Los seres humanos cuando hablamos en nombre de instituciones, nos acostumbramos a veces a cribar hacia lo personal, y nos desbocamos a hablar en nombre de muchedumbres, lo que no pasa de ser un capricho de la mala crianza de nuestra formación infeliz o bestializada. Tal es el caso de cierto capitalista confeso que tiene nombre de cantante de Rancheras y apellido de lord ingles venido a menos, pero dispuesto a venderle su alma y las almas del heroico pueblo de la revolución mexicana, con tal de seguir acariciando el lustre de sus cajas de caudales.
Resulta que este nuestro sir devaluado es nada más ni nada menos que el presidente constitucional de ese México de nuestros amores. Aunque no nos simpatice, nadie en su sano juicio podría negar que él es el presidente, a pesar de que nosotros jamás hayamos podido entender cómo carrizo fue que un pueblo guerrero ancestralmente, profundo y sensiblemente gregario vino a votar por un gerente de la Coca cola, que no se molesta en disimular su gusto desmedido por el mercado, por los negocios de su casta palaciega, y tampoco se molesta en negar su desprecio por la suerte de los hambrientos que van dejando atrás sus tarantines globalizados. De cierto de cierto os decimos que no entendemos esta joda. Damos tres pesos a quien nos lo pueda explicar.
Seguimos pensando que no es cierto aquello de que "los pueblos tienen los gobiernos que se merecen". Nos da el pálpito que al México que admiramos y queremos tanto, le echaron vaporub en los ojos, sólo así pudieron elegir como presidente a este fanático de la American Weif of life. Estamos persuadidos que los hermanos mexicanos no se merecen a semejante engendro.
Lo más cojipeludo de este triste episodio es que a raíz de los acontecimientos suscitados en la cita de Mar del Plata, el circunspecto engendro, invoque al sentido nacionalista de los hermanos mexicanos para que lo defiendan de los "ataques" (según él) que ha sido objeto por parte de Hugo Chávez. A veces pensamos que nuestro encumbrado sir no ha salido del salón de reuniones de la empresa embotelladora de refrescos. Ni siquiera se ha percatado que quien le está faltando el respeto a los Mexicanos es él y nada más que él. Don Fox pretende que la nobleza mexicana olvide de golpe y porrazo que la ideología yannkee creadora del imperio norteamericano, le robó a la nación Azteca casi la mitad de su territorio, y que si no es por Pancho Villa y Emiliano Zapata, y sus bravos; los gringos se cogen todo México.
Aspira el hombre Marlboro (el cipayo de Bush) que las madres mejicanas olviden a sus hijos muertos intentando cruzar el río bravo para llegar a la misma tierra que le fue robada para buscar un puesto de trabajo. Estimamos que si algo de lógica pudiese quedar en la mente servil de este mexicano (con apellido de tendero de los muelles irlandeses) frustrado en la posibilidad cierta de sentirse como tal, de ser así quizás pueda pedir perdón al heroico pueblo mexicano, en primer lugar, y después a Chávez, y finalmente al continente por haber ofendido la dignidad de la representatividad mexicana.
Quien lo hubiera dicho que en la "Media Luna" donde Pedro Páramo con su aliento de bóvido difunto reinaba omnímodo, estuviese un tal Vicente Fox tratando de serrucharle su puesto de muerto. Ni siquiera son maniobras revanchistas de Juan Preciado, es sólo el caprichito de alguien que está queriendo ser un finado político, además fastidioso en su manía de lamer botas sucias del barro de una y mil invasiones.
Tal vez ni el mismo Rulfo hubiese podido adivinar que iba a haber mucho tiempo después alguien adorador de los negocios del imperio llamado Fox que reclamaría para sí el trono explayado de Comala.