Nuestros detectives, justo es reconocerlo, se han ido superando a pasos agigantados en los últimos tiempos, a pesar del tremendo auge criminal. Es raro el homicidio que no sea descubierto en relativos pocos días. Pero y aquí viene el pero, cuando vemos ciertas películas que a lo mejor no son más que fantasías, como es el caso del célebre Columbo!, que comienza por desentrañar homicidios donde se creía inicialmente en un caso de suicidio, muerte accidental o natural, no podemos menos de preguntarnos: ¿cuántos casos de asesinatos se producirán en nuestro medio sin que a nadie se le ocurra pensar en homicidio?
En Venezuela el Código Penal parece destinado a proteger a los delincuentes y mantener a raya a las víctimas y a los defensores del orden público. ¿Qué pasa señores(as) del Poder Judicial? ¡Ustedes tienen la palabra!
Hay criminales, y eso pasa en nuestros tiempos, (puntofijismo) que entierran a sus víctimas haciendo desaparecer el cuerpo del delito. ¿Cuántas personas, de las llamadas desaparecidas, deben reposar bajo tierra a dos metros de la superficie?
Nuestra pericia detectivesca se pone a prueba, y con éxito, cuando alguien aparece muerto con señales claras e inequívocas de haber sido asesinado; aunque algunas veces algún despistado periodista nos informa que un señor apareció muerto de un balazo en la nuca. La policía no descarta la posibilidad de un suicidio De la misma forma que ya está resultando risible el mal empleo que los órganos de prensa vienen haciendo del título presunto.
Unos delincuentes entran a una casa a sangre y fuego y con sobrados testigos, matan a uno o varios de sus moradores, o asaltan en la carretera a una familia dentro de su vehículo y los ejecutan. La prensa, en vez de llamarlos asesinos, como les corresponde en buen castellano, lo denominan con gran pudor los presuntos homicidas. Estamos llenos de presuntos atracadores, de presuntos ladrones de cuello blanco, de amigos de lo ajeno, de violadores, de pederastas, de indiciados de tal o cual delito. ¿Qué les sucede a los amigos periodistas? ¿Es que tienen miedo de llamar las cosas por su nombre, o han sucumbido al fetichismo de las palabras? Los cacos son ladrones; los atracadores, forajidos; los violadores y pederastas, sádicos; y los que engañan al prójimo, pura y simplemente estafadores. ¿A qué viene, entonces, tanta delicadeza con los que nunca la tuvieron con sus semejantes?
En Venezuela, como todo el mundo sabe, la justicia anda manga por hombro; aquí no tiene nada de particular encontrar en la calle a vuelta de dos o tres años o antes a un tercio que cometió un feroz asesinato o una violación; unos sujetos que de la página roja pasan bruscamente a la página social.
Entonces el asesino, el violador o estafador: ¿Con que usted fue el que me denunció por la prensa? Ahora es que va a ver lo que es bueno, prepárese para una buena demanda por difamación o injuria Y no tiene nada de particular que le hagan un atentado o usted termine purgando una condena de dos años, por haber llamado ladrón al que a la vista de todo el mundo lo era y lo sigue siendo. Señores(as) del Poder Judicial: Tienen ustedes que comprender que uno no va a andar de juzgamundos, cuando las gentes más poderosas se cuidan, y con muchísima razón, de que les metan una demanda o les hagan un atentado.
Si un policía hiere a un asaltante, va a parar a la cárcel; si alguien mata en su propia casa a un hampón que amenaza su vida y la de su familia, sigue la misma suerte; si un periodista llama asesino, ladrón o estafador a quien lo es, puede ser víctima de una agresión física o judicial.
Por eso la policía tiene tan mala puntería, la gente se tranca con su familia en el baño cuando oye en la noche ruidos sospechosos, y los policías llaman presuntos a los claramente criminales. ¿De quién es la culpa de este desaguisado? Vaya usted a saber, o pregúnteselo a los sociólogos, o al Poder Judicial, nosotros fieles a nuestra seguridad, debemos quedarnos en lo puramente histórico.
Ustedes recordarán, y en especial los que tenían uso de razón cuando se demolía el centro de Caracas para construir los rascacielos, que cada cierto tiempo la página roja, que en aquel entonces era puramente rosada, anunciaba con grandes titulares: Se encontraron restos humanos en una casa de la esquina de Traposos. Según los forenses, se trata de un hombre y de una mujer mayor de 40 años. Se presume un homicidio. El hallazgo se quedaba en nada. A veces se decía que las osamentas tenían más de un siglo; y todo el mundo pensaba que no había que pararle a un crimen secular, con tantos problemas como los que teníamos encima.
La pregunta de Jaimito: ¿Por qué Cadive le da dólares a los dueños de los medios de comunicación privados? ¿No es mejor que ellos compren el papel periódico con sus propios dólares que tienen en bancos extranjeros robados al erario público? ¿Será que el pueblo pierde algo porque no vayan a publicar más sus periódicos? ¡Que se larguen para Miami esos bandidos! Esos medios están conspirando día y noche contra el Gobierno Bolivariano y contra el pueblo venezolano. ¿Será para eso que Cadive les entrega las divisas?
¡Gringos Go Home! ¡Libertad para los cuatro antiterroristas cubanos héroes de la Humanidad!
¡Chávez Vive, la Lucha sigue!
¡Patria, socialismo o Muerte!
¡Venceremos!