En definitiva, la revolución bolivariana ha entrado en una nueva etapa productos de las nuevas condiciones políticas. De la reacción opositora, me atrevería a decir: hoy menos que antes debemos preocuparnos, ya no merodean por el poder legislativo en búsqueda de la carroña, pues hoy no existe el peligro una perdida de la mayoría legislativa, de saboteo a alguna ley revolucionaria, etc. Esa inepta reacción ha sido enterrada. ¿Quienes los desenterrarán?
Decepción es la palabra mas sonada entre los disociados opositores. Tanto se murmuró sobre la posibilidad de un Golpe de Estado, de la ilegitimidad del proceso electoral, del fraude y del desconocimiento seguro al que los organismos multilaterales apoyarían, que el silencio del día después aturdía al despreocupado. Pero de los muertos no hay que hablar.
El imperio desespera aun más por esta nueva situación. Ya quemados todos sus cuadros políticos, la esperanza del retorno a los tiempos de la entrega parece ser mas factible con la eliminación física del Presidente Chávez. Ellos comprenden muy bien que en las fuerzas del cambio las debilidades ideológicas son gigantes, y que la única garantía de esta revolución descansa en manos y vida del Presidente Chávez. En el magnicidio, sin lugar a dudas, seguirán insistiendo. La tesis Nasser, Egipto, nunca dejará de ser la mejor opción. Pero ¿En donde más descansan sus esperanzas bastardas?
Las esperanzas del imperio también residen en nuestras debilidades. Debemos admitir que, todavía hoy carecemos de una organización revolucionaria, como consecuencia no existe aun una dirección que vele por hacer verdadera política, que vele por sus cuadros, la burocracia y la corrupción. Debemos de admitir también que, nuestros partidos de izquierdas se encuentran en grandes abismos ideológicos, no existe disposición al debate, para ello preferimos importar contendores portadores de ideas reformistas, ejemplo emblemático: Heinz Dieterich. La misma que pretende imponerse e impulsa un socialismo burgués; que convoca al pueblo a ser empresarios; los que llaman a convivir con el viejo Estado; los adaptados. Son en el fondo y muchas veces sin entenderlo, verdaderos aliados del imperio, la reacción oficialista, los exhumadores de tumbas. Al parecer, estamos predestinados por la providencia a soportarlos por más tiempo, pero la pregunta hoy necesaria es ¿Hasta cuando conviene al proceso?
Las nuevas condiciones que surgieron de esta contienda permiten a la revolución realizar el salto cualitativo que consideramos inaplazable, incluso más que permitirlo, lo obliga a ello. Las transformaciones permanentes son la esencia misma de una revolución cuando se es verdadera, en otras palabras, su oxigeno, su dialéctica.