Danilo Anderson y la CIA

El C4 es un explosivo de uso típicamente militar y ha sido emblema de la industria bélica estadounidense. Los expertos en el tema aseguran que para poseerlo se requiere ser amigo de Estados Unidos, ya que durante el período de la “guerra fría” sólo podían adquirirlo las fuerzas armadas de los países aliados de Washington. Fabricado con una sustancia denominada RDX más un poliisobuteno plastificador, el C4 tiene apariencia de masa de trigo para hacer pan, y es maleable como la plastilina.

Su comercialización clandestina tiene dos orígenes conocidos: la corrupción en el seno del ejército estadounidense o de algún país satélite como Israel, donde oficiales de alto rango robaban cantidades de C4 para el contrabando; o el utilizado en acciones encubiertas de la Agencia Central de Inteligencia, CIA.

Una fuerte cantidad de este poderoso explosivo iba a usar el terrorista Luís Posada Carriles junto a otros mercenarios para intentar asesinar a Fidel Castro en la Universidad de Panamá a riesgo de que murieran centenares de estudiantes y otras personas que allí se reunirían para asistir a una conferencia del presidente cubano. Ya es conocido el vergonzoso desenlace de este hecho abominable, que deja al Estado panameño en condición de anfitrión y cómplice del terrorismo internacional amigo de Estados Unidos.

El C4 ha sido por décadas una de las armas más usadas por la CIA en sus incursiones criminales por el mundo. En Nuestra América podemos recordar dos casos escandalosos de terrorismo imperialista donde la masa blanca made in usa fue protagonista.

El general del ejército chileno, Carlos Prats González, temido por el dictador Pinochet por sus posiciones a favor de la democracia y por su liderazgo institucional, fue brutalmente asesinado junto a su esposa Sofía Cuthbert, a las 12 y 40 minutos de la madrugada del 30 de septiembre de 1974. El explosivo colocado debajo del fiat que conducía el general Prats era C4 de fabricación estadounidense, que el ejército chileno al servicio de Pinochet podía adquirir fácilmente, y que un agente de la policía secreta del régimen fascista, la DINA, con conexiones en la CIA, podía portar tranquilamente.

Se consumaba así uno de los primeros crímenes de la “Operación Cóndor” diseñada para acabar con la izquierda latinoamericana, particularmente en Suramérica, que tenía la bendición del gobierno de los Estados Unidos y en donde aparece involucrado de manera directa el ex Secretario de Estado, Henry Kissinger.

El mismo método aplicaron para acabar con la vida de Orlando Letelier, canciller y cercano colaborador del Presidente Allende. En el hecho también murió la ciudadana estadounidense Roniie Moffitt, quien hacía de asistente de Letelier. La explosión, activada con detonador a control remoto, ocurrió en el mismísimo corazón de Washington y era la misma mano la que activaba la bomba en otro septiembre de 1976.

El verdugo de Prats y Letelier se llama Michael Townley. Pero la orden la dieron otros, los que controlan la producción del C4, eso con que mataron a Danilo Anderson.


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Yldefonso Finol Ocando

Economista. Militante chavista. Poeta. Escritor. Ex constituyente. Cronista de Maracaibo

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