Hagamos una síntesis muy apretada de la historia de España desde sus orígenes hasta el Descubrimiento de América y cáiganse en cuenta de la complejidad de una de las tres partes que integran al pueblo venezolano.
Los primeros pobladores de España fueron los iberos. De ahí la palabra Iberia con la cual, también, se la distingue.
Sus primeros pobladores son de raza libioafricana: de la misma estirpe que los bereberes.
Esquilo, seis siglos antes de Cristo los describe de la siguiente manera:
Los iberos eran morenos, de corta estatura, enjutos y de cráneo alargado. Entraron en España por el sur y se establecieron particularmente en Andalucía. Por el norte llegaron los celtas, que eran altos, rubios y de cráneo redondo. Eran aguerridos, aventureros y organizados: muy especial para la guerra en la cual seguían ciegamente a un caudillo. Como es natural, dos grupos humanos tan diferentes tuvieron que chocar. Y hubo guerra entre ellos por dos siglos. Finalmente, por obra de la guerra y del amor se fusionaron dando lugar a la raza definitiva: los celtíberos.
Sólo hubo dos grupos que no se mezclaron: los celtas que se ubicaron en Galicia, y que como es fácil de ver, son iguales a los irlandeses, a los ingleses de la isla de Man, a los ingleses del país de Gales y a los escoceses; igualmente la Bretaña francesa, el País vasco y Asturias.
Mil años antes de Cristo, los fenicios, los inventores de la moneda, (y del cuanto hay pa’eso) establecen factorías en la costa mediterránea hispana, entre las que destacan la de Cataluña, Valencia, Sevilla y Cádiz. Como los celtíberos no conocían el valor del oro, los fenicios los engañaban —como harán los españoles con los indígenas de nuestra América— cambiándoles bujerías de vidrios y adornos sin valor por metales preciosos. Aunque poco numerosos, es grande la penetración cultural de los fenicios en la Península Iberica.
Tras los fenicios vienen los griegos; y luego los cartagineses del norte de África, que dominan militarmente a Iberia, hasta que son derrotados por los romanos, dos siglos antes de Cristo. Por más de medio milenio se extenderá su dominación sobre los antiguos pobladores de España, imponiéndoles sus creencias y cultura, tal como lo harán siglos más tarde los españoles con los habitantes de nuestra América.
Si los venezolanos fuimos moldeados por la cultura hispánica, ésta procede a su vez de la confluencia de las culturas semítica, griega y romana. De ahí de la importancia de estudiar la evolución de estos pueblos, que al fin y al cabo son los eslabones de una misma cadena. Roma particularmente es decisiva en la fragua de España.
Entre las tantas cosas que recibimos de Roma están el Derecho y la base de nuestro idioma: el latín. El latín y las lenguas de él se derivan se caracterizan por su precisión, como corresponde y conviene al comercio; y por su extroversión, por su interés preferente por objetos y cosas; con poca fuerza expresiva para manifestar la interioridad.
El español y las otras lenguas de estirpe latina ofrecen dificultades para designar los paisajes interiores del ser. No es lenguaje de filósofos ni de psiquiatras, sino de abogados, médicos, militares y comerciantes. Pero hay que conocerlo a fondo. Sin latín y raíces griegas se hace difícil la ortografía.
Antes se estudiaba dos años de latín y raíces griegas. En Alemania e Inglaterra, pueblos de otra estirpe, se estudia esta lengua por cuatro años en el bachillerato formal.
El impero romano se derrumbó en el siglo V de nuestra era. Los bárbaros, que no eran más que alemanes salvajes, invadieron a España y la ocuparon totalmente, estableciéndose en pequeños reinos. La cultura sufrió una profunda regresión. El crimen y la violencia campeaban a todo lo largo y ancho de la Península. Los peores bárbaros fueron los vándalos, hasta el punto de ser sinónimo, hasta nuestros días, de violencia y salvajismo.
¿Ustedes saben dónde se establecieron los vándalos? Pues, nada menos que en Andalucía, la raíz de la simiente hispanoamericana. Andalucía viene de Vandalucía o país de los vándalos, que se deriva del germano “Vadalhaus” o casa de los vándalos.
Por dos o tres siglos el dominio de los bárbaros sumió a España en la desolación; pero con ellos se cumplió el axioma: cuando un pueblo de cultura inferior domina militarmente a uno más culto, el dominador es dominado. Sin alcanzar el esplendor de los tiempos de Roma, los pueblos bárbaros fueron moldeados por la cultura grecolatina, a su vez modificada por el incipiente cristianismo.
Vamos a terminar el artículo con una emocionante historia de amor:
En el año de 711, el rey visigodo don Rodrigo, asomado a una ventana de su palacio en Toledo, lanza un grito de emoción: ¡Jolines! ¿Quién es esa hermosura que se baña desnuda en el Tajo?
Servidor: Es Florinda, Majestad, la hija del Conde don Julián, vuestro gobernador de Ceuta.
Don Rodrigo: Pues que me la traigan de inmediato a mis habitaciones.
Servidor: Es doncella, Majestad, y de recatado continente.
Don Rodrigo: Traédmela con su anuencia o sin ella.
Hay quien dice que Florinda accedió de buen grado a los lascivos deseos de su rey y señor. Por eso la llamaron la Cava, que significa prostituta en árabe. Otros, sostienen que don Rodrigo tomó por la fuerza a la doncella y ésta le escribió a su padre, el fiero Conde don Julián, guardián y defensor de la cristiandad contra el poderío árabe.
Don Julián: Maldito mil veces sea Rodrigo y su mal corazón. Caro ha de pagar el ultraje que me ha inferido. Les abriré la puerta a los moros. Ahora mismo me pondré al habla con Tarik.
Don Julián cumplió su amenaza: Tarik, el caudillo árabe, cayó sobre España al frente de siete mil jinetes. Don Rodrigo fue derrotado en la batalla de Guadalete y España toda, salvo Galicia y Asturias, cayó en poder de los árabes. Esto pone el Romancero en boca del rey Rodrigo:
Ayer era rey de España, hoy no lo soy de una villa;
ayer villas y castillos tenía, hoy ninguno poseía;
ayer tenía criados, hoy ninguno me servía,
hoy no tengo una almena que pueda decir que es mía.
Desdichada fue la hora, desdichado fue aquel día
en que nací y heredé la tan grande señoría,
pues lo había de perder todo junto en un día.
¡Oh, muerte por qué no vienes y llevas esta alma mía
de aqueste cuerpo mezquino, pues se te agradecería!
Por siete siglos los árabes insuflarán su sangre y cultura en España. Doña Isabel I, la Grande de Castilla y León, en vísperas del Descubrimiento de América, los echó de la Península Iberica, y por eso dice la copla:
Si por una mujer se perdió España, por otra se salvaría.
Y así terminamos nuestra breve incursión por la historia de España, tan íntimamente ligada al destino de Venezuela.