Creemos que las demandas sociales no se pueden desarrollar en este proceso político revolucionario de manera unilateral (digamos, desde los gobiernos nacional, regional o municipal), porque de esa manera se dispersarían y fragmentarían las fuerzas populares y se desvirtuarían los objetivos políticos: se crearía lo que se denomina, dentro del campo de la física, una entropía o caos de energía. Así, las nuevas instituciones deben trabajar para favorecer el modelo de movimiento de movimientos, que podríamos llamar también Red del Poder Popular que integre las demandas de las multitudes, y consolide diversos espacios –físicos y virtuales– para el intercambio de información, para la discusión y la toma de decisiones en común.
Las tareas de cogestión deben ser asumidas como una gran secuencia histórica, en la que desde todos lados debemos interactuar permanentemente todos los actores sociales del proceso. Sabemos que aún existen muchos obstáculos y desafíos por superar, como la pesada herencia burocrática de la IV República y la todavía más pesada herencia de siglos de capitalismo, pero sólo marchando juntos, con tareas políticas comunes y metas compartidas de forma expresa, podremos alcanzar en la práctica una verdadera transformación social.
La unión de la gente y de los grupos movilizados en territorios definidos (físicos y virtuales) y la unión de comunidades bajo demandas y exigencias similares obligan a establecer procesos fluidos de comunicación: intercambio de información, cooperación y toma de decisiones. El intercambio y la interacción entre los distintos actores sociales obligan no sólo al uso común de lenguajes, culturas y demandas, sino que, además, en la medida en que se fortalecen estos espacios y estos vínculos, se crean nuevos lenguajes y nuevos propósitos políticos con carácter colectivo. La comunicación garantiza la producción de lo común y propicia formas de organización, de racionalidad y de creatividad social, totalmente novedosas y revolucionarias. En fin, nuevas formas de poder. En este sentido, el Soberano adquiere poder, en primer lugar, de manera directa.