La estrategia de Patricia Poleo y sus equivocaciones

Generalmente cuando alguien muere, el común de la gente tiende a expresar piedad y respeto por el difunto; esto forma parte de nuestra cultura y de la solidaridad tan propia del venezolano. Está esto tan arraigado el alma de nuestra gente, que al hacer referencia a un fallecido, se tiende a obviar sus malas acciones y a resaltar las buenas obras que en vida, pudiera haber realizado.

Este no fue el caso de Danilo Anderson. Al fiscal del pundonor, además de asesinarlo vilmente, trataron de convertirlo, mediante una campaña mediática, en un recuerdo repugnante.

Patricia Poleo como individuo y Globovisión como medio, fueron los artífices de una campaña de mentiras destinada a sembrar dudas sobre las virtudes de un hombre que fue asesinado, simplemente porque no era chantajeable.

Siempre tuve la convicción de que la campaña, destinada a darle una muerte moral al fiscal, estaba influenciada por algo más grande que el odio y la falta de moral de sus artífices.
Hoy, cuando uno de los dueños de Globovisión y Patricia Poleo son acusados, junto a otros, por el Ministerio Público como responsables de la planeación de la muerte de Danilo; mis sospechas se ven confirmadas.

Para que un ser humano asuma una acción tan despreciable como la de Patricia, tiene que existir un motivo mucho más poderoso que el odio. Hoy tengo claro que la campaña del asco, estaba destinada a proteger a los involucrados en el asesinato.

Partían de la tesis de que la Fiscalía respondía a los intereses del ejecutivo. Por ello, se plantearon convertir a Danilo en un monstruo tan horrible, que la fiscalía no tendría otra opción que engavetar la investigación, si quería evitar un daño a la imagen del gobierno.

Es ante la posición del Fiscal General de llegar hasta las últimas consecuencias con la investigación, cuando Patricia decide que ya no basta con la campaña infame y pone en marcha, apoyada por Globovisión, el plan B.

De periodista de pacotilla, pasa a liderar un grupo de fascistas que piden libertad para los procesados por el golpe de estado y sabotaje petrolero, que desconocen al CNE, que llaman a la abstención, que amenazan con sabotear las elecciones, que invocan el 350 de la Constitución para desconocer el poder legalmente constituido, y que se oponen a la aplicación de la ley de tierras.

Resulta obvio que Patricia estaba tratando de construir un escudo que le protegiera, ante la opinión pública, de los resultados de una investigación que ya la señalaba como uno de los cerebros de un abominable crimen.

No es casual que al mismo tiempo que la investigación arrojaba resultados positivos, Patricia asumiera la dirección del sector más violento y radical de la oposición venezolana.
Buscaba, por segunda vez, frenar la acción del Ministerio Público; quien, según su óptica, evitaría convertirla en una perseguida política y una mártir de la oposición.

Pero se equivocó Patricia. Se equivocó cuatro veces. Se equivocó cuando pensó que el asesinato de Danilo podía quedar impune. Se equivocó cuando creyó que calumniando al fiscal podía lograr que engavetaran la investigación. Se equivocó cuando asumió que el contar con el respaldo de los medios de comunicación, de un Cardenal decrépito e irresponsable y de unos tres o cuatro cadáveres políticos como Ledezma y Álvarez Paz, la convertirían en una figura política intocable.

Pero su más grande equivocación fue pensar que éste era un pueblo pendejo al que ella y unos medios de comunicación podían engañar y manipular a su antojo.
No cayó el pueblo en la trampa de embochinchar el país tras el asesinato de Danilo, pero no dejó un solo día de exigir castigo para los culpables y la profundización de las investigaciones.

Ahora, lo que resta es esperar a que se haga justicia y que el Señor se apiade de unas almas tan viles como las aquí descritas.

Alexis Arellano


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