JULIO BORGES Y SU ATAQUE A MERCOSUR.
Las razones de un cipayo. ¡Reconócelo pueblo!
(Caracas, 26-11-2005)
Cada vez que en el ámbito académico somos atacados, -que no confrontados- sobre los proyectos y misiones de la revolución bolivariana por esta suerte de jauría enloquecida en que se han convertido los opositores, heridos en la razón por unos medios de desinformación empeñados en dirigir desde las técnicas de la propaganda el discurso que le corresponde a los políticos, hemos descubierto una fórmula de eficacia demoledora: Aceptar la hipótesis de nuestro desastre y proponerles que expliquen sus fórmulas alternativas. Lo que sucede es, un silencio sepulcral, -imagino que en algunos casos por vergüenza- o una defensa descarada de los intereses de la plutocracia mundial por sobre los propios, o los que deberían serles propios.
En su paseo consuetudinario por los estudios de las televisoras dueñas del discurso, la esperanza blanca, algo así como el “gallo tapado” de la política de la derecha neofascista, el Sr. Julio Borges, maquilladito y solemne atacó el ingreso de Venezuela a MERCOSUR, -al tiempo que defiende la línea de adhesión al ALCA de los otros “hermanos andinos”- con esta explosión dramática: “El ingreso a MERCOSUR será para Venezuela la ruina. Causará no menos de dos millones de pérdidas en puestos de trabajo y nos condenará eternamente a ser exportadores de petróleo y compradores de productos terminados de Brasil, Argentina o Uruguay”. El disparate apocalíptico no termina ahí. ¡Faltaría más!. De una mente lúcida como la del precandidato debe esperarse reflexiones profundas, argumentos luminosos, y los tiene. ¡Claro que los tiene!. Este Chimborazo de las ideas dice, “será la ruina, dadas las asimetrías entre las economías y el aparato productivo, agrícola y ganadero, de los países de MERCOSUR y el nuestro”. ¡Anda pa’la auyama!
Obviando, por mala fe o ignorancia, -apuesto por la segunda- que la filosofía de integración en MERCOSUR, dista mucho de la adhesión al ALCA, no explica el caballero, el problema de las asimetrías entre nuestro aparato productivo y el de las transnacionales que controlan la economía mundial. Olvidó el precandidato que unas cuantas mega transnacionales controlan el 25% del PIB mundial. Esas mismas transnacionales que hoy dirigen el gobierno de los EE.UU. Las mismas transnacionales desde cuyas oficinas se dirige hoy la política de guerras preventivas, agresiones, torturas, genocidio y conquista del planeta.
Olvidó el precandidato de las transnacionales y la derecha fascista continental decirle a su pueblo que debido a las acciones de sus jefes, el mundo es hoy más injusto que nunca, que somos 6.000 millones de personas y producimos alimentos, medicinas y servicios para 12.000 millones pero la filosofía de la ganancia de sus mecenas hace que millones mueran de hambre cada día y otros muchos de enfermedades que podrían ser tratadas mientras los grandes laboratorios obtienen al año beneficios por 600.000 millones de dólares. Olvidó el precandidato decir que sus mandantes hacen que mueran de hambre cada día 5.000 personas. ¡Ojo!, para quienes pudieran dudarlo, este apátrida es venezolano aunque poco o nada, salvo la cédula de identidad así lo indique.
Olvidó decir, Sr. Borges, que el ALCA funcionaría, pero no para los pueblos, no para la gente, sino para sus jefes, suyos de usted. Unos pocos depredadores que han acumulado inmensas fortunas y poder. Olvidó decir que esta plutocracia depredadora tiene su asiento preferente en los EE.UU., y su economía tiene un déficit comercial anual de unos 360.000 millones de dólares. Que necesitan ampliar la demanda externa para modificar el hecho de que el vigor de la economía estadounidense descansa, en un 80%, en la demanda interna. Una situación que hace inviable al mediano plazo la economía del imperio que les sirve de asiento. Aclaro lo de: “el imperio que les sirve de asiento” porque estas transnacionales no guardan fidelidad a país alguno, como cabría esperarse en otras etapas de su evolución, salvo a sí mismas.
Olvido decir, Sr. Borges, que EE.UU., consume el 32% del petróleo mundial, recurso energético imprescindible para su industria y el sostenimiento de su modo de vida y poseen un déficit actual de 15% que deben asegurar en otros países. Razón por la cual se hizo inevitable la invasión a Iraq y existe una agresión permanente contra el gobierno revolucionario de Venezuela. Una agresión contra la Venezuela que debería usted sentir su patria y en la cual usted es sólo una pieza desechable. ¡Ya lo verá Sr. Borges!.
Olvidó decir, Sr. Borges, que el ALCA responde a la necesidad urgente de equilibrar la balanza comercial del imperio, de aumentar sus exportaciones, de capturar el mercado latinoamericano como lo hizo por años con el petróleo venezolano hasta la toma por el pueblo de PDVSA. Que necesitan quebrar las posibilidades de integración de América Latina para lograrlo y que para ellos cuentan con gente como usted.
El ALCA, Sr. Borges, no es un simple tratado comercial, el ALCA cumple hoy la misma misión que en 1823 cumplió la operación “América para los Americanos” lanzada por Monroe en contraposición a la lanzada por Simón Bolívar con su convocatoria al Congreso Anfictiónico de Panamá. El ALCA es un proceso anexionista, poco importa se añadirían estrellitas a “su” bandera o no. Seguramente no le concederían su sueño de ver a Venezuela, ¡al fin!, convertida en la estrella número 53 o 54.
MERCOSUR es, Sr. Borges, un proyecto de integración latinoamericano. El ALCA se inscribe en la prosecución de la Doctrina Monroe, el plan de convertirnos en un mercado para sus productos. Lo dice, su héroe e inspirador, el Senador Republicano Jessee Helms: “El ALCA, junto a la diplomacia de los EE.UU., debe garantizarnos los mercados del hemisferio”. Usted propugna por un pacto con el gigante que admira y ama. Cuando el débil pacta con el fuerte la esclavitud del débil se hace inevitable. El fuerte sabe, -la historia lo demuestra-, que no se puede ser siempre el amo a menos que la fuerza se convierta en norma aceptada. Es necesario que el débil admire al fuerte, desee ser como él, quiera vivir como él, incluso, hasta lo ame. Es en esa estrategia, que evoca la institución de la satrapía, donde se inscriben las campañas de los medios de propaganda que le imponen su agenda, Sr. Borges. Es en esa estrategia en la cual usted juega tan miserable papel. ¡Epa! Sr. Borges… ¡dignidad… que algo queda!