Aunque todavía algunos no asimilan la idea, han transcurrido nueve meses de aquella entristecida tarde que cerró sus ojos, pero abrió los de millones que hoy permanecen vigilantes de su legado.
Su nombre, Hugo Chávez Frías, retumba con más fuerza por todos los rincones de la Venezuela Bolivariana, aquella patria joven donde los niños corren irradiando inocencia, hacia un horizonte de paz.
Chávez supo ver la belleza que había detrás de la risa del desdentado; apreció el blanquecino cabello de la señora a quien el tiempo arrugó su piel, y protegió, de manera celosa, a quienes perdieron sus hogares por la furia de la naturaleza.
La capacidad que poseía para colocarse en el lugar de los demás, sobre todo en el de los más necesitados, permitió una interacción fluida con la mayoría del pueblo, a tal punto que el respaldo hacia su proyecto político no mermó, pese a la campaña de desprestigio que afrontó por años.
Durante su gestión, el código común de la sabana se mezcló con el de las grandes ciudades; ¡ya no había barreras divisorias! En todos los proyectos que ejecutó siempre preguntaba por los alrededores, pues creía que edificar grandes obras en las adyacencias de la miseria representaba una afrenta a la conciencia del deber social.
Como jamás se arropó con la cobija de los privilegios, Chávez, con su particular fonética que erizaba hasta el más imperturbable, denunció los vejámenes de los que fueron objetos las grandes mayorías que, paradójicamente, llenaron las arcas de pocos.
Ése poder que derrocharon los amos del valle fue repartido al pueblo organizado, en función de la construcción de una sociedad más justa, que disipó a los millonarios en lombrices de los cerros.
Hay quienes creen que el Comandante Supremo se convirtió en uno de los majaderos de la historia, como refirió El Libertador en sus últimos días, por el nivel de perseverancia en sus propósitos. Era de los seres que cuando una imagen por el bien común rebotaba en las paredes de su mente, la hacía salir. ¡Hasta en eso estaba presente la libertad!
A pocos días de las elecciones municipales, se presenta un nuevo reto para sus seguidores: mantener el legado vivo, además de internalizarlo en el alma hasta cumplir con las reflexiones que durante horas de trasnocho y con el cansancio reflejado en sus oscuras ojeras salieron a expandirse más allá de los imaginarios límites territoriales que la humanidad marcó.
El Chávez hombre yace incólume en su féretro, pero la esencia revolucionaria, su espíritu y símbolo de lucha habita en los corazones de los eternos invisibilizados que hoy aparecen como destellos infinitos en la oscuridad.
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@OswaldoJLopez