Cianuro en gotas LXV

A estas alturas, muy pocos pueden tener dudas de que la mano estadounidense está detrás de la violencia escuálida de los últimos días. Si alguien aún no está convencido, basta que vea la coordinación con que actúan los medios internacionales y las declaraciones de los voceros oficiales y oficiosos del Imperio. Igual sucede con Presidentes-basura, del tipo Martinelli (Panamá). Las agencias noticiosas como CNN, France Press, AP y la británica BBC -que hasta hace relativamente poco era un medio confiable y se esforzaba por ser objetiva-, muestran que no es nada casual, sino que obedece a un plan coordinado por Washington. Criminales muy corrompidos, como Gabriela Arellano o Villca Fernández, reciben dinero directamente de agentes estadounidenses. A todos ellos habría que tratarlos como lo que son: soldados enemigos que traicionan a su patria.

Esos medios internacionales hacen creer a la gente en el mundo entero -al menos en los países ricos, donde un amplio sector aún cree lo que le dice la prensa- que en Venezuela se vive una guerra civil, que el gobierno anda asesinado gente y cosas similares, que son lo opuesto a la realidad. Más o menos repiten las mismas mentiras que los medios criollos, pues estos, en definitiva, cogen línea imperial.

Ningún medio, nacional o extranjero, menciona que hace poco más de dos meses en Venezuela hubo elecciones, y que el chavismo las ganó por paliza. Tampoco hablan de que menos de un año atrás, Nicolás Maduro ganó holgadamente la Presidencia. Y lo hizo en las circunstancias más difíciles, apenas poco más de un mes después del fallecimiento del gran líder de Venezuela. Porque ni siquiera la desaparición física de Hugo Chávez le sirvió a Estados Unidos y sus sigüíes criollos, para ganar unas votaciones. En ninguna parte se dice que esos “rebeldes” -que así califican a los hampones que trancan calles- desconocen la voluntad de dos de cada tres venezolanos, que apoyan este proceso, como quedó bien claro el pasado 8 de diciembre.

La realidad venezolana es que aquí no hay nada parecido a una guerra civil, sino que sectores antidemocráticos de las zonas ricas de algunas ciudades, impiden el libre tránsito de los ciudadanos, queman basura, contaminan el ambiente y asesinan a personas que muchas veces no tienen bandería política. Es notable que en ninguna zona popular, ni siquiera de clase media baja, se produce ninguna guarimba. Esta curiosa “insurrección” no es sino la acción de unos cuantos burguesitos en contra de la mayoría del país, que no sólo quiere vivir en paz, sino que respalda por abrumadora mayoría a su gobierno.

Otro hecho que demuestra la injerencia estadounidense, una vez más, en la violencia escuálida se nota al observar las guarimbas y acciones de calle. Ya no se ve prácticamente ningún estudiante. Son pequeños grupos, bien organizados, armados, de paramilitares colombianos, con algunos venezolanos reclutados y entrenados por ellos. De hecho, los vecinos de algunas urbanizaciones del este de Caracas y sus equivalentes fuera de la capital, comentan entre ellos que se ven muchos colombianos en los disturbios, o personas que se niegan a hablar por temor a mostrar su acento.

Son notorios los esfuerzos que realiza Henrique Capriles Radonski para tender puentes no con los sectores opositores no violentos o, incluso, con el chavismo, sino con los sectores más radicales de extrema derecha. Mueven a risa los malabarismos verbales de este sujeto para justificar su negativa a dialogar con el gobierno. Dentro de poco veremos a este sujeto subordinándose a María Corina Machado, pues ésa es la línea de EEUU.

El general Ángel Vivas es mucho más que un payaso. Es un ser peligroso, un desalmado, autor intelectual del asesinato del motorizado degollado en Horizonte. Tiene, además, la ausencia de moral, perdió el sentido del bien y del mal, como frecuentemente le sucede a quienes viven el último grado del alcoholismo. Es importante que este sucio criminal pague sus culpas, pero el gobierno no debe tener apuro en detenerlo, aunque sí tiene que impedir que huya de Venezuela.

Por cierto, los vecinos de Ángel Vivas, acostumbrados a sus sonoras borracheras, comentan que cuando le dijeron que el rrrégimen iba a cortarle el agua, respondió que a él esas cosas no le intimidaban, pues podía tomarlo con soda y, de hacer falta, se sacrificaría a tomarlo seco.

Nadie cree que con nuestro sistema de justicia, muy esforzado en proteger a los escuálidos, irán a la cárcel los asesinos de un trabajador motorizado, degollado por hampones en El Marqués, siguiendo instrucciones del general Ángel Vivas, que enseñó a sus vecinos cómo transformar una guaya en una trampa mortal. Ese sucio individuo asegura que ese asesinato no fue sino una defensa contra las hordas chavistas, que pretendían entrar en una urbanización. Un criminal así tiene que pagar sus delitos con largos años de presidio.

Ni uno solo de esos arzobispos que piden acabar con los colectivos chavistas, ha dicho ni media palabra para condenar el asesinato del un trabajador motorizado, degollado en El Marqués. Sería bueno que Diego Padrón o Jorge cardenal Urosa Sabino dijeran algo sobre esa muerte y qué piensan sobre los homicidas. Es vergonzoso el silencio de los obispos en relación con la violencia, aunque más vergüenza aún produce cada vez que abren la boca, para apoyar el vandalismo y justificar crímenes, con palabras medidas y bien calculadas.

En un país serio, no en Colombia, hace años que Álvaro Uribe Vélez estaría en la cárcel. Es raro el día en que no se divulga alguna noticia que comprueba fehacientemente los nexos del ex Presidente con las dos caras del mundo de la droga: el paramilitarismo y el cartel de Medellín. Ahora se sabe que Uribe, directamente y sin intermediarios, dio órdenes de asesinar a personajes públicos que tenían problemas con los narcotraficantes o seguían políticas populares. Recientes testimonios de antiguos militares muy cercanos al narcoparaco Jorge 40, como el capitán Adolfo Enrique Guevara Cantillo, revelan como Uribe ordenó el asesinato de alcaldes. Por cierto, Uribe, un asesino y narcotraficante, es el "ideólogo" de la oposición venezolana, tanto del ala manifiestamente violenta (Leopoldo López) como la pretendidamente "democrática" (Henrique Capriles Radonski). En varias oportunidades, Uribe se ha reunido con ambos "líderes" criollos, a quienes transmite las órdenes de Estados Unidos y dinero de la droga.

El Efecto Aguaje tiene un efecto devastador sobre la economía y en la vida cotidiana del venezolano. Los aguajes del gobierno en relación con el acaparamiento y la especulación, sin un solo preso por esos delitos, se traduce en que aumenta el desabastecimiento. Los empresarios aprovechan la blandenguería y la corrupción de los altos funcionarios para debilitar al gobierno y, de paso, meterse un realero encareciendo productos.

Por cierto, no debe caer en saco roto la petición del periodista José Vicente Rangel en relación a que el gobierno está obligado a dar la lista de empresarios que sobrefacturaron a Recadi. El silencio oficial parece complicidad. Ministros cortesanos, como Rasputín, son responsables de esa dañina omisión. Igualmente, Jorge Giordani debe decir cuáles son esas empresa de maletín y quiénes son sus accionistas, que se robaron 20 mil millones de dólares.

Otro aguaje, otra cobardía insólita, se vive con las aerolíneas. Esas empresas tienen sobornados a ministros y altos funcionarios, que actúan como verdaderos gestores para obtenerles dólares. Van a darles miles de millones -así como suena: varios miles de millones de dólares- a empresas delictivas que jamás explican porque un pasaje de Venezuela a Europa, Estados Unidos u otras partes de Latinoamérica, cuestan entre el doble y cuatro veces más que desde Colombia.


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Alberto Nolia


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