El fin de un movimiento que persigue reformas políticas no se alcanza jamás mediante elaboradas explicaciones ni procurando ejercer influencia sobre las autoridades existentes sino, únicamente, gracias a la conquista del poder político. Más para que pueda decirse que un movimiento ha sido afortunado, no basta el sólo hecho de que los revolucionarios se hayan apoderado del poder; será necesario, además, que el éxito de los propósitos e intenciones en que se funda la acción revolucionaria promueva en el país un bienestar mayor que el que imperaba, bajo el régimen precedente. Pero si la conquista del poder político es preliminar a la realización práctica de las reformas, un movimiento reformista deberá obrar, a partir del primer día de su existencia, no como un cenáculo de literatos o como una reunión de insignificantes y relamidos jugadores, sino como un movimiento popular.
En vista de que para todos los partidos de la tendencia llamada burguesa, la política no consiste, en realidad, en cosa alguna que no sea una riña por la conquista del poder, riña durante la cual las convicciones y principios se arrojan por la borda cual lastre inservible, es natural que se determinen sus programas y se calcule su solidez siguiendo la ruta opuesta, desde luego, con arreglo a lo mismo. Falta a estos partidos aquella singular y magnética atracción, a la cual las masas responden sólo apremiadas por la impresión, de grandes y elevadas ideas, es decir, por una fe indiscutible, combinada con un fanático brío combativo.
El concepto popular, parece tan indefinido y desprovisto de restricciones en la práctica y tan sujeto a diversidad de interpretaciones como el vocablo religioso. Ambos implican ciertas creencias fundamentales. Y, sin embargo, pese a su suprema importancia, son tan vagos en la forma que, hasta tanto no queden fijados como el elemento fundamental en el armazón de un partido político, su valor no pasará del de una opinión más o menos admisible. Porque los simples sentimientos, es decir, las aspiraciones de la burguesía, son tan incapaces de convertir en realidad a los ideales del pueblo ya las exigencias que brotan de ellos, como es de imposible la conquista de la libertad mediante el solo hecho de anhelarla. No, los deseos del país no podrán transformarse en noble realización hasta que el instinto ideal de la independencia no asuma el carácter de una organización combativa en forma de pueblo-ejército.
La justicia, ella misma tomada en el más amplio sentido humano, no es más que una idea, por así decir, de transición. Plantea el problema social, pero lo razona, no hace más que indicar la única vía posible para la emancipación del pueblo, es decir, la humanización por medio de la libertad y la igualdad; la solución positiva no podrá ser dada más que por la organización cada vez más racional de las masas. Esta solución tan deseada, el ideal de todos, es la libertad, la moralidad, la inteligencia y el bienestar de cada uno por la solidaridad de todos, la humana fraternidad.
La actitud corriente con respecto a la política, imperante hoy en Venezuela, se apoya generalmente en la opinión de que la fuerza creadora y civilizadora debiera ser un atributo del Estado, que este último nada tiene que ver en los asuntos que afecten al pueblo, sino que es el producto de una necesidad económica, una consecuencia natural de las fuerzas políticas. Conducida a su conclusión lógica, esta actitud fundamental provocaría, no solamente un concepto erróneo acerca de las causas sociales, sino que implicaría, además, que se asigne a la personalidad su verdadero valor. Porque la circunstancia de negar que existan diferencias entre ricos y pobres en lo tocante a su capacidad para crear cultura, puede dar lugar a que tan grave error se extienda a los juicios concernientes a la personalidad del individuo. La suposición de que ricos y pobres son por sus características iguales, puede ser seguida de una manera parecida de considerar a las naciones, llegándose en escala descendente a afirmar idéntica cosa hasta de los mismos individuos.
¡Gringos Go Home! ¡Libertad para los cuatro antiterroristas cubanos héroes de la Humanidad!
¡Chávez Vive, la Lucha sigue!!!
¡Patria socialista o Muerte!
¡Venceremos!