Los presidentes que tuvo Venezuela en tiempo de la 4-R, fueron todos unos malandros y ladrones, con excepción del Presidente Isaías Medina Angarita. El momento más peligroso en la vida de un gobernante no es cuando confunde la hacienda pública con la personal, sino cuando identifica los honores que se le rinden a su alto cargo con su yo personal. Es el momento de la locura, del caos de la alineación, tanto para él como para el país que gobierna. La herencia nos viene desde los tiempos de la colonia.
Cada vez que la burguesía nos habla de los tiempos de la 4-R se piensa en una apacible Arcadia entre pastoril y cortesana de nobles empelucados bailando el rigodón entre la sonrisa afable y filial de sus (gobernados) esclavos. Se supone a todos entregados a una serena laboriosidad a ejercicios piadosos, o gratas tertulias, entre sabrosos manjares, y un Whisky de 18 años.
Fu e un de siglo de “paz…”, bucólicos y virginianos. La vida transcurría plácidamente, sin guerras, sin asaltos, ni asesinatos, ni desaparecidos, ni sobresaltos o conflictos.
Los presidentes y gobernantes elegidos por el pueblo eran “probos y rectos magistrados”; suaves y apacibles los vecinos…, obedientes y alegres, siervos y esclavos.
Aquello era una “jauja…” en contraste con el horror que ha sido fomentado por los chavistas de la V-R desde el primer momento de su nacimiento hasta nuestros días. Veamos en rápida sucesión, microescenas, lo sucedido en esos pacíficos días de puntofijismo.
Estamos en la Caracas de 1989, el día 27 de febrero el pueblo salió a la calle a saquear forzado por el hambre y la miseria, pero el presidente de entonces los mandó a masacrar como si fueran alimañas ¿Quién lo pudiera creer que eso sucediera en la democracia del sátrapa Rómulo Betancourt y el santurrón Rafael Caldera?
Aunque os parezca fábula, el cuarto presidente que tuvo Venezuela en la era puntofijista, por obra de las disensiones con los Amos del Valle fue destituido de su cargo y de allí en adelante la nación fue resbalando hacia el abismo hasta 1999 cuando llegó el Comandante y mandó a parar todo ese aquelarre. ¡Recórcholis! La verdad es que nunca pudimos imaginarnos que un Presidente fuera destronado por los “notables” del país que ha gobernado.
En Venezuela todo puede suceder: El Poder Judicial mete preso al que roba una gallina o una mano de cambures para alimentar a sus hijos porque tienen hambre; pero a la burguesía genocida, ladrona que saquea y hambrea a los venezolanos la dejan tan campante. A unos muchachos revolucionarios porque tumbaron la estatua del genocida y ladrón de Cristóbal Colón en la Plaza Venezuela los metieron presos, pero al fascista y asesino Leopoldo López que derribó una estatua del Comandante Fidel Castro en el Estado Apure, no lo tocaron ni con el pétalo de una rosa, ese delincuente todavía anda por ahí tan campante en busca de nuevas víctimas.
Cabe preguntarse ante todos estos hechos. ¿Puede llamarse pacífica esa era de nuestra historia? Si cruenta fue la Conquista, terrible la Independencia y Convulsiva la IV República, sería absurdo haber tenido una pacífica era adeco-copeyana. ¿No les parece? Las raíces de los principales problemas nacionales están sumergidas en el más remoto pasado. Y en especial durante el régimen de la IV-R. Por eso volveremos a él con más frecuencia que la acostumbrada en la historia habitual. No para recrearnos, como hacen algunos añorantes cronistas, en anécdotas curiosas o pintorescas, la historia que no se proyecta en el presente es letra muerta.
¡Chávez Vive, la Lucha sigue!
¡Patria Socialista o Muerte!
¡Venceremos!