Aquí tienen a un presidente que le sonríe a su pueblo. Aquí tienen a un hombre trabajador, alegre y emocionado, en su primer mensaje como Presidente del Gran Brasil. ¡Oh! Brasil, país musical. Imperio del fútbol y de la samba. Del café y del cacao. Esa inmensa territorialidad. Ese temperamental y portentoso río humano capaz de celebrar, en el Carnaval, la fiesta popular más grande do mundo.
Aquí tienen a un presidente que se parece a su gente. Bondadoso y solidario. Meritorio vecino, siempre al tanto de nuestros problemas y dificultades. Y como gran conocedor de nuestros conflictos, en su primer acto oficial como Presidente del Gran Brasil, no tuvo ningún impedimento en acordar una reunión con el Presidente Chávez, para aprobar, de inmediato, la ayuda estratégica y necesaria que contribuya a resolver nuestros temporales huracanes políticos, económicos y sociales, promovidos por una cúpula empresarial y sindicalera que, sin sangre y sin corazón en el pecho, se empeña en mantener sus fortunas grupales y sus groseros privilegios personales. Y aquí viene Lula con un tanquero de combustible en la mano amiga. Y aquí viene Lula con la gasolina que hoy nos niegan los petrogolpistas y saboteadores de PDVSA. Y aquí viene Lula, con una sonrisa en su corazón de obrero metalúrgico, a mostrarnos el camino para que, a partir de este decisivo momento histórico, los venezolanos empecemos a comprender que el petróleo puede llegar a ser un excelente compañero de viaje para todos. Hasta el momento no ha sido así. Las bondades y riquezas que han generado nuestros vastos manantiales de oro negro, se han quedado en muy pocas manos. Y el pueblo, ese valeroso pueblo venezolano, siempre con muchos sacrificios y siempre batallando para conquistar las cosas más sencillas que le permitan vivir en dignidad.
Y aquí viene Lula, con toda su gente atrás. Y aquí tenemos a Gilberto Gil, el gran compositor y cantante y nuevo y flamante Ministro de la Cultura del Gran Brasil, siempre montado en la ola de Lula, dispuesto como nunca a llegar hasta la playa. A llegar con su pueblo hasta la playa. Y aquí tenemos a Marco Aurelio García, Chico Buarque al Comandante Abreu, que acompañó a Bolívar hasta en los momentos más escabrosos de la guerra de independencia de nuestros pueblos.
Y aquí viene Lula, con un valiente y cadencioso discurso de toma de posesión. A prometer café para todas las mañanas y para todos los desayunos de todos los brasileros. Dijo: “Si al final de mi mandato todos los brasileños tuvieran la posibilidad de desayunar, almorzar y cenar habré cumplido la misión de mi vida”. Tamaña tarea para un inmenso país que, como el nuestro, ha sido dirigido muchas veces, por gobiernos corruptos y desalmados. Tamaña misión para ese gigante del sur, aniquilado por el flagelo de la pobreza, donde un tercio de la población no tiene qué comer y son denominados los desterrados. Pero aquí tenemos a un Lula dispuesto y alegre y empeñado y decidido y acompañado de su gente y de su pueblo y de las mentes más lúcidas del Gran Brasil para librar y ganar la batalla del desarrollo y del progreso de su pueblo. Y aquí viene Lula, como en las lecciones de José Martí a recordarnos, que sólo es posible creer en la democracia, si al levantarnos, sea garantizado que todos han desayunado.
Ese es el Lula que nosotros queremos: solidario, valiente, sensible y comprometido con su pueblo y el de América Latina. ¡Obrigado Lula!