Chávez es el hombre nuevo

El Comandante Chávez es el hombre nuevo que está por encima de todas las clases: Su alma encendida y sedienta de su destino, anhela el contacto y unión que otros aborrecen, y el confinamiento en la prisión es para él, el purgatorio de su orgullo. Y la ayuda humilde que le es dado prestar a su amado pueblo tiene para su espíritu toda la emoción estética que guarda el misterio cristiano del lavatorio. Lo que parece castigo y prueba es, para Chávez fuerza y ayuda, y lo que rinde a otros lo hace erguirse. Sus energías se aceran en los golpes que a un débil aniquilarían. Chávez pena de que el pueblo humilde se sienta hermano suyo, pues para él toda distancia entre las almas, todo lo que no sea hermanamiento, significa mácula, impotencia de humanidad; visto moralmente es una conquista única, porque representa el triunfo del hombre sobre su estrella y nos relaja cómo la magia interior del almapuede convertir a su bien los valores materiales de la vida exterior.

Este luchar sin límites y sin tregua, sabiamente y sin defensa, la estrella de su dualismo, este amor apasionado por el pueblo, es el supremo y único misterio de Chávez, la fuente de fuego de donde brotan sus grandes ideas. Ese mismo caudal poderoso en que la vida se le volcaba, ese horizonte desmedido de sentimientos que se le abría en el dolor, es lo que le llevaba a amar la vida, esta vida miserable, cruel y llena de maldad, divinamente ininteligible, eternamente inaprensible, eternamente mística.

Jamás quiso para el flujo de su vida un ritmo suave, sino la intensidad y la concentración; por eso no esquivaba nunca ningún peligro, ni para su cuerpo ni para su alma, pues todos guardan para él posibles sensaciones nuevas, incentivos para sus nervios infatigables.

Pues bien: Chávez, antes que todo, es una personalidad. Cuanto puede impedir el crecimiento, el desarrollo de esta personalidad, le molesta y lo derriba: fe leyes, costumbres, límites de nacionalidad, preocupaciones de raza. Quiere vivir en su conciencia, con su pensamiento en el mundo creado por su propio espíritu, tronando como un dios y viendo hasta las leyes de la naturaleza plegarse a su omnipotente libertad. Jamás ninguna casta odió a un hombre como la burguesía venezolanaodió (odia) al Comandante Chávez; jamás ninguna casta representó con más fidelidad en sus cualidades características, y sobre todo, en su orgullosa individualidad.

Una emoción pasaba con tal fuerza por todo su ser, que le dejaba ardientes quemaduras. El mundo social se comunicaba con él sino por medio de su amado pueblo. Amaba las sensaciones. Creía que vivir era sentirlo todo, experimentarlo todo: pasar por los diversos grados del calor de la vida, del pueblo; ser el peregrino, errante, sin fin, visitando todos los países de nuestra América y todos los confines de nuestra madre Tierra. Ser el orador que lucha en la tribuna y el pendencieroque lucha en las calles; el demócrata, el tribuno que protesta contra las tiranías y reclama todas las libertades. El protagonista de la gran tragedia de los pueblos de nuestra América.

La historia viva es una escuela de renovación, ni inmóvil, ni eterna, en lo humano. Todo punto del pasado fue palestra de hombres que anhelaron demoler, transmutar o construir, inspirándose en ideales y pasiones que forman la movediza trama de la historia viva. De mentira y convencionalismo es, en cambio, la urdidumbre de la historia muerta, olimpo de fetiches embalsamados por los que medran de exhibirlos a la veneración de los ignorantes, rebeldías contra dogmatismos opresores; ésta alinea una tradición de fantasmas que decoran los panteones de la posteridad.

¡GringosGoHome! ¡LibertadparaloscuatroantiterroristascubanoshéroesdelaHumanidad!

¡ElComandanteChávezfueasesinado, suamadopueblodeambulaenlaincertidumbre, pues, anhelacumplirsumandato!

¡HastalaVictoriaSiempre, ComandanteChávez!

¡Patria,SocialismooMuerte!

¡Venceremos!



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Manuel Taibo


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