Es muy fácil y a la vez cobarde echarle la culpa a los demás de lo que provocamos, hacemos, apoyamos, o, simplemente hacernos los Willie. Pocas personas en el mundo aceptan su responsabilidad por lo que hacen, pareciera que al hacerlo, dejarían de ser menos hombres o mujeres.
La muerte de, Mónica Spear y su ex pareja, ha sido tomado por gente inescrupulosa como bandera política en contra del gobierno y las autoridades con competencia en el caso. Politiqueros; artistas; comunicadores; actores; actrices; oposicionistas; cúpula religiosa; medios de comunicación y hasta la gente común alienada por lo que ven, oyen y leen, sirven de eco a la situación.
¡Ey! Y, no deja de perturbarnos tan cobarde masacre que deja a una niña inocente sin el amor más grande que tenemos los humanos en la tierra, el amor de nuestros padres, como también lamentamos la muerte de ciudadanos a diario por el hampa desatada. ¡Pero, ya va!, muchos de esos que se rasgan las vestiduras frente a unas cámara de tv, de fotografía, o, ante un micrófono…son muy culpables del deterioro de nuestra sociedad.
Todos somos culpables de todos los males morales y espirituales que aquejan a la nación. Somos culpables porque hemos descuidado principios y valores fundamentales en la formación moral y ciudadana, comenzando por el hogar, pasando por las instituciones educacionales y terminando por nuestra tan “reputada sociedad” caldo de cultivo de politiqueros y de los que tienen licencia para delinquir, pero que dan empleo… “Todo tiene precio”. O, aplicando como máxima la frase de Walpole, “Todo hombre tiene su precio”.
Son culpables los líderes religiosos cuando no hacen nada y desde sus pulpitos o cartas pastorales, haciéndose los Willie, le echan toda la culpa al diablo o al gobierno. Así como son culpables el gobernador, el alcalde, el concejal, el funcionario o autoridad, que se las echa al hombro, como tiene culpa el politiquero sinvergüenza que indiferente tira la carga a quien mejor le parezca.
Muy culpables son los medios de comunicación, prensa, radio, televisión e internet, que en su afán de lucro, publican lo que sea sin importarles las consecuencias, reflejo de nuestra sociedad consumista imperante. Como dice Galeano: “El suplicio de Tántalo atormenta a los pobres. Condenados a la sed y al hambre, están también condenados a contemplar los manjares que la publicidad ofrece. Cuando acercan la boca o estiran la mano, esas maravillas se alejan. Y si alguna atrapan, lanzándose al asalto, van a parar a la cárcel o al cementerio”.
Que me perdonen mis colegas, pero, todos sabemos que lo que digo es la pura verdad. Comunicadores/as, artistas, actores y actrices, son figuras a imitar, como son los educadores y los padres, pero, ¿Qué valores están proyectando o promoviendo con el trabajo que hacen? ¿Se está aportando de verdad algo positivo para nuestra sociedad? “Manjares de plástico, sueños de plástico. Es de plástico el paraíso que la televisión promete a todos y a pocos otorga. A su servicio estamos. En esta civilización, donde las cosas importan cada vez más y las personas cada vez menos, los fines han sido secuestrados por los medios: las cosas te compran, el automóvil te maneja, la computadora te programa, la TV te ve”, Galeano.
Muy bien lo describe, Renny Ottolina, en su “Juicio a la tv venezolana” unas décadas atrás, refiriéndose a lo poco que aportaba a la cultura nacional la tv, siendo más bien negativa: “De no ser así yo predigo que la televisión venezolana se irá hundiendo cada día más, en su mar de irresponsable vulgaridad con la única consecuencia de provocar la intervención del Estado. Y tendrá que intervenir el estado atendiendo el clamor de los hombres y mujeres responsables del país, que cada día hacen sentir más fuerte su voz de justa protesta”.
Esto, de seguir así, según él ameritaría la intervención del Estado: “Cuando estemos en manos del Estado habremos perdido la libertad de competencia, la libertad de escogencia entre canales, y con toda probabilidad habremos perdido la libertad de expresión; como es lógico pensar por cuanto ningún gobierno en su sano juicio va a permitir que se use un medio por él directamente controlado para que se le hagan críticas que podrían ser acerbas si así lo ameritase la situación de tal gobierno. ¿De quién será entonces la culpa? La respuesta es una sola: de quienes hoy en día pagan y administran la industria de la televisión venezolana”.
“Todos somos culpables. Demos todos lo mejor que tenemos y juntos acabemos de una vez por todas con tanta violencia”.