Pues bien resulta que ayer, Heinz Dieterich, por CNN (16 de enero) declara: “Maduro debe formar con Capriles Radonski un gobierno de salvación nacional, para salvar a Venezuela de la guerra civil”. El mismísimo que aconsejaba eliminar los controles de cambio, someter la economía venezolana al rigor de los “precios cibernéticos del mercado” y poner fin al “modelo político-económico de Chávez y a la quimera socialista y chavista, exige hoy que aceptemos un gobierno de transición, cohabitando con el fascismo. El defensor de un izquierdismo desbocado (y emblema de muchos críticos de izquierda de la Revolución Bolivariana), ahora es vocero del Departamento de Estado, o por lo menos es un eco de los planes de la estrategia de Ahora o Nunca contra la patria, contra el pueblo venezolano.
Desde el último trimestre del 2013, el redimensionamiento de la guerra económica (desestimada, incomprensiblemente en ambientes de izquierda) apalanca la opción derechista de posicionar un resultado electoral, en las elecciones de Alcaldes y Alcaldesas, de 07 de diciembre. El redimensionamiento en cuestión, tiene (entre otros) dos soportes evidentes: generar cierto “clima política político”, en base de determinados análisis y consignas que “muerdan” en un destinatario preciso, en el chavismo: Maduro implosiona, va estallar una bomba económica, la economía venezolana se hunde y no hay más alternativa que echar mano de la “sapiencia” de los expertos en materia de política monetaria y cambiaria. El otro anclaje es el desplazamiento hacia una supuesta naturaleza plebiscitaria de las elecciones del 07 de diciembre: de acuerdo con la estrategia de Ahora o Nunca, la “cuestión no se decidía con los votos”, sino en la calle: se decidía como tumbar a Maduro, al gobierno revolucionario y desarticular la Revolución Bolivariana.
Pero el sesgo de los resultados electorales, de la voluntad política del pueblo venezolano, “disolvió”, en significativa medida” la estrategia imperial y de la oligarquía de Ahora o Nunca y a la tesis de “una victoria chavista pírrica” en las elecciones presidenciales del 14 de abril. De la ajustada diferencia, del 14 abril, que da fuerza a la política desestabilizadora mediante la política de desconocimiento del triunfo de Nicolás maduro y del chavismo: pasamos a una correlación de fuerza que los resultados electorales del 07 de diciembre, son simplemente pista. Solo una pista, ya que:
La estrategia de Ahora o Nunca, el escenario de alta conflictividad, de extrema polarización y de una guerra civil, no encontró asidero en la sociedad venezolana, en la gran mayoría de la población. Esa mayoría democrática subyacente y latente, se hizo emergente y evidenció las debilidades, carencias e insuficiencias (políticas, sociales y militares) de los planes oligárquicos e imperiales. Y este es el punto fuerte de los chavistas y del gobierno revolucionario: aislar a los fascistas, a sus aliados y cómplices y a la resignación cínica que guarda silencio y no se moviliza contra la actual escalada neofascista e imperialista. Hoy es cierto que “el guarimbeo” está reducido a los sectores de clase media”, hasta ahora, “las redes” que la derecha y el fascismo ha logrado instalar en el seno de las zonas populares, para nada comparten ni asumen que debemos atentar contra la patria, contra la paz, y tumbar a Maduro. Y una iniciativa política crucial hoy, desde el movimiento popular, es participar activamente en las acciones políticas del plan de “Pacificación Nacional” que avanza el gobierno revolucionario”.
No es exagerado afirmar, en esta coyuntura política, que el desequilibrio de la correlación de fuerzas que establezca las condiciones efectivas de una guerra o civil y de un régimen de fuerzas, sostenido por el gobierno de los EEUU y su comunidad internacional (Francia, España y los de nuestro patio suramericano), depende de sí el bloque neofascista y la derecha en su conjunto alcanzan el punto de ebullición que les recomienda, públicamente, Luis Miquelena y Alberto Quiroz Corradi: esto es, la presión política y social suficientemente que asegure, mediante el miedo, el terror y el chantaje, inmovilizar políticamente a la mayoría democrática y pacífica de la patria. La derecha y los asesores gringos, saben perfectamente que en términos políticos esa es su única opción: el uso de la fuerza que establezca las posibilidades de una “Primera Árabe en Venezuela”: el caos de Egipto, de Libia, Irak y Siria. Caos y política de reconfiguración del poder mundial del capital. Caos que el Chile de Allende y el bombardeo destructivo e inclemente del Barrio “Chorrillos” de Panamá, nos dicen como bate el cobre la extrema derecha y el fascismo.
Ni el guarimbeo relacionado con la coyuntura inmediata post 14 de abril, ni la aceleración de los planes de la estrategia de Ahora o Nunca, han tenido el alcance de la “chispa que incendie la pradera”. Y allí, se decide todo o casi todo”. Y que la pradera se incendie depende de si la presión de la violencia extrema (localizada, por ahora en zonas de clases) nos inmoviliza políticamente. Y en esa línea delgada tenemos que pararnos firmes. No vaya a ser, que después de todo, el antiguo asesor aparezca asesorando el paquete de ajuste neoliberal del supuesto negado del gobierno de transición.