantación del toque de queda y la salida del ejército a la calle. En otras palabras, Francia vive una situación de guerra civil no declarada, un “caracazo” de dimensiones bestiales, prolongado en el tiempo y extendido a otros países como Bélgica y Alemania.
¿Qué está ocurriendo realmente? ¿Por qué el gobierno no puede controlar las protestas? Pareciera que existieran en Europa dos mundos totalmente separados:
La sociedad tradicional europea, que conocemos por medio de la propaganda, y una sociedad de excluidos, viviendo en guettos suburbanos, no integrados a esa “cultura oficial”, compuesta por inmigrantes y sus descendientes, africanos y musulmanes en su mayoría.
Las respuestas provenientes del gobierno francés, en vez de aplacar las protestas y controlar los ánimos, pareciera que echan más leña al fuego cada día. El aumento exponencial de la violencia callejera en los últimos días es una contundente demostración.
Presenciamos una pérdida absoluta del sentido de la autoridad proveniente del Estado. La ciudadanía que protesta pareciera responder a códigos culturales que no tienen conexión alguna con los razonamientos de Chicac, Villepin y Sarkozy. Mientras más declaraciones
amenazadoras realiza el gobierno francés con relación a las protestas y quienes las promueven, más violencia se escenifica cada noche en las ciudades francesas.
Aunque la protesta culmine hoy, y mañana amanezca todo en calma en París, Berlín y Bruselas, lo que ha pasado deja un precedente jamás visto en la historia del capitalismo occidental, por lo menos jamás visto en las ciudades principales de los grandes países
industrializados. Las rebeliones populares como la que presenciamos en Caracas en febrero de 1989, rebeliones que se han producido en casi todos los países latinoamericanos en las dos últimas décadas, se han trasladado al propio centro del poder mundial.
Ya no son los excluidos venezolanos, argentinos o bolivianos los que salen a la calle a reivindicar que aún son seres humanos y que exigen un trato como tales de parte de los poderes constituidos. Resulta que existen marginales también en París, Londres y Nueva
York, y ellos también están dispuestos a confrontar en las calles con los responsables de sus desdichas.
Creo que en la historia contemporánea existirá un antes y un después con relación a esta jornada de protestas que aún hoy vive Francia. Sus repercusiones marcarán el destino de los futuros gobiernos de la Europa Occidental. La incapacidad de la sociedad occidental de integrar a los inmigrantes africanos y musulmanes (y latinoamericanos, en la medida en que
existan), ha generado una brecha social que alcanza las dimensiones del Canal de La Mancha.
Los problemas que hoy afloran se incubaron por décadas, y tendrán que pasar décadas para que puedan resolverse. Mientras ello ocurre, mientras encuentran mecanismos de conciliación con grupos sociales que hasta hoy simplemente no fueron aceptados como
miembros con plenos derechos dentro de la sociedad europea, tal vez la misma civilización occidental colapse, incapaz de trascender el racismo y la intolerancia que generó desde hace quinientos años, cuando se apoderó del resto de continentes para vivir de la expoliación de sus riquezas y de la explotación de sus habitantes.
En cierta forma, lo que ocurre hoy en Europa es la venganza de Moctezuma, de Atahualpa, de Guaicaipuro, de Jerónimo y de sus similares en Asia y Africa. Asistimos, tal vez, al inicio del hundimiento de una forma hegemónica de civilización. Ojalá los pueblos del mundo aprovechemos para edificar, sobre los restos humeantes de lo que se destruye, una sociedad máshumana.
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