Recordando a Don Francisco Herrera Luque:
“La historia habla a través de sus monumentos naturales: un puente, una casa, un árbol centenario, un castillo o una ermita. Reliquias como éstas, que invitan a la disquisición y a la pregunta, son el mejor manual de la historia. Entre nosotros, antes del boom petrolero y la incursión en nuestra historia, aún se alcanzaba a ver innumerables testigos vivos y en piedra de nuestro pasado. Con el franquismo triunfante en España cesó nuestra comunicación con la Madre Patria, acervo de muchas de nuestras tradiciones. La influencia norteamericana se hizo sentir. Vino el boom petrolero; la transculturación; las generaciones que iban y venían a los Estados Unidos; los apartamentos estrechos, sin salas amplias con ventana a la calle”.
El 1º de enero de 1545 hizo su entrada al Coro de los trescientos vecinos, don Juan de Carvajal. Una bellísima mujer que dejará huella en la historia y en la nomenclatura de las esquinas de Caracas, lo acompaña es Catalina de Miranda: La primera cortesana de Venezuela y matrona de linajudas familias caraqueñas. Catalina, fiel a su destino de hembra regocijante, pasó de mano en mano como la moneda del cuento. Diego de Losada, fiel a la memoria de uno de sus tantos amantes, le otorgó un solar donde erigió su casa, a pocos metros del Reducto, y desde entonces se llama así la esquina de Miranda. Seguramente ustedes creyeron que era en honor del Precursor, que como bien se sabe nació en la esquina del Hoyo. De tres hombres, Catalina tuvo muchos hijos y murió muy anciana hacia 1610. Esta es la historia de Catalina de Miranda, la primera cortesana de Venezuela; oriunda de la tierra de María santísima, de algún lugar de la Sierra Morena.
Es esta casa nació Francisco de Miranda El Precursor.
¿Vean la marca que tiene la puerta del Colegio Chávez? Ese fue el machetazo que le dio el general Francisco Bermúdez cuando unas viejas realistas lo bañaron con agua caliente.
Estas grandes lajas que ya comienzan a encementar a nombre del progreso, las traían como lastre los barcos de la Compañía Guipuzcoana.
Bajo estos mijaos descansó el Libertador y fueron celebrados por Humboldt hacia 1800.
La casa del Precursor, verdadera obra del arte colonial, fue derruida para construir un edificio rentable. ¿Quiénes fueron los responsables de ese crimen? Los mijaos de Humboldt, al igual que el cotoperiz de José Félix Rivas fueron talados por algún émulo de Cañas y Merino. La célebre puerta de Bermúdez, que por cinco generaciones admiramos los caraqueños, un día desapareció y con ella un trozo de nuestra historia. Desaparecieron las lajas de la Guipuzcoana, el cañón de Pavía que hasta comienzos del siglo XX oteaba hacia el mar desde el Catillo de Puerto Cabello. De los castillos de la Cabrera y del Morro de Valencia no quedan ni siquiera las piedras.
La Cruz Verde de la Inquisición apenas dejó su nombre a una esquina. Luego de mil años murió en nuestras manos el Samán de Güere; el Uvero de Guaicamacuto. El reloj de Catedral que desde mitad del siglo XVIII cantó las horas más notables de nuestra historia fue sustituido a nombre del progreso, sin tener noticias de su destino, por un moderno instrumento que si ya tiene solera, mucho más la tenía el otro. En Venezuela y en particular en Caracas, los monumentos vivos han sido arrancados de cuajo. En Venezuela, al igual que en Caracas, los abuelos ya no les podrán decir a sus nietos en bello conjuro de venezolanidad.
Ésta es la primera ermita que se fundó en la ciudad. Ésta es la célebre hacienda de San Felipe, la del Padre Sojo y el Padre Mohedano.
En esta fortaleza Boves degolló 1.000 hombres; desde el comandante hasta el corneta…
En los últimos años se asiste, aunque tardíamente, a un deseo del ejecutivo nacional de preservar y conservar nuestro patrimonio histórico. Hasta 1916, óigase bien, la casa natal del Libertador, antes de ser lugar de recogimiento histórico y museo nacional, corre el más variado y vergonzoso destino desde que fue vendida a particulares en 1806. La mayoría de los muebles y vajillas que allí se exhiben nunca fueron del Padre de la Patria; de la misma forma que no es demasiado auténtica la Quinta Anauco. (Residencia del Libertador la última vez que visitó Caracas) La fabulación del mito es tan importante a la vida de un pueblo como las historias bien sedimentadas.
Cuando un pueblo escasea en monumentos vivos y muertos… Como es el caso de Venezuela… Se recurre a las estatuas… reales o imaginarias de los héroes que protagonizaron en ese sitio un episodio histórico. Por eso pedíamos… Una estatua para Alonso Andrea de Ledesma… El mal llamado Quijote caraqueño… Al pie del Wuaraira Repano… En la Cota Mil… Cuando desemboca en San José… Para que los abuelos se den el gusto de preguntarles a sus nietos:
Abuelo: ¿Sabes tú quién es ese hombre?
Nieto: No sé, ¿quién es?
Abuelo: Era un hombre tan viejo como yo, que arriba de su caballo, salvó el honor de Caracas contra los ingleses del pirata Amias Preston.
A la entrada de la Floresta debería erigirse una estatua al cacique Tamanaco. Luchando a muerte contra Amigo, el feroz mastín de Garci González de Silva.
Y otra a la negra Hipólita, el haya del Libertador, de tamaño natural, y en medio de una de las calles del Silencio, de las que coge hacia el cerro. Porque allí vivía, en la desaparecida calle de la Amargura.
En los campos del Country vendría de perillas una estatua del señor Blandín… Lo pondría inclinado, como recogiendo algo, para responder cuando algún ignaro preguntase si era el monumento al golfista desconocido: ése fue el hombre que con el Padre Mohedano inició en éste sitio el cultivo del café.
El ignaro diría: Lo malo es que las estatuas buenas son demasiado caras.
El buen historiador diría: Diez mil veces más caros son los edificios que sustituyeron con profanación los sitios y las reliquias históricas.
¡Chávez Vive, la Lucha sigue!
¡Patria Socialista o Muerte!
¡Venceremos!