Durante los días del 01 al 08 de noviembre recién pasados, tuve nuevamente la oportunidad de visitar Caracas, constituyéndose ésta última, en mi quinta visita en los últimos dieciséis meses. Dije en un articulo publicado en aporrea en el mes de mayo pasado, con motivo de mi cuarto viaje de esos días que, “En la presente oportunidad he retornado a mi país, con preocupaciones, con profundas preocupaciones por el futuro del proceso revolucionario.” Los resultados de mi reciente viaje, generan una suerte de mezcla de sensaciones y reacciones.
Se asoman en la realidad venezolana una serie de factores que de alguna manera, según mi percepción, provocan preocupación e inquietudes sin respuesta en amplios sectores, que tienen que ver con la orientación y marcha del proceso, con sus objetivos estratégicos, cuyas características se discuten alrededor de la puesta en escena del tema de la construcción del socialismo XXI, impulsada por el Presidente Chávez, que ha permitido lanzar la imaginación al vuelo. Unos piensan en repetir la historia en términos del modelo económico que fracasó en la Europa oriental de la post-guerra, otros se lanzan por la ruta de buscar respuestas en los clásicos del pasado para los problemas y retos del presente, que tienen otra escala en los marcos de una economía internacional que actúa en términos globales y amplios sectores optamos por buscar en la imaginación de los pueblos la respuesta que nos pueda conducir a un nuevo orden social más justo, que tome en cuenta las realidades de nuestro tiempo y la experiencia histórica acumulada.
En la Venezuela de hoy, en la construcción de los mecanismos de participación popular, se siguen ignorando las capacidades creadores de los sectores populares y movimientos sociales que se constituyen, no obstante las circunstancias adversas, en el soporte del proceso y sigue manifestándose, en algunos aspectos, una visión clientelar en el manejo de los asuntos públicos, en las gobernaciones estatales y alcaldías. El canibalismo político entre las dirigencias locales y comunales, el manejo de recursos propagandístico con una visión del pasado por parte de gobernadores y alcaldes, con fines de promoción personal, nos indica que, los organismos políticos del MVR no están a la altura y requerimientos del presente y no logran constituirse con toda profundidad y presencia, en una herramienta política del proceso, en un punto de encuentro de las iniciativas populares. Al contrario siguen imperando en la práctica política los acuerdos y negociaciones entre cúpulas partidarias, mediante la imposición de candidaturas a puestos de elección popular y el reparto, con criterios alejado del sentir de la gente, de los puestos principales de la administración.
El MVR y el resto de fuerzas políticas que apoyan el proceso, que cuentan con representación parlamentaria, no logran presentar al país una propuesta orgánica que, en términos reales logre articular una visión unitaria que sea representativa de los intereses populares, que logre interpretar las aspiraciones de los sectores sociales y movimientos populares de amplia base, y más bien, según la opinión de amplios sectores, se han convertido en un tapón que impide una comunicación fluida entre estos y los niveles superiores de gobierno.
El proceso revolucionario venezolano no dispone de un centro de coordinación y articulación de la acción política, que se constituya a la vez en el músculo político del gobierno y en oportunidades priva más la reacción voluntaria y espontánea del pueblo ante los llamados y convocatorias del Presidente Chávez. La acción del gobierno revolucionario tiene que ser el resultado de acciones y decisiones políticas de una dirección de vanguardia que marque los pasos y establezca los ritmos. No obstante que se han desplegado esfuerzos unitarios y de aglutinación de fuerzas, que lamentablemente no se han consolidado en términos orgánicos, es necesario poner la suficiente atención al problema de la dispersión orgánica e ideológica que se evidencia entre los movimientos y factores que se constituyen en el soporte político del gobierno bolivariano. No existe un discurso coherente en cuanto a los objetivos estratégicos fundamentales, pues mientras algunos sectores expresan su disposición de asumir el reto de construir una sociedad fundamentada en los ideales del socialismo, que se tomen en cuenta tanto la tradición histórica y los contenidos políticos del mensaje del Libertador, así como las realidades de un entorno internacional complejo, existen también corrientes dentro de las mismas fuerzas del proceso, aquellas que expresan un discurso limitado que expone al país a las consecuencias de un proyecto neo-liberal con algunos contenidos sociales. En la búsqueda de esa ruta que garantice la suerte del proceso y que fije los nortes definitivos de la revolución bolivariana, hay un reto planteado que tiene un carácter extraordinario en la agenda política del país y resulta de naturaleza urgente atender. Hay que dotar a la revolución bolivariana de un instrumento político que sea algo más que la suma de los partidos políticos y movimientos sociales de extracción y presencia popular. Más bien se requiere de la creación de un espacio de encuentro, que articule la respuesta política del gobierno bolivariano en una coyuntura determinada, y la trasmita en forma organizada, hacia todos los sectores de la sociedad.
El proyecto de transformación del país y sus fines estratégicos tiene que estar orientado hacia una visión de sociedad de nuevo tipo, en la cual se conjuguen los esfuerzos de una economía plural que, desde el punto de vista del paisaje de su economía, esté integrada de diversas parcelas en la cual tengan espacios, sin exclusiones todos los factores productivos que acepten las reglas del juego impuestas por el nuevo modelo económico en construcción, bajo la rectoría de un estado moderno y eficiente.
No obstante que comparto la posición del Ministro de Comunicación e información Yuri Pimentel en cuanto a que Venezuela no necesita de una “prensa gobiernera”, de ninguna manera debemos olvidar que los medios de información tienen que estar al servicio, dentro de ciertos límites y circunstancias, de un proceso político, que debe disponer de elementos de comunicación y convocatoria, pero sobre todo de transmisión de ideas y visiones fundamentales sobre el proceso político en que se encuentra inmerso el país. Como que en oportunidades se pierde la capacidad de reacción ante los embates de campañas mediáticas debidamente orquestados por los medios de información de la derecha. Los medios oficiales de información, junto con ese ejército popular de medios alternativos son la vanguardia del proceso, en ese permanente enfrentamiento con las actividades conspirativas de la prensa dominada por los sectores golpistas. En este sentido resulta lamentable como, en forma paulatina, han venido desapareciendo espacios, forjadores de opinión y fuente de información y visión crítica, en diferentes medios, que tuvieron siempre el respaldo de amplios sectores de la población o en su defecto, el traslado de otros a horas de transmisión que impiden una amplia audiencia. Venezolana de Televisión ha perdido espacios importantes por circunstancias que no viene al caso analizar, en donde han imperado los criterios subjetivos y reacciones espontáneas que mucho daño hacen en términos políticos. Dichos espacios de opinión han sido sustituidos por nuevas programaciones, en los cuales los contenidos no generan reacciones positivas, ni responden a las necesidades de formación política y de información en general del país.
Siguen presentes los reclamos relacionados con el tema de la participación popular y el reconocimiento de los mecanismos que permitan el involucramiento efectivo de los ciudadanos, de las organizaciones sociales y comunales en la administración y dirección de los asuntos públicos. Democracia participativa no quiere decir voluntarismo y expresión espontánea, es respuesta orgánica y organizada del pueblo por la vía de sus múltiples formas de integración en el esfuerzo social, que permita ejercer los controles y fiscalizaciones adecuadas, ante las desviaciones y errores que se cometan. Es una forma de controlar, en términos concretos, la acción del estado, del gobierno y sus instituciones.
Los espacios que se generaron a partir del triunfo del NO en el referéndum de agosto del 2004, y la elección de gobernadores, alcaldes, miembros de juntas municipales y parroquiales en meses recientes, no ha sido utilizado en forma adecuada, en términos de la construcción de los instrumentos políticos del proceso. En términos reales los procesos electorales cercanos pusieron en evidencia manifestaciones de abuso de poder, verticalismos nefastos que hacen daño en el entusiasmo popular, en fin manifestaciones de desprecio de los instrumentos democráticos de participación de las bases sociales.
Lo dije en mayo pasado por medio de aporrea y lo repito nuevamente. La ausencia de lo que podríamos llamar “una gerencia política adecuada” que responda en forma integrada a las necesidades actuales, que sirva de correa y medio de transmisión de las iniciativas del más alto nivel de gobierno y que se convierta en elemento de soporte de primer orden de las iniciativas presidenciales, está creando vacíos importantes que de alguna manera pueden abrirle paso a un deterioro de la credibilidad del gobierno bolivariano. Desde afuera da la impresión de que las acciones de gobierno no logran estabilizarse en ritmos normales de ejecución y lo que se dan son manifestaciones que indican que diversas iniciativas caminan “como a empujones”, pienso que por la ausencia de mecanismos de control y fiscalización de carácter político, dentro de los marcos de una concepción integrada en el manejo de los asuntos de estado. Se mantienen presente en la retina ciudadana dificultades de todo tipo en el manejo de la política agrícola, en donde los factores de intermediación siguen presentes, generando distorsiones de costos que generan inestabilidad en el productor y empresario agrícola. De la misma no se logra estabilizan una política de vivienda y desarrollo del hábitat, que ponga en marcha todos los mecanismos posibles de desarrollo de proyectos e inversiones, que favorezca a todos los sectores sociales. La ciudad de Caracas presenta manifestaciones de descuido y abandono que se mantienen, no obstante manifestaciones de iniciativas y programas de rescate, que parece se quedan en los escritorios de los funcionarios. El comercio informal cubre amplias zonas de la ciudad capital y no hay iniciativas congruentes para desterrar o buscar formas de combate a estas distorsiones de la economía, que genera graves problemas de contaminación y que por lo demás son manifestaciones de actividades delictivas de todo tipo.
No obstante los esfuerzos directos y personales del Presidente Chávez en el combate de la corrupción, tuve la oportunidad de medir opiniones en los círculos a los cuales tengo acceso en Caracas, que evidencian una profunda preocupación por manifestaciones de corrupción en diversos niveles de la administración y empresas del estado, al amparo del poder. Lo dije en mayo pasado por medio de aporrea, “Corrupción no significa solamente propiciar condiciones, desde la posición de poder, para el beneficio personal, de familiares y allegados. También significa corrupción aceptar un cargo público de la mayor relevancia política y administrativa sin estar capacitado para el efectivo cumplimiento de sus funciones. Corrupción significa también convocar a un proceso electoral interno para integrar las listas de candidatos a distintos puestos de ratificación popular, como en el caso de las primarias del MVR y luego negociar con las fuerzas aliadas del proceso y de espaldas al electorado y candidatos triunfantes, la integración definitiva de las listas. Corrupción significa también exponer la credibilidad del Presidente Chávez y buscar el posible deterioro de su imagen pública, mediante el manejo de información política y económica que no corresponde a la realidad. “
Al Presidente Chávez hay que cuidarlo pues resulta evidente, que por su posición de liderazgo, se constituye en el principal activo del proceso. . La debilidad manifiesta de las estructuras de mando y poder hacia el interior del gobierno y esa falta de mecanismos de articulación y transmisión de decisiones obligan al Presidente a estar presente en todos los escenarios, aún en aquellos que pueden ser asumidos por funcionarios subalterno de primer orden.
El proceso de transformación que vive Venezuela es el producto de la agudización de circunstancias políticas y económicas del pasado, que se expresa en esa brutal deuda social acumulada. La respuesta de los sectores que apoyan el proceso de cambio, no se debe orientar a excluir y discriminar a los sectores productivos y empresariales de los planes y acciones del gobierno, por su simple procedencia y origen social. La sociedad venezolana no se puede reconstruir o refundar sobre la base de consignas panfletarias que por lo demás carecen de contenido. En las nuevas condiciones en que evoluciona la sociedad venezolana se debe tener la suficiente claridad para actuar en forma responsable, en este proceso permanente de creación de las condiciones institucionales, políticas y económicas del nuevo orden social.
La coyuntura internacional es difícil y compleja. Debe imponerse un análisis pausado del entorno en que se mueve y despliega la revolución bolivariana para imponer los ritmos de la transformación interna.
Creo que la gran disyuntiva del proceso bolivariano no se debe plantear entre reformismo o revolución, sino entre la propuesta romántica de lucha contra la propiedad privada, que nos puede llevar al fracaso y las iniciativas, proyectos y programas de transformación económica, claramente soportadas desde el punto de vista tecnológico, productivo y factibilidad económica, enmarcada las mismas dentro de una concepción de justicia social. El socialismo del siglo XXI debe pasar por el respeto a las leyes de la economía y en no perder de vista la racionalidad en el gasto e inversión pública y la factibilidad política de las iniciativas de transformación y proyectos de desarrollo.
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